A este contexto de nueva ola nazi en Europa, con pretensiones de ramificación a otras zonas del mundo, se suma el crecimiento de la ultraderecha en España, Austria y ahora con la candidata de extrema derecha Marine Le Pen
Por: Walter Ortiz.- La fecha del 17 de diciembre de 2021 pudiese pasar desapercibida a cualquier ojo analítico; pero, cuando vemos más de cerca, se produjo un hecho revelador de la actual escalada; presentada hoy como amenaza a una paz mundial cada vez más resquebrajada.
En el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas, a instancias de la Federación de Rusia, fue presentada una resolución cuyo propósito era “Combatir la glorificación del nazismo, neo nazismo y otras prácticas que contribuyen a exacerbar las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia”.
El documento procuraba el rechazo a “glorificar a los involucrados en los crímenes del nazismo, incluido el blanqueo de ex miembros de la organización SS, incluidas las unidades Waffen-SS, reconocidas como criminales por el Tribunal de Nuremberg”, cuestión que de suyo pretende impedir una especie de revisión histórica de los crímenes del nazismo en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.
Dicha propuesta respaldada por 130 Estados, tuvo tanto el voto negativo de Ucrania así como de EEUU, sumando la abstención de la mayoría de sus aliados incluida la Unión Europea con 49 abstenciones. No faltaron excusas para ello, especialmente de quienes negaron dicha resolución, afirmando que no pueden cercenar la libertad de expresión y el debate sobre el nazismo con esa visión muy particular y acomodada de EEUU y sus aliados europeos, rígida o flexible de acuerdo sus intereses.
Por su lado Ucrania tiene todos los elementos internos para evadir el tema, siendo que la revolución de colores que llevó al poder a la clase política que hoy gobierna ese Estado, con Volodimir Zelenski a la cabeza, tiene como estandartes claros tanto a los símbolos del nazismo, así como hechos claros tanto al intentar tomar el poder por la fuerza, como en su ejercicio posterior.
Esto se observa en forma clara en los más de 15 mil seres humanos asesinados en los ataques constantes, desde 2015 para acá, a regiones pro rusas como Donetsk y Lugansk o al considerar la matanza de la Casa de los Sindicatos de trabajadores de Odessa en pleno Euromaidan, o en el símbolo del regimiento Azov, grupo paramilitar de extrema derecha que forma parte de la Guardia Nacional de Ucrania, que hace recordar con una especie de esvástica al conocido Wolfsangel utilizado por los nazis.
Este batallón ucraniano, hoy presentado de manera angelical y épica por los países de occidente que procuran asilar por completo a la Federación de Rusia, alimentando la prolongación de la guerra en suelo ucraniano, tiene como factor recurrente entre sus integrantes una ideología ultranacionalista blanca, básicamente racista, supremacista, de mano militar y marcadamente xenófoba, no dejando a la suposición ni imaginación su apoyo abierto y admiración por el nazismo y sus máximos exponentes.
Justo estas características son las que Rusia advirtió al presentar el Proyecto de Resolución ante Naciones Unidas, lo cual parece ser un signo evidente y preocupante de expansión ultraderechista hasta Europa entera con sus ramificaciones en nuestro continente.
Apenas como evidencia de lo anterior, está la violencia de grupos extremistas contra migrantes venezolanos y venezolanas en Ecuador y Chile, así como la cumbre desarrollada por el partido político ultraderechista español VOX, donde estuvieron varios partidos de América Latina, siendo relevante la presencia de casi toda la esfera política adversa al gobierno del presidente de México Andrés Manuel López Obrador.
En el caso de Venezuela, bien aprendida está la lección de agresión sistemática de estos factores del extremismo fascista que causaron estragos en el año 2014 impulsando la llamada “Salida I” con el ejercicio de la violencia como expresión política que tuvo que enfrentar con determinación el Estado venezolano y el Gobierno Bolivariano hasta su reducción, repitiendo el escenario de agresión en el año 2017.
Resulta claro a este punto, que la característica principal del llamado “gobierno de transición” de Jeanine Añez, bajo el barniz de un golpe de Estado a secas en contra del gobierno de Evo Morales, en el Estado Plurinacional de Bolivia, contiene todos los elementos propios del ejercicio extremista, fascista, nazi del poder incluso con el apoyo de los ex gobiernos de Ecuador y Argentina a lo cual no pocos dejaron de comparar con la salvaje Operación Cóndor impuesta a la región como parte de la proclamada “pax americana” de Washington..
En el caso de Europa del este, es evidente que los factores que están recibiendo respaldo sustancial de EEUU y sus aliados occidentales para sostener una resistencia ante la operación militar llevada a cabo por la Federación de Rusia, abiertamente destacan como nazis al punto de ser protegidos en sus acciones de agresión, socavando así toda idea o concepción de aquello que occidente proclama cotidianamente como libertad, democracia, y derechos humanos, entre otros.
Estos factores ucranianos, sistemáticamente violaron los acuerdos de Minsk del año 2014 – 2015 promoviendo persecución política y religiosa, prohibición del uso del idioma ruso incluso en pueblos históricamente anclados por costumbres propias del país eslavo, mientras desarrollan masacres, acciones militares y agresiones de todo tipo contra los pueblos que se han manifestado en rebeldía contra la élite de ese país cuya esencia es la total genuflexión a los intereses de occidente, especialmente los estadounidenses.
A este contexto de nueva ola nazi en Europa, con pretensiones de ramificación a otras zonas del mundo, se suma el crecimiento de la ultra derecha en España, Austria y ahora con la candidata de extrema derecha MarineLe Pen, quien aunque no ganó la presidencia de Francia, su apoyo creció considerablemente en comparación con las elecciones de 2017.
Lo anterior constituye una mezcla explosiva que presagia difíciles momentos por la determinación de los porta estandartes del liberalismo de exaltar cualquier cosa que frene la irrupción o expansión de proyectos alternativos y amenazantes a su otrora hegemonía exclusiva.