Eduardo Cornejo De Acosta
Varias veces la Revista Forbes designó a Vladimir Putin como el hombre más poderoso del planeta. Ello causó malestar en muchas esferas de la gran política internacional. Entre intelectuales y políticos medianamente independientes se tomó con naturalidad. El hombre que sacó a Rusia del desorden en que vivía, tiene méritos para ocupar dicho sitial. Empezando el siglo 21 asume la presidencia del país y emprende un programa de reconstrucción nacional. Ofrece a sus ciudadanos recuperar el esplendor de su país, volverlos a colocar en un lugar preponderante en el ámbito mundial.
Lo primero fue poner orden en la casa. Emprendió una agresiva campaña para erradicar la corrupción, las poderosas mafias oligárquicas que potenciadas por los servicios secretos occidentales habían socavado la Unión Soviética. El actual inquilino de Kremlin no podría desarrollar un proyecto nacional sólido si mantenía vivos esos lastres. Putin, hombre curtido como alto oficial de la KGB en tiempos de la guerra fría, era consciente de ello.
La primera década, en gran medida por la labor que desde Venezuela efectuó Hugo Chávez en la OPEP, los precios de los hidrocarburos repuntan, Rusia, uno de los principales productores, ve incrementar ampliamente sus ingresos. En base a ello emprende un programa de potenciación económica. No solo se centra en lo energético, desarrolla la agricultura, hoy en día es uno de los principales exportadores de trigo del mundo, y recupera la poderosa tecnología militar para blindar su país. El año 2008 se produce un quiebre financiero en Estados Unidos y sus aliados. Varios bancos quiebran, y son recuperados por sus gobiernos. El sector de bienes raíces también se desploma, miles de personas son arrojadas a las calles, muchos de ellos hasta hoy viven bajo puentes. Rusia no fue tan perjudicada. Aún con la economía global afectada por el colapso financiero, Vladimir Putin, el 2011, acusa a Estados Unidos de ser un país parásito, de vivir a costillas de los demás con el solo argumento de imprimir billetes y así controlar la economía mundial. Es necesario acabar con ello, dijo Putin.
Un año después, Xi Jinping asume el poder en China y empieza a configurarse la nueva geopolítica. Rusia, desde el 2006, venía impulsando el BRICS, que agrupa potencias emergentes para hacer contrapeso a entes creados post segunda guerra mundial, manejados básicamente por Estados Unidos. A nivel político- militar, Rusia se opone a la invasión de Washington y sus cómplices de la OTAN contra Siria. La Casa Blanca entonces emplea grupos como el Estado Islámico para efectuar la tarea. Allí la tecnología militar rusa se impone a la norteamericana, que es la empleada por aquellos grupos fundamentalistas árabes contra Siria.
De hecho, Washington intentó presionar a potencias regionales como India y Turquía a que no compren armamento ruso, inclusive los amenazó con sanciones, ambos países le dieron las correspondientes respuestas y ya encargaron material bélico de manufactura rusa. Y lo más interesante, en la lógica de romper la hegemonía del dólar, el pago se hará con divisas propias, no en dólares. Rusia puso ya en funcionamiento un sistema de transacciones financieras alternativo al Swift, controlado por Estados Unidos. El sistema ruso de pago y transferencias se denomina SPFS, y de acuerdo con el jefe del Banco Central de Rusia (CBR), bancos de diversos países planean participar en dicha la red. Dicho sistema opera bajo los mismos estándares que SWIFT, quienes se integren no deberán cambiar sus mecanismos internos.
No está cerrado solo a los bancos, grandes empresas pueden unirse directamente, de hecho, algunas ya lo están haciendo. El año 2014, Rusia y China, reafirmando la estrecha alianza que une a estos dos colosos, firman un contrato gasífero por un valor de 400 mil millones de dólares y con una vigencia de 4 décadas. No quedaron solo en eso. Hay acuerdos más amplios. Rusia es uno de los países que más apoya la Nueva Ruta de la Seda iniciada por China. El intercambio militar y diplomático se incrementó en contraposición a las bravuconadas de los países occidentales. A ellos se sumó recientemente, durante la última cumbre del G 20 en Japón, India. Los tres acordaron trabajar por una economía más sana, repudiando las sanciones arbitrarias de Washington que hace inestable el comercio global.
Con una China más mesurada en sus declaraciones, Rusia asume directamente su rol contrahegemónico. Ya tiene una economía fuerte y en expansión, su influencia en África creció, igual en países euroasiáticos. Su proyecto junto a Alemania, Nord Stream 2, que llevará gas natural desde Viborg en Rusia hasta Greifswald en Alemania, ha causado más de un roce diplomático entre Washington y Berlín. Pero se estima, dadas las ventajas para los germanos y parte de Europa, a fin de año debe estar funcionando. En Sudamérica, no puede negarse que incrementó su comercio en países que son altamente influenciados por Washigton, Argentina, Chile, Perú, entre ellos. En Perú, por ejemplo, tienen una planta, mediante convenio con el estado peruano, donde se reparan aeronaves rusas. También con Brasil, que es parte del BRICS, tiene un buen flujo comercial, igual con Bolivia, donde en breve instalarán un reactor nuclear, Nicaragua, Cuba.
Ni hablar de su relación con Venezuela. Cuando decimos que Rusia, Putin, son garantía de paz, de que por lo menos no se desate una conflagración militar de proporciones, allí tenemos un ejemplo. Si algo contiene las ansias de invadir la patria de Simón Bolívar es la firme actitud de Moscú. Recordemos diciembre del año pasado. Aquel mes una escuadrilla de aviones rusos llegó en menos de 13 horas desde su base de origen hasta La Guaira. La operación fue una muestra de pericia y poderío aeronáutico difícil de superar. La escuadrilla fue liderada por dos aviones Tupolev 160 (TU-160). El intercambio se ha mantenido. Inclusive, el viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, anunció una visita a Venezuela que se efectuará entre el 20 y 22 de julio. La firmeza de Putin, su convicción de enfrentar los arrebatos de Trump en todos los escenarios, ayuda a consolidar un mundo pluripolar y más justo.