«No tengo ‘trayectoria’. No tengo nada que se pueda anotar como de carrera de poetisa.
Pero mi otoño no es tierra muerta, tierra sin curiosidad, sin comprensión, sin inquietud.
Aun alcanzo cosas (sin soñar ya), detrás de las cosas, dentro de las cosas.
Y lanzo mi voz aunque no haya oídos».
Poetisa con voz propia
Apenas abrió los ojos al mundo tuvo la fortuna de disfrutar de verdes cordilleras, cafetales, ríos, quebradas y lagunas; y por supuesto, del esplendor del llano, pues nació en Barinitas, al pie de la Cordillera Andina, un pueblito que hoy día se le conoce como la “Cuna de Poetas”.
El paisaje se le juntó con el alma y desde la poesía, Enriqueta, intuitivamente y en sus propios decires nos entregó llano y paisaje entretejido de su mundo interior. Ella toma un fragmento, un elemento del mundo externo y lo coloca en el centro de su espíritu, para decirnos, “Toda la mañana ha hablado el viento una lengua extraordinaria / He ido hoy en el viento/ Estremecí los árboles/Hice pliegues en el río (…)”.
Sobre su iniciación en el oficio, la propia poetisa escribió, “No me labré intelectualmente en ninguna parte (…) preso mi hermano, empecé muy jovencita a escribir páginas en prosa (…) me parece, rompí a escribir versos que llevaban bastante “música vieja”, pero en los que asomaban ciertos giros emancipados (…) Cada día me fui desentendiendo más de los viejos ritos, y el año 20, escribía sólo por mi cuenta».
Y en ese escribir a su modo, dejó atrás los convencionalismos de la época y cantó, con voz auténtica, y echando mano del verso libre, a la inmensidad del llano, desde su hondo sentir de mujer campesina, de pueblo lejano y solitario. Buscó la poetisa “(…) hacer humana la naturaleza”. En su opinión, (…) la poesía debe evolucionar dentro de nosotros para que su transformación sea pura».
Su primera obra, Voz Aislada se publicó en 1939, a la que siguieron Cristal nervioso, Poemas de una Pena, Noticia de su Vida y Mandato del Canto. En 1957 recibió el Premio Municipal de Poesía. Importante destacar que Enriqueta mantuvo una estrecha relación con las reconocidas poetisas Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou, incluso, hubo quienes refirieran que su obra era cercana a la de Emily Dickinson.
En su homenaje, la querida Ana Enriqueta Terán, escribió:
Ella no es la flor sino la ojiva de la flor.
No es el arco, sino la respiración de la piedra.
No es gota de rocío, sino la palpitación de la luz.
No es huella distante de la luz, sino la impronta del alma.
No es ventanilla nasal, sino escogencia y latitud de aroma.
Se apercibe de propio tacto en la más absoluta delicia.
Se declara total en página y encarnadura de lo blanco.VENEZUELA ES SU CASA.
De Barinitas
Nació el 22 de marzo de 1886 en Barinitas, en el seno de una familia culta, que pese a lo aislado del pueblo, tuvo estrecha relación con diversos intelectuales. Ella misma contaría “Nací y vivo en el pueblo del Llano que está al pie del Ande, casi en sus últimos contrafuertes, pueblo que tiene mucho de ambas zonas. He estado así, abastecida en punto a naturaleza, pero a pesar de mi curiosidad y mi ternura por ella, y aunque ella ha sido mi refugio, no puedo clasificarme como delirante enamorada. Me interesa más lo humano, lo vibrantemente humano. Eso sí, lo límpidamente humano (…)”.
Enriqueta fue la tercera de cinco hermanos y prima de Alberto Arvelo Torrealba. Su hermano mayor, Alfredo fue un destacado poeta y periodista, opositor al régimen de Juan V. Gómez, quien fundó la revista Hoy Sábado y el rotativo El Otro. A su vez, junto al escritor y periodista Jesús Semprum, fundó la revista Sagitario y fue colaborador del semanario Lectura Semanal, dirigido por el poeta, novelista y ensayista José Rafael Pocaterra. Enriqueta sentía gran admiración por su hermano y cuando él estuvo preso, ella hizo de correo político.
Según Luis Alberto Angulo, fue una ávida lectora de los clásicos de nuestro idioma y afirmó: “Lee los libros de la casa, los de su hermano, los que a él y a ella les envían y los que ella, en la precariedad cultural y económica de la ruralidad de la Venezuela de su tiempo y de su lejana Barinitas, logra conseguir. Es también una lectora atenta y colaboradora temprana de periódicos y asumirá el género epistolar (…)”. Importante mencionar que Enriqueta, fue también una gran bolivariana.
En el pueblo, era muy querida, pues asumió con gran conciencia social, su compromiso con los más pobres al ejercer solidariamente como maestra y enfermera. Nunca se casó ni tuvo hijos. Su padre y su hermano ejercieron gran influencia en ella, y según refirió Gloria Stolk, recibía ésta exhortación familiar, quizás de la madre: “Tienes que hacerte interesante, porque tus hermanas son las bonitas”.
Entre 1960 y 1962, escribió diversos artículos de opinión para el diario El Nacional, dedicados a reseñas de novedades editoriales, comentarios sobre el devenir de la actualidad política del país y algunos homenajes para autores amigos fallecidos, entre otros. Vivió siempre en soledad y entregada a su obra. En una entrevista señaló: “La soledad no fastidia. Mi soledad desde luego, es maravillosa (…) Además me gustan muchas cosas que no son soledad. Los periódicos, el béisbol, la política de todas partes. Y sobre todo la gente de mi pueblo que siempre está en mi vida”. El 10 de diciembre de 1962, la poetisa cambió de paisaje.
Bolívar, toma mi canto
Mi canto no se alza hoy a tu frente,
Ni a tu abrazo.Anhela probar el gusto de tu corazón.
Busca tu pecho, lo hiende, lo penetra,
Porque quiere gustar el sabor bullente
De esa eterna sangre.Unta sol en mi voz, sol de tu corazón;
unta luna de tu corazón en mi voz.
Pon en mi canto el gusto que me saboreaste
en el intento y en la victoria y la derrota.Aparta tu mágico pensar
y dame tu vibración íntima, humana…
Dame lo que sentiste en el éxito,
lo que palpitaste en los cabales desengaños,
lo que sufriste sin decirlo,
las lágrimas que enterraste vivas…
Y andaré por las cálidas costas,
y escalaré los montes esbeltos,
y atravesaré las anchas aguas
y mi voz irá grávida de tu vida.
Podré entonces decir a los hombres:
Os amo en patria, tomadme,
Bebed mi sangre y gozad mi sacrificio.
Y podré perdonar a los que enredan tus caminos,
a los que no te buscan espontáneos,
a los que se conforman con tu bronce.