Por Jesús Faría
Los combustibles en el país se comercializaban a precios irrisorios, absolutamente irracionales desde el punto de vista económico y social.
Los precios de los bienes tienen que cubrir al menos los costos de producción para sustentar su generación en el futuro, a menos que el gobierno decida subsidiar algún producto por razones económicas, sociales o políticas.
Sin embargo, los combustibles se han regalado por décadas en el país y ahora se producen con niveles altamente deficitarios, con el agravante de que sus precios reales descienden y el Estado dispone de muy limitados recursos para cubrir los requerimientos de su producción.
Acá surgen dos interrogantes ¿Cuáles son las causas de la crisis en la producción de la gasolina? ¿Por qué se postergó tanto tiempo la decisión de ajuste de precios?
En relación a la primera, evidentemente, se han cometido errores en la política petrolera. Eso no debe escandalizar a nadie, porque los errores son propios de las acciones humanas. No obstante, no han sido esos errores las causas de la precariedad de nuestras refinerías y de la industria petrolera en general.
Esta industria ha sido blanco de durísimas e ilegales sanciones por parte del gobierno de D. Trump a lo largo de casi tres años. Han descapitalizado la industria, le ha quitado sus mercados, sus fuentes de financiamiento, sus cuentas y activos, han ahuyentado a los inversionistas… Este ataque despiadado ha deteriorado las condiciones para producir gasolina.
En cuanto a la segunda interrogante, estos aumentos siempre son decisiones políticamente muy sensibles. En nuestro caso, que tenemos a una oposición golpista, que fomenta incursiones de terroristas, magnicidios y todo tipo de actos de violencia, la manipulación de la medida estaba anticipada. En el pasado reciente hubiera sido la antesala de mayores conflictos. En esta ocasión, la derecha quiso llamar a protestas, solo que su debilitamiento extremo, como resultado de sus consecutivas derrotas, condujo a un nuevo fracaso. La razón se impuso ante el cinismo de una oposición, que apoya y justifica brutales sanciones contra el pueblo y luego busca su apoyo para sus aventuras criminales.
Desde el punto de vista social, existía (y existe aún) una distorsión tremenda. El subsidio (o regalo) de la gasolina favorece fundamentalmente a sectores de la población, que tienen mayores ingresos y poseen buena parte del parque automotor del país; en tanto que, perjudica a las mayorías al restarle fuerza financiera a los diferentes programas sociales del gobierno.
Otro tema crucial es el contrabando. Los bajísimos precios de la gasolina son un estímulo extraordinario a cometer ese delito, que le cuesta al país entre 6 y 7 millardos de dólares anuales.
Hay dos preocupaciones esenciales relacionadas a los impactos sociales y políticos del aumento: las mayores erogaciones de la población en la compra del combustible y los impactos inflacionarios. Estos aspectos se atacan en el esquema instrumentado con los subsidios directos a los propietarios de vehículos particulares y los subsidios al transporte de pasajeros y de carga, respectivamente.
El gran riesgo de este esquema de precios y subsidios radica en la posibilidad de surgimiento de mercados negros. Tendremos que activar mecanismos de inteligencia y de sanciones severas
Desde la perspectiva geopolítica, finalmente, se fortalecerá al país en su combate frente al bloqueo al garantizar las condiciones para producir el combustible internamente. Nos hará menos vulnerables frente a los ataques del imperialismo.
CuatroF/ JF/ DA