Por: Alí Ramón Rojas Olaya
El año 1825 es el primero de la independencia de España en Nuestra América. Rodríguez tiene 56 años, Bolívar 42 y Sucre 30. Es el año de la educación popular, de las leyes del pueblo, del proyecto de la causa social. Tres años antes, el 24 de mayo de 1822, el joven cumanés al mando del ejército revolucionario popular derrota al ejército realista español comandado por el general Melchor Aymerich en las faldas del volcán Pichincha. Este triunfo conllevó la liberación de Quito. Sucre tiene 27 años. Allí nace Ecuador, que en pocos días se une a la República de Colombia germinada en Angostura el 17 de diciembre de 1819.
En 1823 Róbinson llega a Bogotá, Sucre vence en Junín y Ayacucho en 1824, siempre bajo el mando de Bolívar. En 1825 el Libertador y “el Hombre más extraordinario del mundo”, como lo llama el Libertador, planifican un Estado Comunal basado en toparquías respaldado en leyes del poder popular de repartición de tierras entre las comunidades originarias y de educación socioproductiva comunitaria que ambos gigantes redactarán entre ayllus en diálogo permanente con amautas aymaras, quechuas, guaraníes.
Bolivia nace el 6 de agosto de 1825; Chuquisaca será llamada Sucre y será la capital. Bolívar será su primer presidente y Rodríguez su ministro plenipotenciario de educación, minas, comunicación, transporte, ciencia y arte. El Mariscal Antonio José de Sucre será el segundo presidente. Bolívar se marcha a Colombia.
Rodríguez se queda con Sucre. 26 años separan al Mariscal del político caraqueño. El Abel de América se opuso al acaparamiento de minas por parte de los monopolios. El 10 de noviembre de 1825 desde la capital boliviana le escribe al secretario general del Libertador: «Yo creo que tanto para la felicidad de las rentas, como para el provecho del país y la seguridad del gobierno, sería conveniente prohibir la venta de todas las minas a una sola compañía”. Le dio continuidad al plan de Bolívar y Rodríguez al prohibir la usurpación de tierras indígenas y plantear el rescate de la propiedad comunal. El 12 de octubre de 1820 ya había dicho: «Los pueblos indios prefieren ser gobernados por el sistema anterior al de la constitución española”.
La oligarquía chuquisaqueña le teme a la educación popular que está gestando Rodríguez. Eso de hacer una revolución económica a través de una educación popular que forje la conciencia de clase significaba un peligro: ¡El pueblo llano estudiando profesiones de utilidad para la comunidad es un horror! ¡Aspiración fundada a la propiedad! ¡Indios propietarios, dueños de bienes, medios de producción social, no, no puede ser! “Instrucción social para hacer una nación prudente, corporal para hacerla fuerte, técnica para hacerla experta y científica para hacerla pensadora” representaban un peligro para la oligarquía. Por eso su tarea es aislar al presidente Sucre para luego darle el golpe de Estado. Las relaciones entre Sucre y Rodríguez deben ser torpedeadas, de lo contrario peligra la estabilidad de los poderosos.
Simón Rodríguez señala “Yo no era un empleadillo adocenado de los que obstruyen antecámaras: yo era el brazo derecho del Gobierno: yo era el hombre que usted había honrado y recomendado en público repetidas veces: yo era encargado de dar ideas no de recibirlas: yo me había ofrecido a construir con mis conocimientos y con mi persona a la creación de un Estado, no ha someterme a formulillas, providencillas, ni decretillos. Sucre se dejó gobernar por cuatro simples, entre ellos el señor James y un capellán de monjas llamado Centeno”, escribe Rodríguez. En la carta de Oruro dice: “En Chuquisaca, Sucre me reprende como a un lacayo. No sé lo que habrá dicho, porque me salí de su palacio sin darle ni pedirle cuentas. Es muy regular que la satisfacción que haya dado a usted haya sido mi acusación”.
El 18 de abril de 1828, Sucre es herido en un motín en Chuquisaca. Sobre esto dice Rodríguez: “El vencedor de Ayacucho, y fundador del orden en Bolivia, salió gravemente herido de un motín que suscitaron, en sus tropas, los sujetos que más distinguió durante su gobierno en Chuquisaca. Lo pusieron preso en su cama. Los soldados que lo guardaban y los promotores del atentado lo insultaron, y, sin la menor consideración, lo expulsaron del país”.
En 1830 Rodríguez escribe cómo sería Bolivia de haberse concretado la causa social: “En los 4 años que han corrido desde enero del 26, en que se dio principio al establecimiento en Chuquisaca,
(1) habría (a lo menos) 25.000 personas ocupadas (con propiedad, por consiguiente) –instruidas en sus deberes morales y sociales (por consiguientes republicanas y adictas al gobierno)-, los campos estarían cultivados y los labradores tendrían casas bien construidas, amobladas y limpias- estarían decentemente vestidos -se divertirían con moderación y entenderían de sociedad… en una palabra, serían CIUDADANOS. (2) Un bajo pueblo, condenado (como en todas partes) a la miseria y propenso al desorden…convertido en GENTE DECENTE. (3) No habría amos, porque no habría ESCLAVOS –ni TITERES, porque no habría quien los hiciese BAILAR- ni guerras porque no habría a quien arrear al matadero. (4) LOS AMERICANOS estarían viendo el suelo que pisan, no mirando las estrellas. Buscando su vida en el trabajo, no rezando el padre nuestro, para pedir qué almorzar; contando con lo que tienen, no con lo que les promete el que no tiene qué dar”.
En 1825 Simón Bolívar escribe en Lima la biografía del Mariscal de Ayacucho: “El General Sucre es el Padre de Ayacucho: es el redentor de los hijos del Sol; es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco-Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”.
El 30 de septiembre de 1827 escribe Rodríguez a Bolívar desde Oruro: “La obra que yo iba a emprender exigía la presencia de usted, y usted, para consumar la suya, necesitaba de mí”. Las contradicciones propias de la revolución se superan con la dialéctica, con la revolución interior que debemos desarrollar cada uno de nosotros para neutralizar los intereses particulares, siempre desde la sensibilidad. Debemos trabajar la grandeza. Con ella podremos saber pasar la página que nos distancian de compañeros de la misma causa.
En la carta de Oruro, Rodríguez expresa a Bolívar: “Sucre me ha tratado de caprichoso…. debo perdonárselo, porque no sabe o no quiere distinguir de sentimientos ni de acciones; caprichoso es el necio…. firme es el hombre sensato. El capricho se sostiene con la terquedad – la firmeza es propia de la razón”. La unidad revolucionaria es esencial. Sin ella la lucha es efímera, la batalla no se gana y por ende no hay victoria. ¡Evitemos las divisiones!