¿Quién custodia a los custodios? Imposible no recordar la antigua pregunta del poeta Juvenal, escrita hacia el año 100 D.C. a propósito de la Cumbre de Lima, que ha concluido el 14 de abril. El tema central del debate entre los 34 jefes de estado y de gobiernos invitados a la octava cita de este tipo (que se celebra desde 1994), de hecho ha sido la “gobernabilidad democrática frente a la corrupción”.
Lástima que en Perú, el país anfitrión, el presidente Pedro Pablo Kuczynski haya sido destituido por el gran escándalo de corrupción ligado a la empresa Odebrecht. Acusaciones de las que ha pasado también, por un pelo, el vicepresidente Martin Vizcarra, que ahora es el presidente de Perú.
Ni siquiera el rostro de los otros gobernantes pertencientes al llamado Grupo de Lima –17 países neoliberales vasallos de los Estados Unidos – puede considerarse reflejado. ¿Y qué decir de Trump y de los Estados Unidos? Pero la arrogancia del poder no se preocupa de la coherencia, debiendo responder a una clase de tiburones igualmente hipócritas, acostumbrados a doblegar a su propia ventaja leyes y palabras.
No por nada, apenas ha vencido el Nobel por la Paz, el señor Santos – presidente de Colombia – ha pedido la adhesión a la OTAN, con la plena aprobación de Europa. Y, arrodillándose a los deseos de los Estados Unidos, hoy ha reducidos a simple papel los acuerdos de paz, dejando las puertas abiertas al paramilitarismo en el asesinato de los exguerrilleros, o metiendo a la cárcel al líder de las FARC, Jesús Santrich, candidato al Parlamento. El perfil de Santrich es conocido. Aunque si se quisiera creer a las infamantes acusaciones de narcotráfico emitidas por la “justicia” norteamericana, ¿por qué sacarlas ahora y no durante los años en los que ha sido uno de los principales mediadores entre FARC y gobierno colombiano, rol avalado también por los Estados Unidos?
Porque bastaría leer las cifras y las estadísticas para dar un verdadero nombre a las cosas. En Lima, el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, ha anunciado que su gobierno destinará 16 millones de dólares de “ayuda humanitaria” a los refugiados venezolanos que han dejado el país y se encuentran en Colombia y en Brasil: el financiamiento más grande concedido hasta ahora por los Estados Unido a aquellos que abandonan Venezuela.
Los venezolanos que han salido están recibiendo un tratamiento privilegiado, similar a aquel concedido por los Estados Unidos a los anticastristas cubanos con la política de “pies secos, pies mojados”. La infaltable Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), dividirá 3,5 millones de dólares entre las organizaciones locales y el resto irá a la ACNUR. Todo con tal de avalar la mentira de una “crisis humanitaria” en las fronteras de Venezuela, que justifique una intervención análoga a aquella que ha destruido Irak y Libia y que ahora quisiera destruir Siria. Se debería cuestionar: ¿por qué la “generosidad” de Trump está dirigida solo a los “migrantes” venezolanos mientras a los otros les reserva expulsiones y muros?
En cambio, Europa se alinea a Trump con tal de cancelar el “laboratorio” bolivariano. El modelo sirio o nicaragüense – aquel de un presunto gobierno en exilio, listo a tomar el poder en una “fase de transición”, se está configurando en Colombia contra Venezuela. En Lima, Pence se ha reunido con el exalcalde de la Gran Caracas, Antonio Ledezma y con otras figuras impresentable de las derechas venezolanas, en fuga en el extranjero para pedir la invasión armada del propio país.
El centro de sus planes se basa en la actividad fraudulenta del llamado Tribunal Supremo de Justicia, constituido en el exterior por exmagistrados venezolanos acusados de corrupción, como la Fiscal General Luisa Ortega. Estos personajes han organizado un proceso–farsa para destituir a Nicolás Maduro con la acusación de estar involucrado en el gran escándalo Odebrecht, un buen caso para todos los bolsillos y para todas las estaciones. El mismo que ha hecho caer a Kuczynski.
¿Quién custotia a los custodios?
En Brasil, una plétora de políticos corruptos ha destituido por presunta corrupción a la presidenta Dilma Rousseff. Ahora, una magistratura usada para fines políticos, ha puesto en la cárcel al candidato de la izquierda con más intención de voto, Lula da Silva.
El sábado 14 de abril, el presidente de la Asamblea Nacional venezolana en desacato, Omar Barboza, ha anulado el encuentro con la Alta Representante de la Unión Europea, Federica Mogherini: porque el 17 el Parlamento gobernado por la oposición pretende ratificar la decisión del TSJ “en exilio” de procesar a Maduro. Decisión sin fundamento jurídico, pero las trampas están siempre al acecho. La burguesía suele hacer mercado de sus propias leyes. Desde Palestina hasta Siria, la culpable inutilidad de los organismos internacionales resulta evidente. Venezuela ha sido excluida arbitrariamente del Mercosur y ahora también de esta Cumbre de Lima, generando el rechazo de los países del ALBA y por los Movimientos Populares.
Trump, empeñado a preparar las agresiones contra Siria junto a Francia y Gran Bretaña, no ha ido a Perú, renunciando a su primer viaje a América Latina. Desde el 10 al 14, en la Cumbre de los poderosos se ha opuesto a la Cumbre de los Pueblos, que ha conseguido silenciar la voz del patrón: boicoteando hasta el discurso imperialista del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, cantando las notas de “Vamos, Nico”.
“Solo el pueblo salva al pueblo” decía Chávez, que ha sabido interpretar y modular la voz de los sin voz. Solo el pueblo organizado puede defender ahora la trinchera constituida por Cuba y Venezuela. Una trinchera asediada con armas y con mentiras. Desde Italia a Europa, nuestro deber es romper el asedio.
Traducción Gabriela Pereira