Xi Jinping y el XX Congreso del PCCh
El partido debe mantener en alto la bandera del socialismo chino, actualizar el marxismo en esta clave y avanzar en el proceso histórico de una gran renovación nacional, aplicando las disposiciones del «Plan global en cinco ejes” y las líneas estratégicas de las “Cuatro integralidades”
Desde el domingo 16 de octubre, y hasta el 22, se desarrolla en Pekín el XX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), al que asisten 2.300 delegados de todo el país. El PCCh, columna vertebral del gigante asiático, se reúne cada 5 años, precedido de un amplio debate en la sociedad y en los órganos políticos que lo representan y que conforman el partido, fundado por Mao Zedong en 1921.
El PCCh, que en 1949 fundó la República Popular de China, es ahora el segundo partido más grande del mundo en número de miembros (más de 96 millones), después del Partido Bharatiya Janata de la India, y es el mayor partido marxista en el poder en el mundo al frente de un país inmenso, cuya población representa el 20% de la global; una economía mundial fundamental que compite con EEUU.
Los delegados elegirán un nuevo Comité Central integrado por 123 personas; el Buró Político cuenta con 25 y una Comisión Permanente, integrada actualmente por 7 miembros. Bajo la regla de “cinco abajo y ocho arriba”, los dirigentes deben tener menos de 67 años en el momento de su nombramiento, lo que está dando lugar a una renovación general.
Por otro lado, la renovación es mínima en términos de igualdad de género, aunque el número de mujeres electas ha aumentado un 2,8% respecto al congreso anterior, su presencia general es de solo 26,95%. Y en el Buró Político solo hay una mujer. La misma situación que existía en el Politburó de la Unión Soviética, donde las mujeres llegaban a ser un 33% en el Soviet Supremo, y tenían una presencia absolutamente igualitaria en todas las estructuras de la sociedad.
El congreso que tiene lugar en Pekín es considerado decisivo, en primer lugar por la complicada situación internacional que influye también en las opciones de política interna del “socialismo con peculiaridades chinas para una nueva era”, liderado por Xi Jinping.
No en vano, en su discurso preparatorio del congreso, el secretario general invitó al PCCh a prepararse para «enfrentar fuertes vientos, aguas revueltas y hasta peligrosas tormentas»; desplegando «un gran espíritu de lucha» para el largo camino que hay por delante: «sin caer en el error , sin tener miedo de los demonios o ceder a la presión”.
El PCCh en su conjunto —dijo— debe permanecer fiel al objetivo fundamental de servir de todo corazón al pueblo, aceptando sus críticas y vigilancias, «compartiendo con ellos el mismo aliento y el mismo destino».
China piensa en el largo plazo, imaginando, sin embargo, las etapas concretas, definidas en sus planes quinquenales, a través de los cuales se convertirá en «un país socialista moderno en todos los campos». Por eso, dijo Xi, el partido debe mantener en alto la bandera del socialismo chino, actualizar el marxismo en esta clave y avanzar en el proceso histórico de una gran renovación nacional, aplicando las disposiciones del «Plan global en cinco ejes” y las líneas estratégicas de las “Cuatro integralidades”.
Por ello, se trata de centrarse en la “prosperidad común” para reducir las desigualdades; darle prioridad al mercado nacional, en una dirección alternativa a la de la globalización capitalista. En la década bajo el liderazgo de Xi, los resultados fueron sin duda positivos, tanto en términos económicos, como de cohesión interna, así como de crecimiento, protagonismo y prestigio a nivel internacional.
En el plano económico, China ha tenido un crecimiento medio de 6%, matizado por la victoria sobre la pobreza absoluta, por la modernización de las infraestructuras, por el nivel de desarrollo de la tecnología que, aunque todavía dependiente de la extranjera, preocupa al imperialismo estadounidense, que ha librado una guerra comercial —primero con Trump y luego con Biden— destinada a cerrarles la puerta a las marcas chinas: en cuanto a Huawei, líder mundial en el sector de la 5G y las redes de telecomunicaciones.
Ahora, debido a la situación económica mundial, tras las estrictas medidas de confinamiento que han reducido la producción y el consumo, y la crisis inmobiliaria; la economía está estancada. Por ello, dos conceptos clave resuenan en el XX Congreso: “seguridad” y “autosuficiencia”. El primero tiene que ver con el deterioro de las relaciones con Estados Unidos por el Mar de China y con las tensiones internacionales por el conflicto de Ucrania, pero también por las relativas a Taiwán. No se excluye que el provocador viaje de Nancy Pelosi a la antigua Formosa tuviera en la mira al Congreso del PCCh y fuera un torpedo contra Xi, de cara a su tercer mandato.
En 2018, una enmienda a la constitución permitió superar el límite de diez años para el cargo máximo del partido. Y ahora Xi, nacido en 1953, hijo de uno de los fundadores de la guerrilla que accionó en el norte de China contra el Kuomintang (y que luego cayó en desgracia), todavía podrá seguir al frente del partido y del país. En un futuro próximo, está la cumbre del G20 en Indonesia el 15 y 16 de noviembre: la primera oportunidad de reunirse en presencia de Biden y Putin, tras el estallido del conflicto en Ucrania. El papel de China puede ser decisivo.
En febrero pasado, con motivo de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing, China y Rusia demostraron que su relación bilateral puede considerarse en su punto más alto desde la época de Mao. Xi y Putin, de hecho, han firmado un nuevo e importante acuerdo de treinta años para el suministro de gas desde el Lejano Oriente siberiano, y han emitido una declaración conjunta que indica la importancia de la relación en la redefinición de un mundo multipolar.
La declaración pide una mayor integración entre la Unión Económica Euroasiática y la Iniciativa Belt and Road (BRI). Lanzado oficialmente en septiembre de 2013, el BRI está en el centro de la política exterior de la administración Xi. Incluye una red de programas de inversión que buscan desarrollar infraestructura y promover la integración económica dentro de los países socios.
A nivel nacional, involucra a la economía china y genera legitimidad. A nivel internacional, Xi dijo que la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la seda está diseñada para una cooperación de ganar-ganar y el beneficio mutuo de China y los países participantes, y que busca promover la multipolaridad, la globalización económica no asimétrica y la diversificación cultural. Hay cinco prioridades principales descritas en el BRI, que incluyen la coordinación de políticas, la conectividad de la infraestructura, el comercio sin trabas, la integración financiera y la conexión de las personas.
Inicialmente, el BRI fue un intento de conectar Asia y Europa a través de África y Medio Oriente, sin América Latina. En diciembre de 2021, 20 de los 24 países de América Latina y el Caribe se inscribieron para participar en el BRI. Y el plan de acción conjunto China-CELAC para 2022-2024 proyecta más cooperación a nivel continental.