Palmieri pide diálogo y los españoles no saben qué hacer
La derecha apátrida niega la Navidad, deplora el adelanto del tiempo pascual decretado por el presidente Nicolás Maduro, pero el ambiente festivo la rodea y hace cundir el desconcierto. Llegan mal a la Navidad y por eso protestan y chillan.
En ese trance, el jefe máximo de ese sector de la oposición, el procónsul estadounidense Francisco «Paco» Palmieri ofrece señales desconcertantes para sus huestes. Desde su centro de operaciones en Bogotá, habla de llegar a acuerdos en torno al 10 de enero y con miras al año electoral 2025.
Los radicales reaccionan con mucha rabia o con signos depresivos. El mismo sujeto que montó toda la operación psicológica poselectoral, que supuestamente conduciría al jaque mate del “rrrégimen”, les sale ahora con esas poses conciliadoras y da la impresión de que ha capitulado.
Para los factores extremos de la oposición, el clima de incertidumbre que generan las elecciones en Estados Unidos es causa de demencia. Washington parece haber delegado el tema Venezuela a sus lacayos españoles, quienes tampoco saben qué hacer respecto al pesado fardo de Edmundo González Urrutia y el combo de vivianes que lo aúpa por allá. En un foro de europeos sabihondos, el expresidente del gobierno hispano, Felipe González, le dijo en su cara a González Urrutia que no había ganado las elecciones, que no se sabía quién las había ganado y que no hay manera de saberlo. ¡Vaya, con amigos así, para qué se necesitan enemigos!
Con el ambiente navideño en desarrollo, muy a su pesar, eso de estar pendientes de las líneas que les fijan desde el exterior es un auténtico fastidio. Más les valdría poner el nacimiento, el arbolito o —para los más pitiyanquis—, el trineo de Santa Claus, y dedicarse a degustar hallacas y pan de jamón. ¡Anímense!
Un actor medio cómico que quiere sangre
La crisis de la derecha venezolana es profunda. No tiene un liderazgo unificado ni tampoco una propuesta alternativa de país. Su único objetivo común es destruir lo que se ha construido en un cuarto de siglo y, peor aún, vengarse de la dirigencia y la militancia bolivariana, borrándola del mapa, dicho sea en sentido nada figurado.
Esos desviados afanes producen verdaderos engendros: dirigentes, opinadores, periodistas e influencers que solo transmiten odio, rencor y maledicencias.
En ese contexto surgen planteamientos como el del actor de cine y televisión Orlando Urdaneta, un tipo con fama de ser medio cómico, quien propone directa y crudamente el asesinato del presidente Nicolás Maduro y de los integrantes del alto gobierno.
Mucha gente aconseja no prestarle atención, habida cuenta de que ha estado involucrado en acciones golpistas desde el lejano abril de 2002, cuando se paseaba como un perdonavidas por Fuerte Tiuna [antes de salir huyendo despavorido, pero ese es otro asunto]. Agregan que es un hombre muy amargado y posiblemente afectado por alguna adicción.
Parece razonable esa postura de no gastar pólvora en semejante zamuro, pero es prudente observar que Urdaneta encarna el punto de vista de un segmento de la oposición, cuya dimensión habría que cuantificar, formada por gente muy dañada por tantos años de matrices de opinión perversas. Hay que extremar las precauciones con esa gente, pues el 29 y 30 de julio tuvimos una pequeña muestra de los arranques de violencia de los que son capaces.
Pelea a cuchillo en PJ
La Navidad anticipada encuentra a ciertos sectores del antichavismo enfrascados en unas peleas internas terribles, en su permanente disputa por el liderazgo de la oposición y, sobre todo, por los jugosos negocios que han logrado asumir mediante la artimaña del interinato.
Uno de los focos de la división está en el partido de ultraderecha Primero Justicia, cuyos dos líderes fundamentales, Henrique Capriles Radonski y Julio Borges han roto su relación al modo de un divorcio traumático y escandaloso con platos rotos y maletas puestas en la puerta o arrojadas por el balcón.
Resulta hasta cierto punto gracioso que todo lo que ambos han dicho uno del otro ya antes había sido denunciado por personas afectas al proceso revolucionario. Con las acusaciones mutuas queda demostrado que ambos dirigentes son mediocres, ambiciosos, vanidosos, malas personas y están en la política para enriquecerse, chupando fondos del patrimonio público.
Estos ajustes de cuentas entre pranes seguramente agudizan el descontento y la tristeza del ciudadano común opositor, ese que ha puesto sus esperanzas en estos personajes. Qué malas sensaciones para una Navidad adelantada.
Corrupción zuliana opositora
Conectado con el rebumbio de Primero Justicia está el escándalo de la Alcaldía de Maracaibo, que ya derivó en proceso judicial contra su titular, Rafael Ramírez.
Queda en evidencia que esta dirigencia es capaz de depredar la riqueza nacional estando en la oposición y también desempeñando cargos públicos. Su voracidad es legendaria, lo mismo que sus redes de cómplices.
En estas semanas finales del año, cuando falta poco para el inicio de otro año electoral, se puede dar por demostrado que los líderes antichavistas carecen por completo de autoridad moral para presentarse como los salvadores del país ante la corrupción y la ineficiencia.
Lo ocurrido en la segunda ciudad de Venezuela, en una de las circunscripciones electorales más nutridas del país, en la estratégica región zuliana tiene influencia en el resto de la nación y no deja bien parada a la clase política opositora. Con razón no les queda más remedio que criticar el inicio anticipado de la Navidad.