I
Hemos querido en esta oportunidad, dar continuidad a la labor de sistematización del proceso de gestación de nuestro proyecto revolucionario y, de manera particular, de la unión cívico-militar, como elemento clave para el desarrollo del mismo y parte fundamental del legado del Comandante Hugo Chávez, líder histórico de la Revolución Bolivariana.
Cómo se dijo en el anterior escrito que forma parte del esfuerzo al que acabamos de hacer mención, los primeros veinte días después de la rebelión cívico-militar del 4-F del año 1992, Hugo y los demás Comandantes permanecieron aislados en los sótanos de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), sometidos a tortura psicológica principalmente; y aunque todos temíamos por sus vidas, con mucha entereza y dignidad se sobrepusieron a las duras circunstancias que enfrentaban, y con el apoyo de la mayoría de los oficiales de altos y medios mandos, tomaron el control de aquella cárcel.
La situación en las calles también era favorable, pues crecía el apoyo popular a los líderes de la insurgencia y, por tanto, la presión para su liberación; razón por la cual fueron trasladados al Cuartel San Carlos, junto con los Capitanes y Tenientes que participaron en el alzamiento, como parte de un núcleo aproximado de trescientos soldados de la Patria.
II
Luego de pocos días en el San Carlos, un pequeño grupo de éstos, entre quienes se encontraban los Comandantes, fue llevado a la Cárcel de Yare, en el estado Miranda; lugar que se convirtió verdaderamente en una escuela, un laboratorio o taller político para el estudio y el debate. Allí, se conformó un auténtico comando político, que se dio a la tarea de elaborar nuevas propuestas, sobre la base de la experiencia adquirida, para lo que se pensaba debía ser el Proyecto Nacional Simón Bolívar, orientado a la refundación de la nación.
Del seno de este comando, surge la propuesta programática que se denominó Cómo Salir del Laberinto; documento en el que se proponía un conjunto de acciones concretas, entre las cuales resaltaba el llamado a la conformación de un foro nacional que permitiera la instalación de un frente cívico-militar, para encontrar una salida pacífica a la grave crisis por la que atravesaba el país. Esa salida, proponíamos desde entonces, era la realización de una consulta popular; a través de la cual se solicitara la revocatoria del mandato presidencial de Carlos Andrés Pérez, la designación de un gobierno de emergencia y la elección de una Asamblea Nacional Constituyente, responsable de elaborar una nueva Constitución, “…único instrumento bajo cuya inspiración legítima la nación entera debe comenzar a construir definitivamente un nuevo modelo de sociedad”; tal y como quedó plasmado en el documento antes referido, cuyos planteamientos alimentaron, al igual que el Libro Azul, también conocido por aquellos años, el proyecto que fuera presentado a las venezolanas y los venezolanos una vez retomada en las calles la lucha por la segunda independencia de Venezuela, luego de la salida de Yare.
Sin duda alguna, en dichos escritos se resume el Plan Estratégico de la Revolución Bolivariana, al cual se dio inicio, después de “cruzar el desierto” de esos años, con la llegada del Comandante Chávez a la Presidencia de la República, en febrero del año 1999, con su determinación de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente; y a partir de la aprobación del nuevo texto constitucional: la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, de comenzar a transitar el camino para hacer letra viva los preceptos de la democracia participativa y protagónica; para acelerar un amplio proyecto de liberación nacional, la auténtica participación de nuestro Pueblo en la planificación y conducción de los asuntos públicos y, en general, la preparación y desarrollo de los diferentes planes y proyectos que orientarían nuestra construcción socialista. En suma, “estábamos proponiendo una verdadera revolución”; tal y como lo indicara el Comandante Chávez.
III
Aun cuando sus líderes se encontraban en la Cárcel de la Dignidad, el espíritu del 4-F comenzó a encarnar en el Pueblo venezolano, y más allá de sus fronteras, con mucha fuerza; desatándose el huracán bolivariano. Casi todo el país comenzó a exigir cambios profundos, sobre todo en materia económica, dado el criminal impacto de las medidas impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), en detrimento de la calidad de vida del Pueblo; una exigencia que, por supuesto, ni el gobierno de turno ni la oligarquía criolla querían y/o podían atender, pues respondían a los intereses de los grupos oligárquicos internacionales.
La profundización de la crisis nacional producto de esta situación, llevó inevitablemente a la planificación de una segunda rebelión, sobre cuya pertinencia se generaron intensos debates. El Movimiento Bolivariano se fortalecía en la calle y en los cuarteles, y aun cuando la mayoría de sus dirigentes estaban de acuerdo con una nueva insurgencia; se presentó un problema que influyó en la unidad de los líderes militares, vinculado con el hecho de que quienes desde fuera de las cárceles asumieron la dirección del Movimiento, oficiales de alto rango; comenzaron a manejarse desde el punto de vista estrictamente jerárquico, sin tomar en cuenta como dijera el propio Chávez, “…la variable política y el imaginario colectivo”.
El alzamiento que estaba previsto inicialmente para julio, se fue retardando y, al mismo tiempo, se fue debilitando. Se pudo reactivar en octubre de ese año, con la incorporación de unidades de la Marina, ya que hasta ese momento participaban solo los componentes Ejército y Aviación. También, se incorporaron nuevos grupos de civiles, algunos muy anárquicos; y otros infiltrados por el enemigo, como Bandera Roja. De allí que, el 27 de noviembre de 1992, cuando se produjo el alzamiento, las fuerzas leales al gobierno adeco de Carlos Andrés Pérez estaban preparadas para enfrentarlo y derrotarlo; por lo que en la tarde de aquel día la rebelión había fracasado.
Al respecto, es importante destacar que el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) no estuvo involucrado, en atención a lo antes referido, en la dirección de la rebelión del 27-N, por lo que se desconocían los detalles del plan propuesto. Advertía si a sus dirigentes, acerca de las posibles infiltraciones y delaciones, pero éstos tomaban sus propias decisiones; incluso algunos de sus miembros no creían en el bolivarianismo. La explicación a este hecho tiene que ver, como lo señalara el Comandante Chávez, con que “…el Movimiento que dirigió el 27-N era una amalgama constituida por la coyuntura”.
Por aquellos años, la estrategia de la derecha infiltrada estaba orientada a, como ellos mismos decían: “acabar con el caudillo Chávez”. Esta estrategia fue detectada por los verdaderos bolivarianos, quienes el 27-N contravinieron algunas órdenes de sus superiores, que estaban destinadas a desprestigiar el liderazgo de nuestro Comandante Eterno.
Tanto esa división interna, como la delación previa, llevó a la derrota temprana de aquel segundo intento de rebelión en el año 1992 del siglo pasado; lo cual en nada nos impide hacer el justo reconocimiento a los patriotas que actuaron ese día pensando en la defensa de los más sagrados intereses de la Patria, algunos de los cuales perdieron la vida. Gloria eterna para ellos!!
@Adan_Coromoto