El 2 de diciembre de 1823, el presidente estadounidense James Monroe pronuncia su discurso anual ante el congreso, conocido como la Doctrina Monroe, en el que establece tres políticas: la primera, que Estados Unidos no aceptará la recolonización europea de las antiguas colonias por parte de sus ex metrópolis ni la expansión de Europa hacia territorio de América ya que ésta sería considerada “una disposición no amistosa hacia los Estados Unidos” y “peligrosa para nuestra paz y seguridad”. En la segunda, Estados Unidos se declara neutral en la guerra que aun sostiene la España monárquica y las repúblicas suramericanas que luchan por su independencia. En la tercera, Monroe expresa la voluntad de Estados Unidos de asumir la supremacía en Latinoamérica y el Caribe, a la que ya considera subordinada a sus intereses y parte de su zona de seguridad.
Tres acontecimientos previos
Hay tres acontecimientos previos al 2 de diciembre de 1823, que justifican la Doctrina Monroe: Por una parte, el imperio ruso, que abarcaba tres continentes; Europa, Asia y América, avanzaba sus puestos comerciales desde Alaska hacia la bahía de San Francisco. En septiembre de 1821, el zar Alejandro I emitió un úkase por el cual extiende Alaska hasta la latitud 51° N, muy adentro de la zona de Óregon, y declaraba mare clausum desde ahí hasta el estrecho de Bering.
Por otra parte, del 20 de octubre al 14 de diciembre de 1822, se celebra en Verona el último congreso de la restauración al que asisten representantes de la Cuádruple Alianza, fundada en 1815 por el Imperio Ruso, el Imperio Austríaco, el Reino de Prusia (estos tres Estados conformaban la Santa Alianza) y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, con la finalidad de decidir el futuro de España.
El tercer acontecimiento se generaba al norte de Suramérica, entre el Pacífico y el Atlántico. Una república creada por Simón Bolívar en Angostura el 17 de diciembre de 1819 y nacida políticamente en el campo de Carabobo el 24 de junio de 1821, crecía peligrosamente bajo la doctrina bolivariana que combatía el esclavismo y promovía la repartición de tierras a sus dueños originarios, lo que significaba una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y las ansias expansionistas de Estados Unidos.
Corolario Roosevelt
El 6 de diciembre de 1904, después que las potencias europeas (Alemania, Inglaterra e Italia) bombardearon y bloquearon navalmente a Venezuela en 1902 y 1903 y le quitaran Panamá a Colombia en 1903, el presidente Theodore Roosevelt proclamó el llamado “Corolario Roosevelt” a la Doctrina Monroe, considerando ahora a América Latina y el Caribe como territorio para expandir los intereses comerciales de los Estados Unidos, adicional a su propósito original, de mantener la hegemonía europea fuera del hemisferio.
Este corolario indica que si un país latinoamericano o caribeño amenaza o pone en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el gobierno de Estados Unidos está obligado a intervenir en los asuntos internos del país «descarriado» para reordenarlo, restableciendo los derechos y el patrimonio de su ciudadanía y sus empresas. Roosevelt aplicó su corolario por primera vez tomando las aduanas de la República Dominicana en 1905 para pagar a los acreedores extranjeros de esa nación. Este acontecimiento provocó una gran indignación en los dirigentes europeos y en particular del káiser Guillermo II.
Roosevelt, en la posición supremacista típica de los mandatarios estadounidenses, habla con desparpajo: “si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos”.
Sustentos teóricos y políticos de la doctrina Monroe
John Locke en su Segundo Tratado sobre el gobierno civil (1689) sentencia: “Todos los hombres son iguales y libres, perteneciendo a todos en común la tierra y todas las criaturas inferiores que habitan en ella”.
En 1786, cuando Bolívar tenía 3 años, Thomas Jefferson (1743-1826), antes de convertirse en el tercer presidente de Estados Unidos (1801-1809) y antes de que se redactara la Doctrina Monroe, dijo: “Nuestra Confederación debe ser considerada como el nido desde el cual toda América, así la del Norte como la del Sur, habrá de ser poblada. Mas cuidémonos de creer que interesa a este gran continente expulsar a los españoles. Por el momento aquellos países se encuentran en las mejores manos, y sólo temo que éstas resulten demasiado débiles para mantenerlos sujetos hasta que nuestra población haya crecido lo suficiente para írselos arrebatando pedazo a pedazo”. Esta macabra sentencia se soportaba militarmente en el Cuerpo de Marines fundado en Filadelfia el 10 de noviembre de 1775.
Jeremy Bentham, en su libro Defensa de la usura (1788) dice: “La usura, si fuera una ofensa, sería una ofensa cometida con el consentimiento, es decir, con el consentimiento de la parte supuestamente injuriada, lo cual no merece lugar en el catálogo de las ofensas, a menos que el consentimiento haya sido obtenido de forma desleal o sin libertad”
En 1804, John Quincy Adams (1758-1831), quien sería el 6° presidente de Estados Unidos (1825-1829), expande la visión de su congénere: “Lo único que esperamos es ser dueños del mundo”.
El francés Alexis de Tocqueville en el volumen 1 de su libro La democracia en América (1835) dice que: “hay que reconocer que la raza inglesa ha adquirido una inmensa preponderancia sobre todas las otras razas europeas del nuevo mundo, a las que es muy superior en civilización, en laboriosidad y en poderío. Mientras no tenga delante más que países desiertos o poco habitados, mientras no halle en su camino poblaciones numerosas a través de las cuales le sea imposible abrirse paso, se la verá extenderse sin cesar. No se detendrá en los límites trazados por los tratados, sino que desbordará por todas partes esos diques imaginarios”.
Soft Power
Gene Sharp reside en un primer piso de un edificio de Boston donde también funciona el Albert Einstein Institution (AEI). Ese piso es en realidad un laboratorio imperialista que funciona como un teatro de operaciones de desestabilización contra gobiernos que no se someten a los intereses de Estados Unidos. Desde esa central de inteligencia se han tejido las revoluciones de colores y las primaveras árabes no en balde su página web es traducida en 40 idiomas.
Los geopolitólogos Joe Nye y Robert Keohane publicaron el libro Poder e interdependencia (1977) en el que desarrollan los conceptos de interdependencia asimétrica y compleja como parte de la teoría del neoliberalismo de las relaciones internacionales. Nye en 2004 publica El poder blando: los medios para el éxito en la política mundial. Para Nye el soft power es más efectivo que el poder duro (invasión militar y guerra económica) ya que aquél se ejerce a través de la contracultura y la ideología dominante y ataca la psique: el poder es la habilidad para influenciar el comportamiento de otros y obtener los resultados que se desean.
La tendencia del soft power es “trabajar indirectamente formando el entorno para la política, y algunas veces toma años producir los resultados esperados”. Nye habla de tres categorías de análisis: cultura, valores y políticas. En su libro The future of Power (2011) Nye reitera que, dado que el poder blando es descriptivo más que normativo, puede ser manejado para propósitos infames. Este profesor de la Universidad de Harvard afirma que “La seducción siempre es más efectiva que la coacción, y valores como la democracia, derechos humanos y oportunidades individuales son profundamente seductoras”.
Doctrina Bolivariana
El 5 de agosto de 1829, Simón Bolívar, desde Guayaquil, República de Colombia, le escribe al coronel británico Patrick Campbell: “los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad”.
En 1840, en Luces y virtudes sociales, Simón Rodríguez sentencia: “la sabiduría de la Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son dos enemigos de la libertad de pensar en América”.
En 1842, en Sociedades americanas en 1828, Simón Rodríguez explica: “Los angloamericanos han dejado, en su nuevo edificio, un trozo del viejo —sin duda para contrastar— sin duda para presentar la rareza de un hombre mostrando con una mano, a los reyes el gorro de la libertad, y con la otra, levantando un garrote sobre un negro, que tienen arrodillado a sus pies”.
El 6 de noviembre de 1847, Simón Rodríguez le escribe a Anselmo Pineda: “Los anglo-americanos se han tragado a México como un pastelito”.
En el siglo XXI hay dos modelos enfrentados. Por un lado, el modelo de barbarie del neoliberalismo donde el dinero es más importante que el ser humano. Este modelo tiene en el empresario estadounidense Warren Buffett, el mayor accionista y director ejecutivo de Berkshire Hathaway, su síntesis: “Hay una guerra de clases, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y la estamos ganando”. Por otro lado, está el modelo civilizatorio que propone la Doctrina Bolivariana sustentado en toda la obra filosófica y cultural de Simón Rodríguez. Bolívar traza para la historia que “el sistema de Gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política”. Cualquier gobierno que intente acercarse a esto será derrocado por Estados Unidos. ¿Un ejemplo?
El 24 de noviembre de 1948, el Ministro de la Defensa, Carlos Delgado Chalbaud, y otros jefes militares como Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, siguiendo lineamientos de Estados Unidos, derrocaron al Presidente Rómulo Gallegos, argumentando que él no les había aceptado sus peticiones. El escritor de Doña Bárbara, el mismo día del golpe, dijo a su llegada forzosa en La Habana: “señalo al coronel Adams como participante en el derrocamiento de mi gobierno”.
Bolívar fue el objetivo de Estados Unidos entre 1824 y 1830. Los “albinos del norte” Henry Clay, William Tudor y William Henry Harrison y el cipayo Francisco de Paula Santander querían destruir la República de Colombia que creara Bolívar el 17 de diciembre de 1819 en Angostura porque representaba mucho poderío: allí estaba el sitio ideal para la construcción de un canal interoceánico, grandes sembradíos de café y cacao, inmensas riquezas naturales, el Orinoco, el Magdalena, el Meta y el Caroní, alturas como el Chimborazo, Cotopaxi, Cayambe, islas como las Galápagos, Margarita, Gorgona, San Andrés, Providencia.
Sobre sus enemigos Bolívar dice: “En fin, yo veo unidos a los malos y a los perversos de todos los extremos para derribar lo único que hay bueno y sólido, dividir después entre sí los despojos y despedazarse últimamente, sumergiendo este país para siempre en los abismos”. Con toda razón y consciente del peligro que entrañaban los planes de expansión angloamericanos, consignó esta sentencia: “Yo pienso que mejor sería para la América adoptar el Corán que el gobierno de los Estados Unidos”.
El estratega Maduro
Estamos conscientes de que hoy el mundo vive una guerra mundial desatada por el Estado Liberal Burgués que, ante la caída inminente de su modelo societal de barbarie, se vio obligado a resetearlo para imponer un nuevo orden mundial recurriendo al arma letal bioterrorista del coronavirus y así destruir a su principal enemigo económico como lo es China y que hoy, cual Frankenstein, se le escapó de su control.
Para Estados Unidos era indispensable acabar con la ruta de la seda que se inicia en China, pasa por Irán y culmina en Italia. Tres de los países donde el virus ha sembrado su horror. ¿Qué falló? Estados Unidos no contó con los adelantos científicos médicos chinos y mucho menos con los cubanos. Ya antes había bloqueado a Rusia y la patria de Lenin le demostró al mundo que sin las finanzas perversas del imperio es posible vivir con dignidad. El 12 de marzo de 2020, Anthony Fauci, máxima autoridad en enfermedades infecciosas de Estados Unidos, sentenció: “el Sistema fracasó”.
Nicolás Maduro, al enterarse de la llegada al país de dos portadores del virus los días 5 y 8 de marzo de 2020 en un vuelo de Iberia puso en cuarentena social al país con una celeridad maternal. Inmediatamente se unió a Rusia, China, Irán, Siria, Norcorea, Nicaragua y Cuba para solicitar ante la ONU el levantamiento total de las medidas coercitivas ilegales de Estados Unidos contra nuestros pueblos. Luego puso en jaque al Fondo Monetario Internacional solicitándole tácticamente un préstamo: si se lo otorgaban lo reconocían como presidente y si se lo negaban, el FMI quedaba como el malo de la película por no ayudar a vencer la pandemia. Después desarticula una acción paramilitar en el norte de Colombia lo que hizo que Trump y su fiscal general William Barr perdieran los estribos poniéndoles, cuales sheriff de películas del oeste, precio a las cabezas de la vanguardia política venezolana. Los dueños de las grandes transnacionales, dice Simón Rodríguez, padecen “la enfermedad del siglo: una sed insaciable de riqueza”. El Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de Venezuela ha enaltecido el gentilicio venezolano promoviendo la Patria Comunal como modelo civilizatorio alterno a la barbarie propia del neoliberalismo y ha demostrado un manejo trascendental de la guerra y la política para lograr un objetivo definitivo, hacer humana la humanidad, porque, como dice Simón Rodríguez, “vinimos al mundo a entreayudarnos, no a entredestruirnos”.
Sepa el presidente de turno de la Casablanca, hoy Biden, ayer Trump, antier Obama con su nueva orden ejecutiva en la que declara una «emergencia nacional» por la amenaza «inusual y extraordinaria» a la seguridad nacional y a la política exterior causada por la situación en Venezuela; trasantier Bush, quien criticaba a Chávez por «estar lleno de promesas vacías y sed de poder»; sepa el inquilino de la Casablanca de turno, que en 1818, un emisario de James Monroe llamado John Baptist Irvine insultó al gobierno venezolano, y Simón Bolívar le respondió en Angostura el 7 de octubre lo que le debe responder hoy Nicolás Maduro a Donald Trump: “no permitiré que se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra populación y el resto que queda ansia por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”. ¡Maduro es el presidente de la paz!