El pasado 30 de agosto falleció Mijaíl Gorbachov, último presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y su muerte ha reeditado la diatriba acerca de cuán eficientes han sido los liderazgos de su estilo; para que Estados Unidos y las fuerzas que respaldan el modelo hegemónico capitalista hayan podido desmontar muchas experiencias alternativas.
En el juego geopolítico contra el comunismo, el socialismo y cualquier fórmula que no sea la del capitalismo, Estados Unidos siempre ha buscado infiltrar la dirigencia de los países irredentos para implosionar sus sistemas políticos.
El internacionalista Franklin González asegura que “Gorbachov, más allá del maniqueísmo tradicional, de querer separar todo entre lo bueno y lo malo, debe reconocerse que marcó la historia mundial. Primero, generó muchas expectativas sobre las reformas internas a la URSS que fueron compartidas por casi todo el movimiento comunista internacional; y luego, fue quien abrió el camino que produciría posteriormente la disolución de ese gran referente histórico para los pueblos, que significó la URSS, y con ello se le dio la estocada final a la bipolaridad y el nacimiento de la unipolaridad estadounidense”.
Haciendo gala de diplomacia, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, adversario encarnizado del fallecido, expresó: «Mijaíl Gorbachov fue un político y un estadista que tuvo un enorme impacto en el curso de la historia mundial. Dirigió nuestro país en un periodo de cambios difíciles y dramáticos, de retos económicos, sociales y exteriores de gran envergadura. Comprendió profundamente que se necesitaban reformas y procuró ofrecer sus propias soluciones a los problemas acuciantes».
En opiniones previas, en vida del personaje, Putin no dudó en calificar la desintegración de la URSS como una catástrofe geopolítica de la que responsabilizó a Gorbachov.
Otro experto venezolano, Sergio Rodríguez Gelfenstein, fue consultado por Cuatro F y dijo: “Hablar de Gorbachov en la historia contemporánea es hablar de un personaje que jugó un rol decisivo en la conformación del sistema internacional y generó un cambio trascendente en la historia de su país”.
“La llegada al poder se enmarca en una serie de hechos casuales. Sus dos antecesores, Yuri Andrópov y Konstantín Chernenko, duraron muy poco en el mando (dos años y uno, respectivamente). En la línea de sucesión, en términos formales, a Gorbachov no le tocaba tan pronto; de no haber sido por la muerte repentina de ambos, explicó. Yuri Andrópov estaba en el camino correcto, el de reconstituir la economía y restablecer los indicadores sociales; pero sin sacrificar el marco de la Unión Soviética. Chernenko, cuando tomó el mando, tenía 73 años y estaba enfermo, se sabía que no iba a durar mucho. Gorbachov asume el cargo en 1985 y supone que puede hacer cambios trascendentales en economía y política simultáneamente. Esto era un reto tremendo, pues China, por ejemplo, había hecho cambios muy profundos en la economía unos años antes, a partir de 1978, pero manteniendo inalterado el sistema político. Y esas decisiones son las que han llevado a China a estar en la situación actual”.
Precisó Rodríguez Gelfenstein que en el caso de la URSS hubo un evidente trabajo de las agencias occidentales de inteligencia para convencer a Gorbachov de que existía la posibilidad de un acercamiento a occidente, con una cesión de garantías mediante acuerdos que permitirían mantener vigente a la URSS. “Occidente, luego quedó claro, no tuvo nunca la intención de cumplir esos acuerdos, porque estábamos en un marco de Guerra Fría, en el que cada polo quería exterminar al otro. Era ingenuo creer que Estados Unidos y Europa iban a permitir que la URSS se recuperara y volviera a ser lo que fue, la segunda potencia mundial y el sostén de un polo de poder adverso al capitalismo occidental”.
A su juicio, el principal pecado de Gorbachov fue no confiar en las fuerzas internas, en las capacidades del pueblo ruso, en las grandes potencialidades económicas y en el sentimiento nacional patriótico del pueblo ruso, que había sido un baluarte por siglos. “Confió más en el exterior, en las fuerzas del capital externo como instrumento para mejorar la situación interna. Después de su gobierno y de la desintegración de las URSS, Rusia fue llevada a una situación de humillación extrema bajo el mandato de Boris Yeltsin. Los índices sociales cayeron a un nivel del Tercer Mundo y solo se pudieron restablecer a partir de 2000, con la llegada al poder de Vladímir Putin. Es por eso que en todas las encuestas, el pueblo ruso señala a Gorbachov como el personaje político más despreciable del siglo XX, solo equiparable a Yeltsin, y es considerado por la mayoría de los rusos como un gran traidor”.
¿Engañado por “occidente”?
Para una parte de los analistas, Gorbachov fue engañado por los dignatarios del capitalismo occidental. Para la otra parte, fue su cómplice a plena conciencia.
“Hay que recordar que James Baker, secretario de Estado de la época, le aseguró a Gorbachov que la OTAN no se movería una pulgada hacia el este. Lo mismo dijo Helmut Kohl, cuando aseguró que en la ex Alemania Oriental no habría bases de la OTAN. Mintieron escandalosamente estos politiqueros y avanzaron hasta cubrir casi toda la frontera, salvo Bielorrusia y Ucrania y por eso, en cierto momento, Putin y la dirigencia rusa no tuvieron otro remedio que decir: ‘Bueno, esta es la línea roja porque si establecen bases de misiles en Ucrania, estos pueden llegar a Moscú en un lapso de apenas entre 5 y 7 minutos y eso es para nosotros inaceptable’”, expresó el intelectual argentino Atilio Borón, durante un entrevista con Miguel Ángel Pérez Pirela en marzo pasado, a pocos días del inicio de hostilidades en Ucrania.
Haya sido víctima de un engaño o cómplice de una conspiración muy bien orquestada, lo cierto es que luego de firmar la defunción de la URSS, Gorbachov se convirtió en una suerte de rock star de occidente, publicando libros y dando conferencias, aplaudido a rabiar por el nuevo mundo unipolar.
Después, como suele pasar con quienes cumplen estas funciones para el imperialismo estadounidense, fue parcialmente olvidado y así aquel hombre que había sido elevado a la categoría de artífice de la transición, terminó siendo el protagonista de una cuña televisiva de una empresa de comida rápida estadounidense.
Esa fue parte de la humillación que los ganadores de la Guerra Fría “le aplicaron” a los perdedores: hacer que el expresidente de una superpotencia nuclear y exsecretario general del titánico Partido Comunista de la Unión Soviética, apareciera promoviendo el consumo de Pizza Hut.