Cuando los fracasos son un negocio
Más autoproclamaciones e interinatos
Que la oposición repita sus errores y sus estrategias y tácticas fracasadas pude parecer una conducta demencial, pero no lo es tanto si se considera otra variable del problema: esos errores y fracasos son su negocio.
Por ejemplo, ¿qué sentido tiene que el excandidato Edmundo González Urrutia se autoproclame presidente (de una Venezuela no bolivariana, con bandera de siete estrellas), en un lugar de Madrid, si ya ese experimento fracasó con Juan Guaidó, en un momento mucho más propicio para tal plan, pues el país estaba al borde del nocaut por el bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales?
Bueno, tiene el sentido de que el interinato demostró ser una mina de oro para los falsos líderes opositores que, a través de esa maniobra delictiva, en complicidad con los grandes poderes imperiales, lograron apoderarse de fabulosos recursos pertenecientes al Estado venezolano.
González Urrutia y su entorno esperan seguir el ejemplo de Guaidó, lo que no será tan complicado si se tiene en cuenta que quienes manejan los hilos de la nueva marioneta son, básicamente, los integrantes del mismo combo de hampones que guiaba al anterior autoproclamado.
Más sanciones, por favor
Las mal llamadas sanciones también han sido una política fallida, tal como han tenido que reconocerlo altos jerarcas estadounidenses. Pero los cabecillas de la banda opositora insisten en pedirlas. No es que crean que ahora sí van a lograr derrocar al gobierno con ellas. Lo hacen porque es otra de sus fuentes de riqueza fácil.
Durante años, los mangantes de la derecha desvergonzada han traficado influencias para sacarles dinero a empresarios; a cambio de gestionar licencias para evadir las «sanciones», o para no denunciarlos a través de medios y redes. Varios políticos, dueños de portales periodísticos, comunicadores e influencers se han hecho millonarios así.
Si las medidas coercitivas cesaran, esa tramoya se les caería, igual que la narrativa asociada a ellas, en la que la «comunidad internacional» repudia ampliamente al gobierno venezolano y aplica castigos para salvar al pueblo y defender los derechos humanos.
Más estafas al militante común
La oposición tiene larga experiencia estafando a sus militantes, no sólo mediante promesas políticas falsas, como aquella de “la última cola” o la más reciente de “hasta el final”, sino también en el plano financiero, con estafas propiamente dichas.
Una de las grandes estafas en años recientes ha sido el uso de los fondos «donados» (es un decir) por las agencias gubernamentales de Estados Unidos y Europa, así como organismos internacionales, para auxiliar a los migrantes venezolanos.
Toda esa plata, igual que los aportes de particulares, ha ido a parar a las cuentas bancarias de los dirigentes que viven en el exilio dorado, configurando un negocio redondo, pues fue esa misma oposición apátrida la que indujo al éxodo a tanta gente, desesperada por los efectos de la guerra económica, las medidas coercitivas unilaterales y el bloqueo imperial.
Hasta el dinero recaudado para atender la publicitada «crisis humanitaria» de 2019 (causada, de nuevo, por la guerra económica, el bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales, hay que repetirlo hasta la saciedad,) fue saqueado por los «líderes» que terminaron con apartamentos y carros en Bogotá, mientras los migrantes comunes se comían un cable y sufrían toda clase de ataques xenofóbicos.
Tras las elecciones de julio, las mentes maestras de la trácala y el martillo montaron una nueva modalidad de estafa, convocando a los electores que sufragaron por la opción de la extrema derecha a “votar ahora con dólares”, es decir, a entregar una especie de diezmo para financiar una supuesta operación militar contra Venezuela.
Ese tipo de recaudaciones pueden ser tipificadas como delitos, incluso en Estados Unidos (país donde las autoridades ofrecen recompensas por presidentes de otras naciones), y es por ello que sus promotores, entre ellos el empresario-sicario Erik Prince y el asesino prófugo Iván Simonovis, se apresuraron a decir que el negocio no era de ellos, sino que sólo estaban contribuyendo de buena fe.
Por su lado, las personas que contribuyeron quedaron no sólo “tumbadas” por los estafadores, sino también sujetas a ser acusadas de graves hechos punibles.
Más grupos de Lima
Los voceros venezolanos partidistas y mediáticos de la oposición no son los únicos que viven, cual parásitos, del cuento de la «resistencia contra la dictadura». También lo hace una pléyade de proxenetas de la política internacional, entre quienes destacan varios expresidentes latinoamericanos y españoles que, en su momento, atizaron las brasas del malhadado Grupo de Lima.
Aunque esos personajes desarrollaron gestiones nefastas para sus pueblos en materia económica y de derechos humanos, han perfeccionado su negocio de cobrar por hablar mal de Venezuela y hacer lobby para que se produzca una intervención militar o cualquier salida extraconstitucional, incluyendo el magnicidio.
Figuras derrotadas y repudiadas en sus respectivos países, estos individuos están prestos siempre a firmar comunicados conjuntos o a enviar mensajes individuales a través de la prensa global o de sus redes sociales, previo pago de su tarifa por servicios prestados. Qué negocio.