José Gregorio Linares
A raíz del triunfo de las armas patriotas en la Batalla de Carabobo, en 1821, el gobierno de Estados Unidos acentuó su acrimonia contra el Libertador e intensificó su oposición hacia sus proyectos geopolíticos. Expliquémonos:
Con esta victoria militar Bolívar logra su meta más importante: “Redondear Colombia”, es decir, concretar la existencia de una nueva nación independiente, conformada por la unión de Venezuela, Nueva Granada y Quito (Ecuador).
Antes de esta batalla, Colombia (creada en diciembre de 1819 mediante Ley Fundamental tras arrancarle al enemigo el territorio de la Nueva Granada) era un espacio abierto y discontinuo, flanqueada por todos sus costados. Pero con el triunfo patriota en Carabobo las cosas cambian. Nace un nuevo Estado. El territorio que ocupa esta nación es superior a toda Europa junta. Un solo gobierno rige sus destinos.
De modo que, a partir de 1821, Bolívar no solo es el máximo líder de un pueblo insurgente y el comandante de un ejército rebelde; es el Presidente de un Estado. En consecuencia está en condiciones de hacer, como Jefe de Estado, algo que antes no podía hacer: establecer relaciones con otros Estados y llegar a acuerdos internacionales.
Los tratados de confederación de 1821
Y esto es precisamente lo que Bolívar hace inmediatamente después de la Batalla de Carabobo. Envía —nótese la fecha—, a partir de octubre de 1821, una serie de delegados plenipotenciarios a distintos lugares de Suramérica con el objeto de firmar tratados de “unión, liga y confederación perpetua”. Son varios sus objetivos: 1) Gestionar el reconocimiento oficial de la nueva nación. 2) Firmar pactos de ayuda mutua con otros Estados con los que exista «comunidad de intereses, de origen, de lengua y religión”; a fin de sentar las bases de la unidad suramericana. 3) Preparar el camino para “la formación de una liga verdaderamente americana”; que debía estructurarse en el Congreso Anfictiónico de Panamá.
Indalecio Liévano Aguirre, en su libro Bolivarianismo y Monroísmo, explica que lo que quiere Bolívar es “reunir a las nuevas repúblicas en una Liga de Naciones”; destinada a convertirse en “el núcleo germinativo de un nuevo y supremo gobierno de la gran sociedad hispanoamericana”. Es decir, el Libertador se está planteando crear una confederación supranacional suramericana, con capacidad de disputarle en el futuro el poder a las potencias internacionales establecidas; y con capacidad real para contribuir a crear el “equilibrio del universo”. ¡No era poca cosa!
Esto, significaba un cambio en la correlación de fuerzas a favor de Suramérica. Por tanto, el Libertador debía actuar con cautela, pero con audacia, y no perder tiempo. Estaba dando un paso geopolítico delicado, que no sería bien visto por las potencias europeas ni por Estados Unidos; que aguardaba la independencia de las ex colonias de España para amputarles el territorio, apoderarse de sus riquezas y controlar a sus gobiernos.
En papeles confidenciales el Libertador explica: “Esta confederación no debe formarse simplemente sobre los principios de una alianza ordinaria para la ofensa y defensa; es necesario que la nuestra sea una sociedad de naciones hermanas, separadas por ahora y en el ejercicio de su soberanía por el curso de los acontecimientos humanos; pero unidas, fuertes y poderosas para sostenerse contra las agresiones del poder extranjero”. Su intención es “poner desde ahora los cimientos de un Cuerpo anfictiónico o Asamblea de Plenipotenciarios, que dé impulso a los intereses comunes de los Estados americanos, que dirima las discordias que puedan suscitarse en lo venidero entre pueblos que tienen unas mismas costumbres”. (Instrucciones a Joaquín Mosquera. Cúcuta, 11- 10 -1821)
A partir de 1821, fueron designados los delegados Miguel Santa María para Méjico; y Joaquín Mosquera para Chile, Perú y Argentina. De esta forma: “trataba el Libertador de crear las condiciones previas para que en el momento de producirse la convocatoria del proyectado Congreso de Panamá, ya los miembros de la futura Alianza anfictiónica estuvieran comprometidos contractualmente a consignar, en un Tratado general, las fórmulas de cooperación que habían aceptado en las negociaciones bilaterales con la República de Colombia, negociaciones que servirían de campo de prueba para explorar las dificultades y hacer las transacciones indispensables”. (Liévano Aguirre, Bolivarianismo y Monroísmo)
La Doctrina Monroe versus los tratados de 1821
Las potencias europeas y Estados Unidos no vieron con buenos ojos que una vez derrotada España, surgiera en Suramérica una gran nación (Colombia la Grande) con un Presidente de las dimensiones de Bolívar, dispuesto a impulsar una plataforma supracontinental unitaria de naciones hermanas, unidas y poderosas.
Desde Europa responden las potencias con la activación de la Santa Alianza, que es una federación de potencias europeas ultra reaccionarias, que se propone la reconquista de sus posesiones coloniales ubicadas en Suramérica y el Caribe. También EEUU reacciona ante los proyectos de unión suramericanos de Bolívar. En mayo de 1823, John Quincy Adams, —futuro presidente de los EEUU (1825-1829) y entonces secretario de Estado de James Monroe— expresa su inquietud por la preponderancia que está adquiriendo Colombia; “llamada a ser en adelante una de las naciones más poderosas de la tierra”. Meses después redacta y propone la doctrina que llevará el nombre de James Monroe; y que será anunciada en diciembre de ese año. Entonces, frente al proyecto de integración de Bolívar, establecido en los acuerdos de liga y federación perpetua de 1821, aparece EEUU con su plan geopolítico de hegemonía, expansión e injerencia, la Doctrina Monroe; que se resume en la sentencia “América para los (norte) americanos”.
De modo que podríamos aventurarnos a pensar que la doctrina Monroe es, en buena medida, la respuesta geopolítica de Estados Unidos a los planes de integración y unidad suramericanas que enarboló Bolívar como Presidente de la República de Colombia, a partir de su éxito en Carabobo en 1821. Desde entonces se mantiene este contrapunteo entre el proyecto bolivariano de independencia e integración; versus el monroísta de dominio y expansión. Y si Carabobo significa el triunfo contra un imperio colonialista; hoy es símbolo de resistencia y lucha contra otro oscuro imperio que hace la guerra y pretende someter a la República Bolivariana.