A pocos días antes de las elecciones en el Perú, segunda vuelta de las presidenciales, hemos presenciado acciones y pronunciamientos que deberían haber desaparecido de nuestro hemisferio.
La ventaja en la intención de voto la tiene el candidato izquierdista Pedro Castillo. A partir de allí, elementos de la antípoda política lo han amenazado públicamente de muerte, otro personaje pidió que se eliminara del padrón electoral a todos los»comunistas».
No falta aquello de que si gana Castillo le quitarán sus viviendas o vehículos a la clase media, una clase media cada vez más agobiada por las limitaciones del modelo imperante en Perú.
Una clase media que vio como la pandemia de la Covid 19 le quitó o puso en peligro sus pocos ahorros, en un país donde por diseño constitucional el estado invierte en salud menos que Chile y Colombia.
Perú es un país tan desigual que en su capital existe un muro que divide a pobres de pudientes.
Pero esa desigualdad la sufren con mayor rigor en las provincias.
Otro factor primordial en el país incaico es el de la corrupción. Tiene el triste récord de tener todos sus ex presidentes, de 1990 hasta aquí, procesados; también ex ministros o dirigentes políticos, están inmersos en hechos de corrupción.
El descrédito de la clase política peruana es enorme.
Keiko Fujimori, la candidata derechista, estuvo privada de libertad por lo mismo.
Ahora los medios afines al establishment que culparon, justificadamente, a Keiko, deben hacer malabares para denostar de Castillo y hacer ver a Fujimori como «el mal menor».
En esa tarea se han sumado personajes como Mario Vargas Llosa, enemigo del clan Fujimori por más de dos décadas.
Parece que la campaña de terror no afectará la candidatura de Castillo, que ya habla de convocar a una Constituyente para refundar el Perú.
El triunfo de Castillo traería repercusiones importantes en la geopolítica regional, sobre todo hoy con una Colombia convulsa y una Chile que apunta hacia una Carta Magna distinta a la pinochetista.
Por: Eduardo Cornejo De Acosta