Armando Carías
El trabajo de un colectivo artístico comunicacional como lo es Comunicalle, exige el manejo de destrezas que van más allá de las técnicas de un grupo de teatro.
Al eficiente desempeño actoral, la expresión corporal, la voz y, en algunos casos, el canto y el baile; deben sumarse herramientas asociadas a la comunicación, a la improvisación y a la participación; habilidades que superan en mucho la rutina de las artes escénicas tradicionales.
Pienso en todo esto mientras observo la presentación de nuestro colectivo en el Cuartel de la Montaña, con motivo de las actividades conmemorativas del quinto aniversario de la desaparición física de nuestro amado Chávez.
Nos tocó en esta ocasión, gracias a la gentil invitación de la Fundación Comandante Eterno, compartir durante diez días consecutivos, del 5 al 14 de marzo, con cientos de niñas y de niños provenientes de escuelas de la capital, a quienes les presentamos la acción comunicacional “Sabaneta de mis amores”, en la que se hace un recorrido por las vivencias infantiles del arañero.
En tandas de tres funciones por día, nos tocó pasear a los pequeños espectadores por cinco estaciones en las que, llevados de la mano por los integrantes de Comunicalle, eran guiados por los primeros años en la vida de Huguito: su nacimiento, sus lecturas de la revista Tricolor, el arrullo de su Mamá Rosa, los juegos con sus amigos y, ¡por supuesto!, la elaboración y venta de sus famosas arañas de lechoza y papelón.
Pese a la existencia de un guión y de unos parlamentos previamente preparados y ensayados, resultó inevitable que las intervenciones de niñas y niños exigieran la adecuación y los cambios que, en plena escena, debieron hacerse; situación que se hizo más notoria cuando la institución educativa invitada era un pre escolar, con pequeños que apenas alcanzaban los cinco años.
Fue necesario, entonces, recurrir a lo que Gianni Rodari, el connotado pedagogo italiano expone en su “Gramática de la fantasía”, libro de cabecera de todo aquel que aspire trabajar para la niñez desde los territorios del arte: “…mediante el juego, afirma Rodari, el niño hace realidad cualquier cosa que desee, no por magia, sino gracias a la función simbólica del juego…”.
Y fue eso exactamente lo que hicimos: ¡jugar!
Nos olvidamos de buena parte de los textos ya aprendidos y, en lugar de representar, nos dedicamos a jugar, en vez de actuar, optamos por preguntar y, antes que ser artistas, escogimos ser niños y niñas.
¡Como nos lo enseñó Chávez!