Franco Vielma
La elección contribuye a diluir relatos adversos fuera del país, pues aunque se sostienen, tienen menos asidero. El saldo político de instituciones más sólidas y una democracia más fortalecida, lo cosechamos nosotros, quienes vivimos en el país
El bloqueo está perdiendo efecto en la vida real del país. Se está debilitando, lo estamos debilitando. Ojo, no lo digo para subestimarlo. Pero si debemos reconocer que no estamos en 2019 o 2020
Sociólogo, miembro del equipo de análisis e investigación de Misión Verdad, ha seguido de cerca la historia reciente de la Venezuela asediada. Hoy, en entrevista exclusiva para Cuatro F, comparte sus reflexiones sobre la reconfiguración del mapa político de Venezuela luego de las megaelecciones celebradas el 21 de noviembre. “A casi una semana de las elecciones, todos los análisis de las oposiciones van a la numerología, las hipótesis, la distribución de culpas, teorías de la conspiración y demás hierbas aromáticas. Ningún dirigente se ha plantado a admitir que @NicolasMaduro es un eficaz estratega”, dice desde su cuenta de Twitter @franco_vielma.
– ¿Tras el 21N qué ganó y que perdió Venezuela?
—Con las recientes elecciones el país completó un proceso de renovación política en todas las instancias nacionales. Esta jornada electoral no se trató simplemente de la elección de cargos regionales y municipales. Fue un evento donde el nuevo CNE se midió frente a las circunstancias políticas. Fue una elección donde la AN electa en 2020 quedó legitimada por proponer al CNE y por allanar el camino institucional que hizo posible los acuerdos políticos que nos llevaron al 21N. El país ganó también en la elección de sus instancias regionales y locales. Son las expresiones del poder instituido que más conviven con la población en lo cotidiano. En los tiempos actuales, ello es muy relevante. Aunque unas elecciones de este tipo no tengan una apariencia extraordinaria, la verdad es que si lo son, por el contexto, por los factores en contra, por los eventos encadenados que el país vivió estos años. La elección fue un éxito político en toda la línea por todos los factores que han hecho convergencia. Venezuela no pierde nada. Pierden sus enemigos, empezando por el gobierno estadounidense.
– El gobierno de EEUU todavía no reconoce al sistema electoral venezolano. ¿Qué escenarios pueden ocurrir?
—Los escenarios siguen inamovibles. Aunque en el caso de la UE, su informe no resultó en un desconocimiento de la elección, valga aclararlo. Sin embargo, la posición estadounidense, que subordina a la suya a la de la UE, permanece invariable, tal como estaba previsto, en continuar sus medidas contra el país, que se sostienen pues son su única posición de fuerza. Sólo un diálogo entre venezolanos que desemboque en acuerdos en esa línea, podría desarticular la presión externa, podría descolocar las posiciones injerencistas. Pero tal situación, por ahora, parece lejana y tendrá nuevos obstáculos. Pero no es imposible.
– ¿Cómo quedó configurado el mapa político luego del 21N?
—Hay que mirar el mapa nacional. A mi parecer, quedó configurado a la medida de las posiciones de fuerza y convocatoria política a nivel interno. Es falso que las oposiciones sean mayoría electoral, porque las variables que determinaron la votación regional y local son múltiples, tanto así como las abstenciones y rechazos. No pueden determinarse únicamente desde lo estadístico. El actor político vencedor, por vía de votos y por posición territorial, es el chavismo. Pero la elección mostró un resultado, que le señala a una base de apoyo que necesita recuperar. Sin embargo, el mapa político debe verse con visión de conjunto. El chavismo ganó en condiciones de asimetría adversa, gana pese al enorme daño del bloqueo, gana frente a años de desgaste por asedio multidireccional y gana como mejor oferta política pese a tantos relatos en contra.
– ¿Qué pasará con las oposiciones?
—Las oposiciones tienen un destino sumamente incierto. En Venezuela debemos hablar del fin de la polarización como la hemos conocido y debemos reconocer que ya no existen dos bloques únicos a nivel de partidos. Es decir, hay oposiciones bidireccionales, que van contra el chavismo, pero van también contra el G4, tal como es el caso de la Alianza Democrática, quienes resultaron eventualmente como tercera fuerza electoral nacional y con una importante cosecha en alcaldías. El G4 es, en sí mismo, una oposición desgastada que cosecha los estragos del abstencionismo. Tenemos al llamado gobierno paralelo, que apunta en la dirección de permanencia y privilegio de Guaidó. Por otro lado, María Corina Machado, Antonio Ledezma, quienes van contra Capriles, contra Guaidó, contra la Alianza. También hay que considerar al PCV, concretamente al buró que sostiene a Oscar Figuera, como una oposición al menos circunstancial, por la izquierda. En fin, se trata de oposiciones con antagonismos frente a sí mismas y frente a ellas una de la otra. Entonces valdría la pena revisar el concepto, si por el solo hecho de que todas estas instancias tienen en común atacar al presidente Maduro, debemos entenderlos como «oposición», entre comillas, creo que no. Pensemos fuera de la caja. La política venezolana podría volverse más atomizada. Podríamos volvernos un país más como cualquiera de la región, que aunque tenga oposiciones, estas no tienen vínculos entre sí, ni hojas programáticas afines, ni posiciones de bloque o de conjunto. Nos es difícil entenderlo por nuestra gran tradición polarizada, primero con AD versus Copei, luego chavismo versus Mesa Democrática, luego chavismo versus la MUD. Pero el fenómeno de varias ofertas políticas y desvinculadas, no es nuevo en lo absoluto. Y eso reviste en un factor de incertidumbre para eso que siempre hemos llamado «oposición» y que llamamos ahora «oposiciones».
– ¿Guaidó luego del 21N qué hará?
Es muy probable que el gobierno de EEUU, decida alargarle otro año a la espuria asamblea caduca; y le den otro año más a su cada vez más indigerible presidencia imaginaria. Debemos asumirlo así, dado que los estadounidenses no han enviado por ahora señales de otra cosa. Lo que debemos preguntarnos es qué efecto tendrá ello en la política venezolana. Para el chavismo, ningún efecto que no conozcamos ya. Para las oposiciones, bueno, ahí tienen a un señor que les boicoteó las elecciones del 21N diciendo que todavía no eran libres. Dice que Capriles —quien aspira a lanzarse el 2024— fue cooptado por el chavismo. Dice que esperar a 2024 no es posible. Tampoco dice si hay que ir a revocatorio. En fin, él sostiene lo poco que le queda de sus frases mantra, como «elecciones libres», aferrándose a su silla como un delirante, haciéndose un estorbo para las demás oposiciones. Creo que el destino de Guaidó tendrá más que ver con lo que los opositores hartos de él, y los gringos, decidan hacer con él y con Leopoldo López.
– ¿Hay condiciones para un revocatorio?
—No lo creo. Las oposiciones no están unidas ni siquiera en la idea de solicitarlo. Pero eso no depende en gran medida de ellos. Quienes a fin de cuentas van a estudiar proponerlo, serán los estadounidenses, quienes por vía Guaidó y vía una parte del G4, podrían aventurarse. Estos días que ha surgido el tema, es parte de los análisis espasmódicos postelectorales, es la distribución de culpas y el laberinto antichavista tratando de fabricar una oferta política. No es producto de una hoja de ruta seria ni mucho menos de un análisis matemático. Por ejemplo, la oposición tendría que ganar un revocatorio con más de 6 millones 245 mil votos, que fue lo que sacó el presidente en 2018.
– ¿La imagen de la democracia venezolana cómo quedó tras el 21N?
—Quedó fortalecida. La elección contribuye a diluir relatos adversos fuera del país, pues aunque se sostienen, tienen menos asidero. Sin embargo, el saldo político de instituciones más sólidas y una democracia más fortalecida, lo cosechamos nosotros, quienes vivimos en el país. Desde el 22 de noviembre, tenemos un país con instancias renovadas.
– ¿Qué pasará con el bloqueo en Venezuela?
—Lamentablemente se sostendrá. Es lo que debemos asumir, dado que solo recibimos señales negativas al respecto. Lo que sí vale la pena afirmar, es que el bloqueo está perdiendo efecto en la vida real del país. Se está debilitando, lo estamos debilitando. Ojo, no lo digo para subestimarlo. Pero si debemos reconocer que no estamos en 2019 o 2020. Las fuerzas naturales de la economía interna y los efectos furtivos de la Ley Antibloqueo, están surtiendo efectos. Lo estamos haciendo un mecanismo inviable. Se ha demostrado su fracaso para hacer posible sus objetivos medulares, ya es inocultable. Nuevamente, la posibilidad de diálogos y acuerdos entre venezolanos, será un punto clave para determinar qué pasará con el bloqueo próximamente.
– ¿Qué lecciones puede aprender Venezuela tras estas elecciones?
—El chavismo gana un tiempo nada despreciable, en términos electorales y acorde a lo que hoy hay, que sería de 3 años para mirar al 2024 con un plan político de largo aliento. En las circunstancias de tanta excepcionalidad que hemos vivido estos años, eso es una proeza. El tiempo logrado, es una proeza. Hay oportunidades enormes. Hay más por hacer, para estabilizar la economía que ya se está recuperando, para tomar medidas en donde hay que tomarlas y hacer lo que hay que hacer, para recuperar la base social de apoyo, para atender a quienes más han sufrido, para maniobrar lo cotidiano, para desarrollar una nueva política de gestión territorial, para gobernar, para actuar en todos los frentes, sin dejar a nadie atrás. El chavismo siempre seguirá hurgando en sus propias claves políticas para asumir la coyuntura. Siempre lo hemos hecho contra todos los pronósticos, así que todo nos convoca al optimismo.