“(…) Bolívar vio nuestros sembrados
en un deslumbramiento de palmeras.
Con él, todos los campesinos
comenzamos a ver a Venezuela.Con el vimos la Libertad,
con el vimos nuestra Dermocracia,
con el vimos nuestras futuras ciudades
y sus chimeneas a orillas de esos lentos ríos.El con nosotros sigue sembrando el campo,
va con nuestros hijos a la escuela,
reúne a los pescadores y a sus mujeres
que tienden redes plateadas de sardinas.Sí, Bolívar era el que llevaba un morral
y una carabina al hombro (…)”.Rememorando la Batalla de Carabobo
Poesía para la humanidad
Desde su palabra creadora, enalteció la naturaleza. Parece que el poeta, absorto y conmovido, se colocó un pedazo del paisaje en el alma, y nos los entregó hecho metáforas. Para Gerbasi, la poesía deriva de lo vivencial, nos rodea y nos habita. En su opinión, ante la belleza de la naturaleza, irrefrenablemente surge la palabra poética, la cual constituye la forma más elevada de expresión.
Sobre su inicio en el proceso poético refirió “(…) desde que tengo memoria de mi existencia, está basado en la contemplación de la naturaleza, en la melancolía, en los persistentes y alucinantes fenómenos oníricos, en las relampagueantes intuiciones (…) también comenzó con los espantos de fuego que el Tirano Aguirre movía en las montañas que rodean a Canoabo y en el crucifijo, con su inclinado rostro ensangrentado, en la luz de una débil lámpara de aceite en los ardores de la pared encalada de mi cuarto. Por la calle de arena corría un jinete sin cabeza. En el jardín de mi casa dejaban una tijera abierta a media noche para que las brujas cayeran entre los crisantemos”. En fin, su poesía era lo que había vivido y el modo en que las emociones le desbordaban el alma.
Fue también un convencido de la necesidad de expresar desde la poesía, nuestra tierra, lo nacional, su grandeza geográfica y sus enigmas, pues, “América es un misterio y como misterio ha de expresarse (…) Nuestra poesía no puede ser sino plena de misterio. Ha de contener los símbolos de nuestro maravilloso mundo. Tierras ásperas, peligrosas tierras habitadas por fuerzas ocultas, tierras casi desiertas, tierras de las melancolías, de la tristeza, de la angustia. Su realidad es el misterio, la magia, el encantamiento”
Grupo Viernes
Formó parte del grupo literario Viernes, que se reunían los viernes en la esquina La Bolsa, frente al Capitolio “para fundar un espacio de lumbres” e impulsar la modernidad poética venezolana. Entre otros, se sumaron Rafael Olivares Figueroa, Ángel Miguel Queremel, José Ramón Heredia, Luis Fernando Álvarez, Otto De Sola, Pablo Rojas Guardia, Manuel Felipe Rugeles y Fernando Cabrices.
Para Ludovico Silva, “El poeta cabeza de nube”, como llamó a Gerbasi, debió haber sido nominado al Premio Nobel. En su opinión, Mi Padre, el inmigrante, era la “mejor pieza poética que se ha escrito en Venezuela”.
De la infancia
El poeta nació el 2 de junio de 1913 en Canoabo, estado Carabobo. Para entonces, un pueblo de calles estrechas y empedradas, casonas con altos ventanales y techos de teja. Su casa estaba en una esquina, y era muy concurrida pues su padre tenía una pulpería a la que todo el pueblo iba a pedir fiao. Al fondo, el patio con frondosos árboles de mango, naranjas y guayabas. Había también un gallinero repleto, caballos, cochinos, cabras, y un horno para el pan.
Entre sus recuerdos imborrables de aquellos días, cuentan la caminata diaria que realizaba con su padre a las cinco de la mañana para bañarse en el pozo de Don Ramón, y las noches a la luz de la lámpara de carburo disfrutando del cinemascope casero hecho por su padre, a partir de una caja de tabacos cubanos.