Admiración por Bolívar
Cuentan que en su casa mantuvo una carta de Bolívar colocada en un marco que él mismo realizó, el retrato miniatura que Bolívar le dio en aquel encuentro en Guayaquil; y en la sala principal, un óleo que su hija pintó del caraqueño. Eso nos habla de la admiración que el Libertador del Sur, como lo llamó Bolívar, sentía por nuestro Simón. Absolutamente conmovedor.
Más aun, si consideramos las historias negras que sobre el encuentro en Guayaquil de aquellos hombres solares, por allá en 1822, se tejieron. Afortunadamente, vivimos este maravilloso tiempo de redescubrirnos, y encontramos testimonio documental que nos habla de la pasión por el ideal libertario y la patria que ambos libertadores compartieron. Así lo confirma la carta encontrada por el historiador colombiano Armando Martínez Garnica, a través de la cual se pudo conocer que en dicha relación, hubo respeto, cordialidad y gran admiración, y que a su vez, “El protector”, agobiado por la desunión y las traiciones, había decidido con antelación retirarse.
Una pista más, nos dio Neruda en su poeta Guayaquil, al contarnos que al encuentro “(…) San Martín traía del Sur un saco de números grises, la soledad de las monturas infatigables (…) Bolívar construía un sueño, una ignorada dimensión, un fuego de velocidad duradera (…) San Martín regresó de aquella noche hacia las soledades (…) Bolívar siguió solo”. Y así, tras la entrevista, renunció a su cargo de Protector del Perú y partió a Chile. Le impidieron regresar a Buenos Aires y no tuvo más remedio que irse a Europa, donde vivió de la escasa renta que le producía el alquiler de una casa en Buenos Aires y de la ayuda de algunos amigos.
Hasta su muerte, el 17 de agosto de 1850, le acompañó en su casa, aquella carta enmarcada, aquel retrato miniatura y la pintura de Bolívar hecha por Mercedes. Por sobre todo, el orgullo de haber compartido un ideario por la libertad de los pueblos.
Yapeyú
A orillas del río Uruguay, en el pueblo de Nuestra Señora de los Tres Reyes Magos, ubicada en la provincia de Corrientes el 25 de febrero de 1778, nació José Francisco de San Martín Matorras.
Yapeyú, fruto maduro en guaraní, había sido fundada por jesuitas en 1627 y se hablaba guaraní y una “mezcla” de guaraní con español y latín. En esta ciudad estuvo la sede superior de los jesuitas en las Misiones y fue un importante centro económico por su actividad ganadera, la fabricación de zapatos y de barcos. Años después de la expulsión de los jesuitas por real cédula, don Juan de San Martín y Gómez fue designado teniente gobernador, donde llegó con su esposa, Gregoria Matorras y con sus hijos María Elena, Manuel Tadeo y Juan Fermín Rafael. Luego nacieron Justo Rufino y José Francisco.
Sin embargo, pocos años estuvo la familia en Yapeyú, pues se trasladaron a Buenos Aires en 1781, y en 1783 partieron a España.
1789
En Francia el pueblo en la calle tomó la prisión de la Bastilla, dando inicio a la Revolución Francesa. El joven ingresó en el Regimiento de Infantería de Murcia y participó en diversas campañas en España y también en el norte de África. En 1797 fue ascendido a subteniente y luego obtuvo el grado de capitán de infantería. Luchó en la guerra de las Naranjas contra Portugal en 1802, y en Gibraltar y Cádiz contra los ingleses en 1804. Fue ascendido a teniente coronel y condecorado con medalla de oro en 1808 y dos años después llegó a comandante.
Sonó el clarín
Vientos de libertad recorrían América, cuando solicitó su retiro del ejército español. Estuvo varios meses en Londres con grupos revolucionarios como la Gran Hermandad Americana, organización ideológica y política de la lucha emancipadora fundada por Francisco de Miranda en 1798, y también compartió con James Duff y Sir Charles Stuart, políticos vinculados al gobierno británico, a través de quienes conoció en detalle el plan del general escocés Thomas Maitland en el año 1800, llamado “Plan capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y Quito”.
Regresó a Buenos Aires el 8 de marzo de 1812, cuyo poder político era ejercido por un Triunvirato muy cuestionado. Se le encargó la creación de un regimiento, al que llamará Granaderos a Caballo. En octubre de ese año tomó la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo) y exigió la renuncia del Triunvirato. Se designó un segundo Triunvirato integrado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte.
El salvador de Chile
En enero de 1817, liderando el Ejército de los Andes partió de Mendoza. 25 días duró la travesía por las montañas más altas de América, y un mes después fue el enfrentamiento contra los realistas. En la cuesta de Chacabuco triunfaron los patriotas y Chile obtuvo su independencia, la cual se consolidó el 5 de abril de 1818 tras el triunfo de Maipú. Allí, San Martín y O’Higgins se abrazaron emocionados y O’Higgins exclamó: ¡Gloria al salvador de Chile!
Perú
El 28 de julio de 1821 gracias a San Martín, al Ejercito Unido Libertador del Perú y al gran apoyo de toda la población, Perú obtuvo la independencia. El gobierno establecido le otorgó el título de “Protector del Perú”, con plena autoridad civil y militar. Lo primero que hizo fue abolir la esclavitud y la servidumbre indígena, a la par que garantizó la libertad de imprenta, de culto y creó escuelas.
Libres y cultos
Fue un gran jugador de ajedrez, y un excelente ejecutante de la guitarra. Dicen que solía cantarle a sus “compañeros del Ejército”, y que por allá en la paso de los Andes, dijo a su tropa: “La guerra se la tenemos que hacer como podamos (…) seamos libres y lo demás no importa nada (…)”.
Y a esa tarea de “ser libres”, le metió el pecho e ideas, pues sabía que las grandes batallas hay que ganarlas en el plano cultural y en el pensamiento. Tan convencido estuvo de esto, que solía leer a sus soldados fragmentos de obras clásicas, y en cada ciudad liberada fundaba una biblioteca. A su juicio, “Las bibliotecas eran más poderosas que los ejércitos”. De hecho, en Mendoza fundó una Biblioteca, la cual dotó con sus propios libros y dinero. Creó la biblioteca de Santiago de Chile con los 10.000 pesos que el cabildo le otorgó por la victoria de Chacabuco y también la Biblioteca Nacional de Lima, a la cual donó su biblioteca personal conformada por más de setecientos cincuenta volúmenes. Si pueden vean Revolución: El cruce de Los Andes, dirigida por Leandro Ipiña y protagonizada por Rodrigo de la Serna. Estoy segura que les va a encantar.