Fue el filósofo e historiador holandés Johan Huizinga (1872 – 1945) uno de los primeros en destacar la importancia social y cultural del juego. En su libro “Homo Ludens” explica que el juego es tan esencial como el pensamiento (homo sapiens) y el trabajo (homo faber) en el desarrollo integral del individuo y de la sociedad. Jugar constituye en sí mismo un aprendizaje pleno, sin el cual no es posible la convivencia social, el progreso y la democracia. Subraya que “la verdadera civilización exige el juego limpio, lo que en términos lúdicos equivale a buena fe. Romper este principio puede llegar a quebrantar o distorsionar la propia cultura”.
Ahora bien, el juego está basado en normas que deben ser respetadas por los participantes en todas las circunstancias, bien sea que pierdan o que ganen. El juego de competencia por su parte obliga a cada contendiente a mejorar su desempeño. El ganador debe atemperar la arrogancia que da el triunfo; y el perdedor asumir que si asimila las lecciones, la derrota será la madre de futuras victorias. Lamentablemente esto no ha sido asumido así por los gobernantes del imperio estadounidense y sus jugadores del patio trasero suramericano: cuando ganan arrasan con el contrincante; y si pierden, desconocen y boicotean el resultado. Veamos algunos casos:
En Guatemala Jacobo Arbenz (1913-1971) llega al poder mediante elecciones que se realizaron en noviembre de 1950, donde participó el 71,62% del electorado. Obtuvo el 65,44% de los votos, muy por encima de su más cercano adversario, quien solo alcanzó el 18,69%. Una vez en la Presidencia puso en marcha una serie de planes dirigidos a beneficiar al pueblo, entre ellos la reforma agraria con la que pretendía dotar de tierras a los campesinos pobres. Para ello expropió las tierras baldías, entre éstas las de la compañía frutera estadounidense “United Fruit” a la cual le exigió, además, el pago de un modesto impuesto a las exportaciones para financiar los programas sociales. Entonces la CIA maquinó una estrategia para derrocar al gobierno: inventó que Arbenz era un agente del comunismo internacional y acto seguido perpetró un Golpe de Estado con el apoyo de sicarios guatemaltecos en junio de 1954, que dejó un saldo de alrededor de 200 mil asesinatos y la contracción de la producción nacional. EEUU no solo impuso el nuevo gobierno militar sino además le señaló una lista de líderes que debían ser eliminados, y también diseñó el plan económico que arruinó el país.
Algo similar ocurrió en República Dominicana. Juan Bosch (1909-2001) es electo Presidente en diciembre de 1962 tras haber alcanzado el 60% de los votos, (ganó en 62 de los 77 municipios existentes) mientras su principal contendor alcanzó el 30.08% (venció en solo 10 municipios). De modo que ganó las elecciones por un margen de alrededor de 30 puntos porcentuales por encima de su más cercano adversario y su victoria cubrió todo el territorio nacional. Su discurso de campaña se había concentrado en las reivindicaciones sociales y esto produjo una fuerte reacción entre los sectores conservadores. Bosch tomó posesión el 27 de febrero del 1963; pero fue depuesto por un golpe de Estado apoyado por EEUU el 25 de septiembre de 1963, tras enfrentar los grupos empresariales que convocaron una huelga general (20 de septiembre de 1963) que paralizó el país por dos días. Fue suplantado por un triunvirato militar. A éstos les increpó: “Nos hemos opuesto y nos opondremos siempre a los privilegios, al robo, a la persecución, a la tortura. Creemos en la libertad, en la dignidad y en el derecho del pueblo dominicano a vivir y a desarrollar su democracia con libertades humanas pero también con justicia social”. Después se desató la guerra civil y, con la anuencia de la OEA, sobrevino la invasión estadounidense el 28 de abril de 1965, “para evitar que la República Dominicana se vuelva comunista” reveló un vocero de los ocupantes. Se estima que entre 6.000 y 10.000 dominicanos, la mayoría civiles, murieron durante los sucesos.
Ahora, cuando en Venezuela acabamos de obtener una indiscutible victoria electoral socialista en medio de las más difíciles circunstancias, sabemos que EEUU y sus aliados nacionales y foráneos buscarán salidas violentas. Pero el pueblo y su gobierno no se cruzarán de brazos ante la embestida antidemocrática. Por lo momentos proponemos… abrir un canal humanitario hacia EEUU. Enviarles urgentemente a sus gobernantes algunos juegos tradicionales de Venezuela: bolas criollas, perinolas, trompos, metras, gurrufíos, dominós, y el libro “Homo Ludens” de Huizinga. ¡A ver si aprenden a jugar limpio y respetan al contrario cuando pierden!