En alguna parte leí que para dar muerte a un poeta hay que matarlo dos veces. Una, con la muerte, y la otra, con el olvido. Pero nosotros no te olvidamos poeta. Y no te olvidamos porque fuiste tierra y flores. Porque para ti, patria no era bandera, ni sangre, sino amor e igualdad. Y entonces, “lleno de poesía, fuerte, llana, fantástica”, y con “ganas de ser todas las cosas”, nos entregaste tu palabra en defensa de los pueblos perseguidos. Allí, los gitanos, los judíos y los negros. Pero también, las mujeres y los niños pues, llegar al mundo, ser con el mundo, era cantar para todos y para todas.
Confesó el poeta que todo lo aprendió de la tierra que lo vio nacer, Fuente Vaqueros, provincia de Granada, fue el pueblo que despertó su corazón. Así hizo universal lo local, y nos lo entregó a manos llenas. Él, tan pasional y a la vez tan niño, amó las letras desde la infancia. Tuvo también el poeta una mano inquieta, tanto, como su alma creadora, y entre palabra y palabra dibujaba una luna, jarrones con peces, y flores, pero también la crítica a una sociedad excluyente. Federico, considerado uno de los mejores dramaturgos y poetas de la literatura española, tuvo una amplia actividad creativa en teatro y en música, pues tocaba el piano prodigiosamente.
Entre el año del desastre y el fascismo
Nació el 5 de junio de 1898, año conocido como el Desastre del 98, pues el Imperio Español perdió sus últimas colonias en América y Asia. Amó su paisaje, se forjó en valores humanistas y se hizo poeta. Fue parte de la generación del 27, la cual reunió a diversos poetas como Rafael Alberti, Jorge Guillén, Gerardo Diego y Luis Cernuda, entre otros. Recorrió España, estuvo en Nueva York, en La Habana, Buenos Aires y en Montevideo, y ejerció con vehemencia un papel activo por la cultura, pues la consideró el alimento del espíritu.
Insistió también el poeta en la responsabilidad social del artista, e invocó a construir desde el arte una “maravillosa cadena de solidaridad espiritual”. Pero el fascismo que se venía gestando en España, no soportó alma tan noble y en la madrugada del 18 de agosto de 1936, Federico fue fusilado y su cuerpo arrojado a una fosa común.
Recientemente, diversos grupos de artistas e intelectuales han solicitado se le conceda a García Lorca, el Premio Nobel de Literatura, a título póstumo, por ser símbolo lucha contra el fascismo.
Medio Pan y un Libro
“No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor», y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, solo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura». Cultura porque solo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz”.