Por: Beatriz Rondón
“Seamos la pesadilla de los que pretenden arrebatarnos los sueños”. ¿Dónde, cuándo y ante quiénes dijo estas palabras Ernesto Che Guevara?
En un discurso, en 1965, a pocos años antes de su partida, en un contexto de opresión y desigualdad, y en el epicentro palpitante y encendido de circunstancias en el mundo: de sublevaciones, resistencias, de sacrificios individuales; el Che instó al pueblo a no rendirse ante las fuerzas que buscaban silenciarnos y arrebatarnos los anhelos.
Fue un grito de batalla escuchado en los confines del mundo, un llamado a la esperanza, esa metafórica manera de resistencia humana: nacía la Cuba socialista, aún no se sedimentaban las luchas, ni se apagaban las hogueras nacidas entre las barricadas del mayo francés, ni se opacaban las proclamas por la libertad y la independencia de Vietnam; y en Venezuela se vivía una lucha sin cuartel entre los obstinados movimientos guerrilleros y los negociadores del Pacto de Punto Fijo.
Una mayoría revuelta, agitada por los ideales y las luchas independentistas, escuchó los ecos de esas palabras.
Hoy, el pueblo venezolano, de pie, con la fuerza en el corazón, se niega a sucumbir ante la opresión y la injusticia. Esta frase del Che es un recordatorio de que los sueños, esos anhelos que nos impulsan a seguir adelante, son la esencia misma de nuestra humanidad.
Son la luz que guía nuestro camino, la fuerza que nos motiva a luchar por nuestra independencia y soberanía. Por eso, es necesario que nos levantemos como una fuerza unida, dispuestos a defender nuestros sueños con uñas y dientes.
Debemos convertirnos en la pesadilla de aquellos que intentan oscurecer nuestro futuro.
Por amor a la Patria, cuyo sentimiento profundo nos une a la tierra que nos vio nacer, a su historia, su cultura y su gente: es un pilar fundamental en la construcción de sociedades fuertes y resilientes.
Es un sentimiento que va más allá de la simple identificación con un territorio o una bandera, es un compromiso activo con el bienestar de nuestra nación y con el progreso de sus ciudadanos.
Con Chávez entendimos que el patriotismo es la expresión genuina de la gesta libertadora llevada por Bolívar. No se trata de una exaltación nacionalista ciega, ni de una defensa acrítica de todo lo que nos pertenece. Por el contrario, se trata de un amor crítico y reflexivo, que nos impulsa a trabajar por mejorar nuestra nación, a corregir sus errores y a fortalecer sus virtudes.
El amor a la Patria se manifiesta de diversas maneras. Se refleja en el orgullo que sentimos por nuestros logros, en la admiración que profesamos por nuestros héroes y heroínas, en el respeto que guardamos por nuestras tradiciones, por nuestra cosmogonía.
Pero, sobre todo, se manifiesta en las acciones que emprendemos para construir un futuro mejor para nuestro país.
Un verdadero patriota es aquel que se preocupa por el bienestar de sus compatriotas, que lucha por la justicia social, por la igualdad de oportunidades y por el desarrollo sostenible de su nación.
Es aquel que se involucra en la vida pública, que participa en la toma de decisiones y que exige transparencia y rendición de cuentas a sus gobernantes.
El amor a la Patria, también significa contribuir a construir un mundo más justo y equitativo, donde todas las naciones puedan prosperar y alcanzar su máximo potencial. Es el motor que impulsa el progreso y el bienestar de los ciudadanos.
En un mundo de desigualdad y pobreza, el amor a la Patria cobra aún más relevancia. Es un llamado a la acción, una invitación a unirnos para construir una sociedad libre y profundamente solidaria.
Es importante recordar la historia de nuestra Patria, sus luchas, sus victorias y sus derrotas.
Este 28 de Julio la batalla no solo será electoral: es y será dialécticamente el salto, el desafío necesario para profundar, refundar, surcar, entrañar los idearios de libertad y antiimperialistas de Chávez y Bolívar.