El cumpleañero Simón Rodríguez
El 28 de octubre de 1769, es abandonado en la casa del presbítero Alejandro Carreño, en la esquina caraqueña de Luneta, un bebé que será bautizado con el nombre de Simón Narciso Jesús Carreño Rodríguez. El 7 de agosto de 1774, en la misma casa será abandonado el niño José Cayetano Carreño Rodríguez, que a la postre será el autor de la música de la primera canción patriótica, escrita por Andrés Bello, titulada «Caraqueños, otra época comienza». Este compositor de importantes piezas musicales de carácter religioso tendrá varios hijos, entre estos Manuel Antonio Carreño, autor del célebre Manual de Urbanidad y Buenas Maneras, publicado el mismo año en que nace su hija Teresa Carreño, 1853. El apellido Rodríguez es de la señora Rosalía Rodríguez, que fungirá de madre del hombre más extraordinario del mundo, como lo llama Bolívar. Entre 1793 y 1795 dará clases a 114 muchachos, 74 que pagan y 40 que no pagan por pobres, en la Escuela de Primeras Letras y Latinidad en la esquina de Veroes. Entre 1795 y 1797 participará en el movimiento independentista trinacional con Manuel Gual, José María España, Joaquina Sánchez e Isabel Gómez (la madre de Manuel Piar) en La Guaira, Francisco de Miranda, en Londres; y los educadores españoles Juan Bautista Picornell, José Lax, Sebastián Andrés, Manuel Cortés Campomanes y Bernardo Garaza, entre otros, en Madrid; todo “un auténtico movimiento precursor de la Emancipación, con ideario perfectamente definido y un plan de acción político, social y económico; con total delineamiento de una doctrina que aspiraba a la transformación nacional”, como señala Pedro Grases. Sobre esta participación, Simón Rodríguez dirá: “fui presidente de una junta secreta de conspiradores denunciada por un traidor”.
Carta de Pativilca
El 19 de enero de 1824, Simón Bolívar, al enterarse de que Simón Rodríguez está en Colombia, nuestro país, le escribe desde Pativilca una oda descolonizadoramente ambientalista:
“Sí, mi amigo querido, usted está con nosotros; mil veces dichoso el día en que usted pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por saber qué designios, qué destino tiene usted; sobre todo mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos: ya que no puedo yo volar hacia usted hágalo usted hacia mí; no perderá usted nada; contemplará usted con encanto la inmensa patria que tiene, labrada en la roca del despotismo por el buril victorioso de los libertadores, de los hermanos de usted. No, no se saciará la vista de usted delante de los cuadros, de los colosos, de los tesoros, de los secretos, de los prodigios que encierra y abarca esta soberbia Colombia. Venga usted al Chimborazo; profane usted con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto tenderá usted la vista; y al observar el cielo y la tierra admirando el pasmo de la creación terrena, podrá decir: dos eternidades me contemplan; la pasada y la que viene; y este trono de la naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indestructible y eterno como el Padre del Universo.
¿Desde dónde, pues, podrá decir usted otro tanto tan erguidamente? Amigo de la naturaleza, venga usted a preguntarle su edad, su vida y su esencia primitivas; usted no ha visto en ese mundo caduco más que las reliquias y los desechos de la próvida Madre: allá está encorvada con el peso de los años, de las enfermedades y del hálito pestífero de los hombres; aquí está doncella, inmaculada, hermosa, adornada por la mano misma del Creador. No, el tacto profano del hombre todavía no ha marchitado sus divinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus virtudes intactas”. En esta epístola, Simón Bolívar, en acto de reciprocidad y agradecimiento, le dice a Rodríguez: “usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”.
Estos puntos cardinales pedagógicos representan la rosa de los vientos que debemos seguir en estos tiempos de guerra híbrida con la que Estados Unidos y la Unión Europea agreden al pueblo de Venezuela con medidas coercitivas unilaterales.
Decálogo Robinsoniano
Un decálogo es un conjunto de normas, máximas, consejos y sentencias que, aunque no sean diez, son fundamentales para el desarrollo de una actividad o para el afianzamiento de una doctrina. Simón Rodríguez, sabe que “comunicar es hacer común, y común es lo que no pertenece a uno solo, lo que pasa de uno a otro por un medio o de un modo cualquiera. Las palabras son medios y las frases son modos de comunicar ideas”. Rodríguez, consciente de que “nada importa tanto como el tener pueblo: formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonan por la causa social”, nos obsequia este decálogo para que nos sirva de brújula ética y política en la co-creación de la patria bolivariana en esta nueva época de transición al socialismo. La primera está relacionada con la topofilia (amor a la tierra, al terruño, al lugar de nacimiento) y a la toparquía (Poder de la gente de cada lugar que se plantea resolver necesidades concretas a partir de las potencialidades de cada espacio preciso). La segunda es descolonizadora, la tercera nos habla de la Educación Popular. La cuarta gira en torno a la teoría de las necesidades. La quinta es sobre instruir, educar y el carácter feminista de la revolución. La sexta es ecosocialista. La séptima es sobre la comunión y la sensibilidad. La octava nos habla del capitalismo y la clase obrera. La novena versa sobre el carácter irenológico (la irenología es la ciencia que estudia la paz) de la doctrina bolivariana y sobre la importancia de la comunidad latinoamericana y caribeña. La última nos convoca a concienciar el porqué Simón Bolívar es nuestro referente ético y político.
1. “El producto de la tierra es la mejor hipoteca”. Comprendamos que “la verdadera utilidad de la creación es hacer que los habitantes se interesen en la prosperidad de su suelo”. Esta utopía topofílica es esencial para que haya “una confederación de toparquías, el gobierno más perfecto de cuantos pueda imaginar la mejor política”.
2. “Más cuenta nos tiene entender a un indio que a Ovidio”. Debemos inventar, no errar. Inventar es resistir activando los poderes creadores del pueblo, es renacer con la esperanza de otro mundo posible “donde sea menos penosa la vida” y revolucionar con la conciencia de que el capitalismo “es la enfermedad producida por una sed insaciable de riqueza”. Errar es copiar el modelo civilizatorio occidental, “la sabiduría de la Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son dos enemigos de la libertad de pensar en América”.
3. “Hacer que el Pueblo sea republicano se consigue con una Educación Popular destinando las gentes a ejercicios útiles, y haciendo que aspiren fundadamente a la propiedad”. Para lograr esto debemos vencer la repugnancia a asociarnos para emprender y el temor de aconsejarnos para proceder, formemos sociedades económicas. Concienciemos que “una revolución política pide una revolución económica”.
4. La teoría de las necesidades radica en las básicas: “dar comida al hambriento, vestido al desnudo, posada al peregrino, remedios al enfermo y distraer de sus penas al triste”.
5. Hay que instruir para que haya quien sepa y educar para que haya quien haga. Los varones deben aprender los tres oficios principales, albañilería, carpintería y herrería porque con tierras, maderas y metales se hacen las cosas más necesarias. Hay que dar instrucción y oficio a las mujeres para que no se prostituyan por necesidad, ni hagan del matrimonio una especulación para asegurar su subsistencia.
6. «Conocer la naturaleza en cuanto nos es permitido es un deber porque estamos rodeados de cosas, y sorprendidos por accidentes, que llamamos circunstancias, y viendo fenómenos que podemos, y que, en muchos casos, nos conviene saber explicar. Dependemos de las circunstancias, luego, es menester acostumbrarnos a obedecerles».
7. La comunión es un término que surge de la alianza entre las palabras común y unión. Su significado esencial alude a la participación de varias personas en algo común. Esto quiere decir que los participantes comparten una serie de valores, ideas, preceptos y lo expresan mediante su trato o mediante acciones concretas. “La mayor fatalidad del hombre, en el estado social, es no tener, con sus semejantes, un común sentir de lo que conviene a todos”. En este sentido, “es menester ser muy sensible para convertir el mal ajeno en propio”.
8. “No consintamos que el comercio asalaríe por su cuenta a los obreros, para reducirlos a la condición de esclavos”. Tengamos presente que “los empresarios, meramente capitalistas, son una ruina manifiesta de la industria bajo la apariencia de protección. Nadie tiene derecho para ganar, sino empleando su trabajo o arriesgando su capital. Hacer frente a una empresa, contando con el trabajo ajeno, sin comprometer sus intereses, es la especulación más sencilla, en cuanto a cálculo, y de ordinario la más fácil, porque cuenta con la miseria del obrero”.
9. Tengamos siempre plena conciencia del carácter irenológico del ideario bolivariano: “vinimos al mundo no a entredestruirnos, sino a entreayudarnos”. “Hagan las Repúblicas nacientes de la India Occidental un sincolombismo. Borren las divisiones territoriales de la administración colonial, y no reconozcan otros límites que los del océano. ¡Sean amigas si quieren ser libres!”
10. “El hombre de la América del Sur es Bolívar. Se empeñan sus enemigos en hacerlo odioso o despreciable, y arrastran la opinión de los que no lo conocen. Si se les permite desacreditar el modelo, no habrá quien quiera imitarlo; y si los Directores de las nuevas Repúblicas no imitan a Bolívar, la causa de la libertad es perdida”.