Geraldina Colotti/ Traducción Gabriela Pereira
El socialismo bolivariano no tiene buena prensa en Italia, ni en el resto de Europa. Aunque suele ser noticia de primera página, atacado con las más grandes mentiras, luego queda relegado al silencio cuando demuestra en los hechos de ser un “experimento” vital, a pesar de los inevitables errores. Ningún lector medio será informado que, en un país llamado Venezuela, se entregan viviendas subsidiadas a las clases populares. En España, en Francia y en Italia, si no pagas la hipoteca a los bancos, te quitan la casa. Si ocupas la casa sin arrendar, un espacio, un terreno sin cultivar, te echan con la policía. Si protestas porque no tienes trabajo o porque la pensión no basta para comer, hasta te pueden meter a la cárcel. Los servicios – luz, gas, agua, recolección de basura, impuestos escolares – se pagan muy caros. No hablemos de los alquileres (dos habitaciones cuestan el equivalente a un salario entero), desde la gasolina (más de un euro y medio el litro) y del peaje en la carretera. Y se podría continuar.
¿Por qué tanto interés por Venezuela? Los grandes potentados económicos quieren, ciertamente, meterle la mano a los recursos de Venezuela, un país con las mayores reservas de petróleo del planeta, cuyo gobierno socialista destina más del 70% de su presupuesto al bienestar del pueblo.
Temen también el “contagio”, tienen miedo del ejemplo que puede difundirse también en Europa, y lograr rescatar la dignidad de los pueblos que ha sido pisoteada. “El socialismo ha fallado”, dicen tratando así de exorcizar el miedo que han probado en el siglo de las revoluciones, a 100 años de la Revolución de Octubre en Rusia y a cincuenta del asesinato del Che en Bolivia. Y en cada nueva elección – a la que van siempre menos personas- se afanan en chantajear al candidato que presenta un programa anticapitalista para que tome distancia del “castro-madurismo”. Y quienes más hablan de democracia, son quienes más toman las decisiones por decreto, ignorando el mandato popular.
Quienes más hablan de paz, son quienes más preparan las guerras y las llaman “guerras humanitarias”. Guerras clásicas o de un nuevo tipo: guerras económicas, financieras, mediáticas.
Contra Venezuela, la marea parte desde los Estados Unidos, desde la OEA de Almagro y desde Europa. La llegada de Trump ha envalentonado la vena golpista de las derechas venezolanas, que aplauden a las sanciones impuestas por el presidente de los Estados Unidos y hasta impulsan una intervención armada. Los Estados Unidos – ha dicho Trump con la ignorancia que lo caracteriza- mantendrán las sanciones contra Cuba y Venezuela hasta que no sean restablecidas “la libertad política y religiosa”. Y los países de la Unión Europea (UE) han logrado un acuerdo unánime para preparar “sanciones selectivas” contra personalidades venezolanas consideradas responsables de la “represión”. Pero ¿quién sancionará a Rajoy por la represión en España, o a Renzi por aquella en Italia?
Aquí en Italia, con el dinero de los contribuyentes, han sido invitados al Parlamento los representantes de la derecha venezolana, a conferencias internacionales, fueron premiados y reverenciados, mientras imponían violencia y devastación al pueblo venezolano durante sus llamadas protestas “pacíficas” en las que se llegó a quemar vivo a un ser humano por el pecado de parecer chavista.
Las grandes agencias de noticias dan voz a italianos que regresan para decir que “el comunismo está hambreando a las personas”. Nadie explica que aquellos italianos, luego de haber hecho fortuna en Venezuela, quisieran hacerse pagar sus pensiones en euros con el parámetro de DolarToday. Tampoco nadie cuenta el rol de muchos empresarios italianos, españoles, portugueses en el acaparamiento y en la guerra económica.
La mentira que estos medios nos cuentan es aquella de un “estado en quiebra”, de un narco-estado dirigido por dirigentes corruptos e incapaces. Por esto, amplifican las denuncias de la ex Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, que ha encontrado escucha en los más impresentables jefes de Estado que han hecho de la corrupción y de la represión moneda corriente de sus gobiernos neoliberales. Por esto, descalificando a las instituciones bolivarianas, en pleno estilo neocolonial, siendo Italia el país de Colón y de sus Carabelas. Por esto, una cierta izquierda italiana da crédito a las voces distorsionadas de algunos personajes que se definen “chavistas críticos”, para proponer una mezcla entre indigenismo y neoliberalismo, ignorando las decisiones soberanas de las poblaciones indígenas, que han votado por la Asamblea Nacional Constituyente y ahora, por ejemplo, en Amazonas. En los días que han precedido a las elecciones regionales, los medios del “mainstream” se han ejercitado a disparar encuestas, todas desfavorables al chavismo, pronosticando por la enésima mes que “Maduro tiene los días contados”, titulaban cometiendo gruesos errores, datos alterados y una ignorancia suprema sobre la historia del país.
Todo esto para desacreditar la legitimidad de las instituciones bolivarianas y preparar la entrada en escena de un gobierno paralelo, avalado por la grotesca investidura de unos falsos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, reconocidos por la OEA de Luis Almagro. El “Ministerio de las Colonias”, como justamente lo ha definido en su tiempo Fidel Castro, está organizando, de hecho, nuevos ataques contra el socialismo bolivariano.
El falso “TSJ -titulan los diarios europeos- trabajará con la OEA, con Washington y con Colombia”. Y la Europa – ha denunciado al diputado español Couzo- se prepara a no reconocer los resultados del 15 de octubre. Aunque si se hubiese hecho un referéndum separatista en los estados fronterizos de Venezuela, de seguro a Maduro no se le habría permitido, ni siquiera, un gramo de la represión desencadenada por Rajoy en España contra los independentistas catalanes. La “democracia” que gusta a Washington es la del “perrito simpático” que mueve la cola en el patio de casa de los Estados Unidos. Pero no es la nuestra.