Racismo y protestas históricas
Las protestas en más de 100 ciudades de los EEUU, desatadas a raíz del abominable asesinato del afroamericano George Floyd, son las más importantes desde la época de Martin Luther King hace 50 años durante la lucha contra el racismo y por los derechos civiles en ese país.
Después de 400 años del secuestro de los primeros negros en África para esclavizarlos en las antiguas colonias británicas en Norteamérica, las raíces del racismo aún se manifiestan brutalmente en los EEUU.
No podía ser de otra manera, pues desde la misma independencia los padres fundadores de los EEUU se encargaron de arraigar la espantosa perversión del esclavismo. Recordemos que George Washington y Thomas Jefferson, por solo mencionar a dos de sus más prominentes representantes, no solo se opusieron a la abolición de la esclavitud, sino que ellos mismos eran esclavistas. Jefferson, que participó en plan estelar en la redacción de la Declaración de la Independencia, donde se proclamaba que todos los seres humanos nacen libres y con los mismos derechos, llegó a poseer más de 600 esclavos.
Después de la Guerra Civil que abolió al menos formalmente la esclavitud, se introdujo el régimen de segregación con sus repugnantes consecuencias. De tal manera que el cinismo ha sido un elemento clave en la relación de la élite gobernante estadounidense hacia los afroamericanos
La asquerosa inmoralidad política y social del racismo ha ocasionado crisis políticas en los EEUU en diferentes momentos de su historia. Del actual estallido aún no se puede pronosticar sus alcances definitivos. Sin embargo, lo que si podemos asegurar es que las masivas manifestaciones trascienden ampliamente la condena del abominable crimen a George Floyd; en tanto que la furiosa brutalidad de las fuerzas represivas agudiza el conflicto.
La economía política de las protestas
Las protestas tienen lugar en un escenario de grave crisis económica desatada por la pandemia del Covid19 -en el caso de los EEUU, la mayor crisis económica desde la Gran Depresión de 1929-, con las consecuencias sociales que éstas siempre generan en las naciones capitalistas.
La pobreza es un factor que no podemos descuidar en esta coyuntura de luchas en los EEUU. En el país más rico del planeta existían más de 40 millones de pobres, fenómeno que se ha propagado de la mano del coronavirus. Tan solo el desempleo ya supera los 40 millones de personas, en un país donde el “Estado de bienestar” quedó totalmente desmantelado con las políticas neoliberales aplicadas desde los años 80 con Reagan y donde, por otra parte, el gigantesco paquete gubernamental de ayudas para amortiguar la actual crisis ha sido un fraude para los trabajadores.
Las desigualdades son otra fuente de conflictos. Los EEUU son el país más desigual de todas las naciones desarrolladas del planeta y una de las más desiguales del mundo. El 1% más rico se queda con casi el 40% de la riqueza de la nación y el 90% más pobre se tiene que conformar con el 20%.
Aquello del “país de las oportunidades” y, más aún, lo de la “igualdad de oportunidades” son burlas insultantes para ese pueblo. Más de 40 millones de estadounidenses no tienen acceso al servicio de salud, un verdadero crimen en época de pandemia. Todas las reformas fiscales aplicadas en las últimas cuatro décadas han favorecido groseramente a las grandes corporaciones en función de la especulación financiera.
Asimismo, en el “reino de las libertades” la democracia se ha convertido en una farsa descomunal. La plutocracia imperante impone un régimen de dictadura del capital. Todos los poderes públicos se definen o se asignan con la mediación de fabulosas fortunas. Los sectores más pobres de la población son marginados del sistema político y el voto como mecanismo democrático está absolutamente desprestigiado, lo cual encaja perfectamente en el propósito del régimen burgués.
En ese contexto, los afrodescendientes constituyen uno de los grupos más discriminados de ese país. Sus sueldos son solo el 70% del de los trabajadores blancos. Son los más golpeados por la falta de atención de salud, lo cual se refleja en el alto índice de fallecidos por la pandemia. Su acceso a la educación es precario, lo que se traduce en empleos de mala calidad y bajos ingresos. Sus niveles de desempleo son muy superiores a la media nacional. De tal manera, que la pobreza estructural en los EEUU se alimenta fundamentalmente de ese sector de la población. Los niveles de abstención electoral entre los afrodescendientes son de los más altos, junto a los latinos. En la cárcel se encuentran condenados seis veces más afroamericanos que blancos, a pesar de que solo forman el 13% de la población…
La lucha de clases en las protestas y las posibilidades de cambios
Estas jornadas de lucha están propulsadas, con mayor o menor consciencia de sus participantes, por la conquista de los derechos civiles, por la batalla centenaria contra el racismo, por el rechazo a Trump y su supremacismo, por la conquista de reivindicaciones socioeconómicas, por la necesidad de limitar el poder del sistema capitalista e, incluso, en pequeños círculos, de suprimirlo.
En el actual contexto, observamos que la lucha contra el racismo puede llegar a ser un componente muy importante de la lucha de clases, como lo son, por ejemplo, la lucha por el salario, el empleo, los espacios de poder local, etc., siempre y cuando se fundamente en una consciencia clasista. Y ésta no tiene un escenario de desarrollo más fértil que la lucha misma.
Estas batallas que se libran en los EEUU constituyen una poderosa pedagogía política, donde se aprende que solo con la lucha se pueden arrebatar reivindicaciones al capital y, finalmente, el poder; es una plataforma para la organización revolucionaria; es un mecanismo de contacto con las masas en los momentos más relevantes de su desarrollo.
Por su parte, los factores de poder más reaccionarios de esa nación, encabezados por D. Trump como su figura más representativa en los actuales momentos, tratan de movilizar a los sectores más racistas y conservadores de la sociedad sobre la base del más primitivo anticomunismo para revivir el macartismo, a lo interno, y la Guerra Fría, en lo internacional.
En un país como los EEUU, con procesos de descomposición social muy acentuados, pérdida de posiciones de vanguardia económica a nivel global, deterioro de su liderazgo al frente de las potencias occidentales, con agresivas políticas expansionistas que atropellan la soberanía de las naciones y con estrategias que desestabilizan al mundo; las acciones del movimiento popular provocan contradicciones en el seno del capital, lo debilitan, constituyéndose en un avance en dirección a los objetivos estratégicos,
Si bien no engendrará una revolución social, la protesta en sí misma ya es un hecho muy importante en una sociedad como la estadounidense, altamente alienada y con bajísimos niveles de organización y consciencia política, es decir, donde se ha impuesto una verdadera dictadura burguesa.
Estas protestas representan parte de un proceso de acumulación de fuerzas para conquistar reivindicaciones económicas y sociales, para derrotar a Trump en noviembre (aunque no resuelva el problema de fondo, sería algo positivo para el pueblo de ese país y para el mundo), para fortalecer el movimiento popular…