Por Jesús Faría
Han transcurrido 200 años desde el nacimiento de Carlos Marx, la mente más brillante que haya dado la humanidad, y después de esos dos siglos su potentísima obra intelectual, su lucha indoblegable por la causa del proletariado, siguen inspirando y guiando a los pueblos del mundo.
El Manifiesto Comunista y la concepción marxista de la historia humana
Era la Europa de 1847/1848, sumergida en un escenario de creciente ebullición social, donde los trabajadores daban los primeros pasos en la organización política contra regímenes burgueses represivos, monarquías y la inclemente explotación en el apogeo de la revolución industrial.
Una de esas organizaciones proletarias era la pequeña Liga de los Comunistas, que asignó a Marx y Engels la tarea de redactar un manifiesto con los fundamentos esenciales de la doctrina comunistas, a los fines de orientar a los trabajadores europeos en las luchas revolucionarias que se avecinaban.
Del Manifiesto Comunista, extraordinario documento político de inagotable vitalidad, quisiéramos resaltar tres planteamientos esenciales que son fundamentales para entender al capitalismo en la actualidad:
a) cuando las relaciones de producción se convierten en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas, el sistema socioeconómico entra en crisis;
b) con el sistema capitalista se ha instaurado la dictadura de la burguesía que, con la protección de su Estado, somete y explota de manera creciente a los trabajadores y a toda la sociedad;
c) la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases y solo a través de la lucha podrán los trabajadores liberarse de la explotación capitalista.
La explotación de los trabajadores y la acumulación del capital
Después del Manifiesto Comunista y otras importantes publicaciones, donde los fundadores del socialismo científico exponían las leyes generales del desarrollo de la historia, Carlos Marx se sumergió en una profunda investigación del funcionamiento económico del capitalismo. Los resultados de esos estudios se expresan en El Capital, su obra magna, elaborado con la valiosísima colaboración de Federico Engels.
En El Capital (1867) expone la esencia de la explotación asalariada. En el capitalismo, señala Marx, el trabajador se convierte en una mercancía que los capitalistas alquilan por el hecho fundamental de que está en capacidad de generar un mayor valor que el salario que le paga el burgués. Como propietarios del capital se apropian del plusvalor generado por los trabajadores.
La maximización de esa plusvalía constituye la Ley Fundamental del sistema capitalista. Absolutamente todo gira en torno a la necesidad de aumentar la ganancia. Marx decía que la burguesía está dispuesta a cometer el peor de los crímenes por incrementar su ganancia a sus máximos niveles, lo cual se documenta en el capitalismo del s. XXI con extraordinario dramatismo.
Motivado por ese poderoso e ineludible estímulo, agrega Marx, se produce la acumulación del capital y, con ella, la ampliación de las estructuras productivas, la incorporación creciente de fuerza de trabajo para su explotación, el incremento de la productividad… Este proceso de expansión capitalista investigado por Marx continúa arrojando en la actualidad múltiples y graves consecuencias para la sociedad.
Por una parte, el desarrollo tecnológico en el capitalismo provoca la tendencia a generar desempleo masivo, todo un ejército de reserva industrial. Asimismo, la acumulación del capital conduce a la monopolización, a la gigantesca concentración de la propiedad y la riqueza en pocas manos. Por otra parte, la creciente acumulación de capital provoca crisis cíclicas de sobreproducción cuando estalla la contradicción entre la creciente producción capitalista y la capacidad de compra de la población restringida por la injusta distribución del ingreso…
La Asociación Internacional de los Trabajadores y la Comuna de Paris
Carlos Marx dedicó su vida a dotar a la clase obrera de un fundamento científico para el diseño de una estrategia revolucionaria, pero también estuvo intensamente vinculado a las luchas proletarias.
Un capítulo de esas luchas se desarrolló en la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), también llamada la Primera Internacional. Fundada en el año 1864, Marx se constituyó desde sus inicios en su principal motor, redactó su Manifiesto Inaugural y definió su línea de acción política.
El proletariado era aún una clase social minoritaria en Europa y los EEUU y la lucha política de los trabajadores venía de un repliegue producto de la represión brutal de las revoluciones democrático-burguesas (1848/50). De tal manera que las condiciones de lucha eran muy adversas, pero la tenacidad de Marx era inagotable.
La AIT se estableció como objetivos elevar la organización y consciencia de los trabajadores en cada una de las naciones y agruparlos en una estructura internacional. Entendía Marx perfectamente que para derrotar a la burguesía, ya en ese momento, era indispensable la organización partidista del proletariado y su unidad internacional. Junto a Engels tuvo que enfrentar todo tipo de corrientes anarquistas, utópicas, pequeñoburguesas en el seno del movimiento obrero europeo.
Un hecho trascendental en la vida de la AIT y de la humanidad fue la Comuna de París. En 1870 se produce la guerra francoprusiana, en la cual las tropas napoleónicas son derrotadas. En febrero de 1871 estalla la guerra civil en Francia y el gobierno burgués huye a Versalles. El proletariado parisino triunfa y asume el poder el 18 de marzo, proclamando la Comuna de París.
Al frente de la AIT, Marx despliega inagotables acciones para apoyar a la Comuna. La admiración de Marx fue enorme por ese primer intento de “tomar el cielo por asalto”, que derrochó fabulosas iniciativas en la construcción de un gobierno socialista y formidable valor en su defensa.
Antes de que la Comuna fuera ahogada en sangre por la sanguinaria represión de la contrarrevolución europea, Marx escribió: “Gracias al combate librado por París, la lucha de la clase obrera contra la clase capitalista y su Estado ha entrado en una fase nueva. Cualquiera sea la salida, hemos obtenido un nuevo punto de partida de una importancia universal”. Ese espíritu de lucha, ese optimismo, jamás abandonó a Marx.
En el sepelio de Marx, fallecido el 14 de marzo de 1873, Engels finalizó su discurso diciendo: “Su nombre vivirá a través de los siglos y con él su obra”. Y ahí están su nombre y su obra como un patrimonio fundamental de la lucha de los pueblos del mundo por la justicia y contra la opresión.