La Europa invasora
Hace más de 500 años Europa llegó a nuestras tierras sin que nadie los invitara, y con ellos la cruz, la pólvora, el régimen de encomiendas, la explotación y la violencia asumida como justicia, por supuestas razones civilizatorias y de superioridad. Pero en verdad, Europa llegó, y creyendo hacer historia se hizo un prontuario.
Dice Gustavo Pereira que durante siglos, “las poblaciones nativas, condenadas a la humillación y a la degradación, fueron obligadas a rebelarse”. De modo que, la violencia del invasor a fin de imponer la condición colonial, generó la resistencia indígena. Fue así que en guerra asimétrica, comunidades enteras pelearon por su libertad y su dignidad. Según el poeta, “interminable sería el relato de todas y cada una de las sangrientas hazañas y denodadas luchas de esta resistencia. Cada pueblo, combatió, a su modo, a lo largo de tres siglos”.
En esa larga lucha hermosas victorias obtuvieron nuestros pueblos indígenas, sin embargo, pese a su bravura y valentía, fueron desintegrados y reducidos, pues el régimen colonial, además de armas, provisiones y tropas, “controló el poder, las formas de generación y acumulación de riqueza y la propiedad de la tierra (…)”, como refirió Iraida Vargas, antropóloga y doctora en Historia de América, pues todo lo que pertenecía a las comunidades nativas fue tomado por el invasor.
Sobre la conquista, el propio Fray Bartolomé de las Casas reseñó: “Podéis estar seguros de que la conquista de estos territorios de ultramar fue una injusticia. ¡Os comportáis como los tiranos! Habéis procedido con violencia, lo habéis cubierto todo de sangre y fuego y habéis hecho esclavos, habéis ganado grandes botines y habéis robado la vida y la tierra a unos hombres que vivían aquí pacíficamente (…)”.
Las mujeres en la resistencia indígena
El gran cacique Guaicaipuro fue llevado al Panteón el 8 de diciembre de 2001, en un simbólico acto de reivindicación histórica de la heroica resistencia de los pueblos originarios a la conquista y ocupación del imperio español. A su vez, se decretó, que cada 8 de diciembre se conmemorará el “Día Nacional de Guaicaipuro y de los Caciques de la resistencia”. Posteriormente se decretó conmemorar el 12 de octubre como Día de la Resistencia Indígena.
Con ambas acciones, entre otras, se hizo reconocimiento a la tenaz lucha de nuestros pueblos originarios; y así, la vida de Guaicaipuro, Baruta, Chacao, Tamanaco, Tiuna y otros caciques se nos hizo cercana. Pasó también en ese encontrarnos con nuestras raíces y gestas contra el colonialismo, que descubrimos las historias de las bravías mujeres indígenas que también lucharon contra el invasor, pues la defensa de la tierra y de la comunidad no eran cosa de hombres, si no, un acto que implicaba la participación de todos y todas, en tanto, se trataba de preservar la vida y la cultura.
Sobre la participación de las mujeres indígenas en la guerra Vargas refirió que “en dicha actividad participaban todos los miembros de cada comunidad, (…) Tanto las mujeres como los hombres indígenas manejaban los arcos y las flechas (…) Las mujeres participaban así mismo en los preparativos para las batallas, como también asistían a los combates, igualando y, a veces, superando a los hombres (…)”.
Añadió Vargas que las mujeres eran fundamentales en “la vanguardia como de la retaguardia”, pues estaban a cargo de la preparación de los venenos que se colocaban en las puntas de flechas, jabalinas, estacas punzantes; así como en trampas o en fosos, realizaban bebedizos y cataplasmas para curar heridas y también recobraban en el campo, las flechas y jabalinas para ser reutilizadas.
Las guerreras
Rindamos tributo a la Princesa Zulia, hija del Cacique Cinera, quien fue una hábil negociadora y guerrera estratégica. Ella condujo victoriosamente un ejército indígena en 1533 contra Diego Montes y luego en valeroso combate, en 1561 entregó su vida en enfrentamiento contra las tropas del Capitán Ortún de Velazco.
A Urquía, de los Teques, esposa del gran Cacique Guaicaipuro, quien asumió la promoción de la resistencia indígena y se mantuvo a la ofensiva de manera permanente organizando a las mujeres, niños, niñas y ancianos; e incentivando la unión de las diferentes tribus. Igualmente a Apacuana, hechicera y arbolaria, quien junto a su hijo el Cacique Guasema, promovió al sur de los valles del Tuy en 1577, una sublevación de los Quiriquires contra Francisco Infante y Garcí González de Silva, en la cual resultaron triunfantes. Los conquistadores lograron huir y prepararon su venganza. Sin embargo, fue atrapada y condena a la horca “por bruja y traidora del Rey”. Su cuerpo se dejó colgado como un escarmiento ante aquellos que intentaran rebelarse.
Está también Urimare, princesa Mariche, hija del cacique Aramaipuro, quien destacó por su belleza, pero también por su diestro manejo del arco flechero, el cuchillo y la macana. La joven participó junto a su padre en las reuniones tribales y grandes concertaciones convocadas por Guaicaipuro para enfrentar la invasión imperial. A su vez, es necesario hacer homenaje a la gran cacica de las etnias Gayones y Cámago, Ana Soto, quien durante cincuenta años, al grito de “resistencia y muerte al invasor”, desde 1618 hasta 1668, lideró como un ejército que ocupó la serranía de Matatere, la Cordillera de Sanare, Río Claro, las Serranías de El Tocuyo, la Depresión de Quibor al noroeste de Barquisimeto y Bobare, incluidas Carorita, Duaca y Aroa, así como la zona del Turbio, los valles de Quibor, Los Humocaros, Barbacoas, Guaríco, Guaitó, Chabasquén y buena parte de la zona alta del hoy llamado Estado Portuguesa.