Por: Federico Ruiz Tirado
EEUU busca profundizar el cerco contra Venezuela. Sus prácticas muestran los colmillos en Re Mayor. Los ojos de Biden y Trump vigilan como caimán en boca’e caño los vericuetos de la ruta explosiva.
Ese plan recolonizador es un tren puesto en marcha para invadir a América Latina.
Trump saltó la talanquera empresarial: del emporio turístico y el comercio de las misses, es ahora el cerebro periférico de un fulano «nuevo orden mundial», formado por extraterrestres que van y vienen en ovnis manejados con inteligencia artificial, desde Plutón pasando por el Caribe hasta planear sobre el río Esequibo.
Para la geopolítica, Venezuela es la “Doble Cena”. Pero no podrán trancar el juego, a pesar de la mediática internacional, que de nuevo se ha enseñoreado inútilmente.
En el 2016, Samuel Moncada lo retrató muy bien: la guerra de recolonización de Trump contra Venezuela es, en alto relieve, un plan de invasión militar por parte de los Estados Unidos contra Venezuela.
«Un evento nunca visto en nuestra historia», dijo Samuel. Como si fuera un estreno cinematográfico de última generación.
Pero en realidad a la película se le trancó el serrucho después de la fabricación de Guaidó, quien anda por ahí matando tigres y jodiendo el parque. Entonces los asesores, los perros de la guerra, elaboraron un expediente para dar un paso y justificar la recolonización de Venezuela; ya no a través de la imposición de un Gobierno títere en nuestro país, sino en la conjugación de unos cuantos factores para socavar la paz y truncar los caminos de la multipolaridad.
Trump y Biden fantasean con convertir a Venezuela en colonia. Son los ventrílocuos del Destino Manifiesto.
Dijo Moncada, el objetivo imperial es hasta el final. Esta criminal campaña de agresión contra nuestra Patria es el preámbulo de una acción militar en la región que permita a los Estados Unidos gobernar directamente a través de sus empleados como si fueran parte de una compañía petrolera extranjera.
Con la detención de la señora Rocío San Miguel, nuestro gobierno desenmaraña una peligrosa intentona de magnicidio y generación de caos en varios estados del país y en la Fuerza Armada.
Se procedió a la suspensión de las actividades la Oficina de Derechos Humanos de la ONU y su expulsión del país.
Como suele ocurrir, los discípulos de Bachelet rezongaron sin aliento y los aullidos llegaron hasta las alcobas del Palacio Real de Felipe VI.
Las palabras de Ravina Shamdasani, portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, resuenan como un eco en un cañón vacío, aullidos serranos (Bachelet, Almagro, Insulsa) de una fiera lamiéndose las heridas.
Es por eso que Don Marcos Rodríguez Cantero, Cónsul de España y pana burda de la oposición venezolana, se llegara por orden Real a conocer las instalaciones del Helicoide.