La reciente Cumbre de los países del G20 realizada en Nueva Delhi, India, bajo el liderazgo del primer ministro de esa Nación, Narendra Modi se encontró con un contexto mundial bastante distinto a otras épocas y momentos donde su palabra, y la del G7, predominaban en el escenario mundial.
Y es que este espacio fundamentalmente de cooperación económica que agrupa a EEUU, Alemania, Canadá, Francia, Reino Unido, Italia, Japón, Rusia, Unión Europea, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Suráfrica y Turquía, tuvo dos elementos que de suyo generaron movimientos telúricos en torno a su reunión realizada los días 9 y 10 de septiembre.
Por un lado el hecho de una Cumbre del Grupo de los BRICS, llevada a cabo en Johannesburgo, cuya ampliación y mecanismos de debate, así como el planteamiento estratégico de avanzar en la construcción de la visión del Sur Global, básicamente le robaron la intención a un espacio ya venido a menos especialmente luego de las fisuras generadas por el conflicto en Europa del Este, junto a otras maniobras de escalamiento en otras regiones del planeta.
Por el otro el anuncio, con suficiente anticipación como para generar hondos efectos geopolíticos, tanto de la Federación de Rusia como de la República Popular China de no hacer presencia en este espacio a nivel de presidentes, enviando delegaciones a un nivel más bajo, lo cual es un gesto político relevante que deja clara la importancia estratégica que al momento se le da a este espacio.
Ambas movidas no son en vano ni devienen de furores o espasmos, sino de un laborioso proceso tanto en la conformación de un bloque hegemónico alternativo, como de respuesta ante el escalamiento que se ha venido desarrollando desde 2022 de manera más acelerada tratando de evitar dicha irrupción por todas las vías posibles.
Los BRICS venían hace rato pidiendo ampliación, y especialmente avanzar en un andamiaje financiero capaz de sostener precisamente la visión de desarrollo que impulsan, donde el Sur deja de ser un invitado de piedra a los foros internacionales, empezando a tomar partido serio en los asuntos de la agenda mundial con voz fuerte y de poder, como no ocurría antes.
Por su parte la Federación de Rusia tenía suficientes elementos que, juntos, hacían imposible avanzar con la presencia del presidente Vladimir Putin en este foro: el hecho de pretender imponerle una orden de captura internacional desde la desprestigiada Corte Penal Internacional; seguir escalando la guerra en Ucrania con mecanismos de una contraofensiva que parecen tener poco efecto en movimientos dramáticos sobre el resultado futuro de una guerra cruelmente prolongada; al tiempo del sistemático incumplimiento de Europa Occidental en relación al Acuerdo del Grano en torno a la iniciativa del Mar Negro; no podían tener consecuencias de otro tipo que no fuesen la desatención presidencial rusa a este foro y, por ende, ocupar sus esfuerzos en torno al conflicto en Europa del Este.
De igual modo, la República Popular China tenía necesariamente que bajar el perfil en este foro, y las razones van más allá de un conflicto con la India por enfrentamientos en zonas fronterizas de ambas naciones; lo cual ha sido posicionado como el hecho principal que ha llevado a la no presencia en Nueva Delhi del presidente chino Xi Jinping.
Al margen de esto, hay otros asuntos que no son posicionados por los grandes medios de información, por razones obvias. El constante asedio y provocación hacia la península de Taiwán, tratando de crear un escenario territorial de tensiones crecientes; el rechazo sistemático a un plan de 12 puntos que China ha presentado en varios foros para lograr una paz definitiva en cuanto a la guerra de Ucrania, siendo despachada esta propuesta hasta en el seno de Naciones Unidas; y la elevación narrativa de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con respecto a ubicar a China como una amenaza real a una instancia bélica en todo sentido, a lo cual podemos sumar la creación de la alianza AUKUS, pueden ser fácilmente otras razones que han rebajado en mucho la intención de dar importancia al G20; privilegiando otras de mayor potencia estratégica.
Por ello, no es sorpresivo que la Cumbre del G20 haya concluido con algunas sorpresas y hasta una declaración consensuada, cuestión donde destacan dos elementos que hacen ver que dicha instancia acusó duro el golpe geopolítico arriba descrito, teniendo que bajarle mucho a las posturas belicosas de algunos actores.
Los dos aspectos observados son:
- Una declaración donde básicamente no se condena con el tradicional verbo rusófobo la guerra en Ucrania, cuestión importante si revisamos otros escenarios donde el tema bélico y de escalamiento narrativo ha estado al orden del día.
- Promover un mensaje crítico y reformador de las instituciones tradicionales en cuanto a la arquitectura financiera internacional se refiere, especialmente anclado esto a la exhortación para instrumentar cambios en el Fondo Monetario Internacional FMI.
Es evidente que al observar muy rápidamente foros realizados durante 2023, nos hemos dado cuenta de la imposibilidad de imponer la narrativa bélica y de escalamiento mundial del conflicto que ha procurado entronizar el denominado occidente hegemónico, capitaneado por EEUU, y que casi en nada positivo ha contribuido; y si ha dañado economías con el severo impacto en sus sociedades.
El hecho de no haber, por ejemplo, logrado meter en la agenda de la Cumbre de los Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)-Unión Europea (UE) la presencia de Ucrania y una narrativa antirrusa en su declaración, o lo infructuoso de las presiones al gobierno de Suráfrica para que no fuera pivote del proceso de ampliación del Grupo BRICS; caracteriza un contexto donde el Sur Global empieza a divorciarse de tutelajes anacrónicos y posiciones en desmedro de sus propios intereses.
Entonces, no es nada extraño que la Cumbre del G20 haya tenido que ser suficientemente flexible para avanzar en una declaración que destaca los temas vistos arriba, así como un clima menos belicista y de mayor bajo perfil del esperado; evidencias del golpe de un contexto geopolítico cada vez menos ganado a continuar escalando la guerra; y que trata de hacer votos por bajar la narrativa de amenaza y agresión.
Esto se visualiza en los diversos puntos discutidos en el foro.
He aquí un bosquejo de los más de 100 puntos de dicha declaración:
- Reformas en los Bancos Multilaterales de Desarrollo con miras a actualizar sus capacidades en un contexto que necesita mayor eficacia de estas instituciones financieras.
- Mayor integración en la futura agenda de trabajo del G20 de los países en desarrollo, integrando en los debates sus perspectivas.
- Sobre la guerra en Ucrania, los miembros del G20 expresan su profunda preocupación por el inmenso sufrimiento humano y el impacto adverso de las guerras y los conflictos, incluida la guerra en Ucrania.
- En cuanto a derecho internacional se refiere, plantean el llamado para que sean respetados los principios del derecho internacional, incluidas la integridad territorial y la soberanía.
- Los líderes del G20 se comprometen a fomentar un crecimiento económico fuerte, sostenible, equilibrado e integrador así como fomentar el cumplimiento de la agenda 2030.
- Han exhortado la necesidad de prepararse ante nuevas emergencias sanitarias como la producida por la pandemia de la COVID 19 y sus consecuencias para el planeta.
- Los líderes se proponen seguir vías de desarrollo ambientalmente sostenibles y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero y de carbono. También se comprometen a conservar la biodiversidad, los bosques y los océanos.
- El G20 se compromete a cerrar las brechas de género y promover la participación plena y equitativa de las mujeres en la economía.
- La Declaración exhorta a la aplicación de la iniciativa del mar Negro para el flujo seguro de grano, alimentos y fertilizantes de Ucrania y Rusia. Recordemos que Moscú se retiró del acuerdo en julio, por los incumplimientos sistemáticos de lo acordado.
- Afirmaron aceptar la activación de mecanismos para tratar el tema de los países de renta baja y media y con vulnerabilidad en el tema de sus deudas, sin mayor profundidad en aspectos concretos.
Con respecto a la declaración sorpresivamente consensuada, ya que las diferencias se habían mantenido hasta la previa reunión de cancilleres, se destacan los siguientes elementos que hacen ver una clara desescalada narrativa, en procura de la aceptación de todos los países del G20.
Aquí algunos fragmentos:
“Hacemos un llamado a todos los Estados para que defiendan los principios del derecho internacional, incluida la integridad territorial y la soberanía, el derecho internacional humanitario y el sistema multilateral que salvaguarda la paz y la estabilidad”.
(…) “Acogemos con satisfacción todas las iniciativas pertinentes y constructivas que apoyen una paz global, justa y duradera en Ucrania (…) El uso o la amenaza de uso de armas nucleares es inadmisible”.
(…) [Deben procurarse esfuerzos para] “la eliminación gradual de la energía del carbón, en consonancia con las circunstancias nacionales y reconociendo la necesidad de apoyo hacia transiciones justas”.
En efecto observamos, más allá de las tradicionales afirmaciones de este foro en torno a algunos temas de la agenda, que han resultado reiterativas con algunos desafíos nuevos, que esta vez se ha intentado promover acercamientos entre las diferencias de postura sobre todo crecientes a partir de la guerra de Ucrania; lo cual no puede ser calificado de otro modo que un esfuerzo por rehacer el liderazgo de esta instancia, sin duda venida a menos por esas fisuras cada vez más profundas.
Toca saber si esto, junto a aspectos como la reforma de instituciones financieras tradicionales como el FMI, realmente forma parte de una manifestación real de propósitos o simplemente son maniobras buscando oxígeno en un contexto de irrupción positiva de nuevos mecanismos multilaterales.
La realidad actual es que en la misma medida en que estos actores, como el G7 y el G20, sigan en un debate de confrontación en torno a una narrativa de incremento de tensiones estructurales en el mundo, como algunas esbozadas en el contexto de la reunión en La India, estarán condenadas a un socavamiento sistemático.
Esto por el simple hecho de que las alternativas de acción política por la paz y el desarrollo común, con arreglo a lo dispuesto en la carta de Naciones Unidas, así como el respeto a la autodeterminación de los pueblos, van ganando terreno con nuevos regímenes internacionales y floreciendo para tal propósito: por ejemplo la idea del Sur Global y su fuerza integradora sigue agarrando cuerpo.
A esta, se suma un mayor convencimiento y conciencia sobre la necesidad de lograr alternativas de resolución a la guerra de Ucrania que pasen por un alto al fuego, pugna donde el occidente hegemónico ha ido perdiendo terreno; dadas sus posiciones irreductibles en una visión demencial que pretende proclamar una victoria en el campo de batalla en contra de la Federación de Rusia.
Las consecuencias económicas y sociales de la guerra, añadido a las derivadas de la pandemia de la COVID 19, han generado un cóctel peligroso para las sociedades que no han encontrado respuestas constructivas de instancias como el G7 o el G20, lo que es parte esencial de su declive actual.
El desafío de lo expuesto en esta Cumbre será avanzar más allá del papel o por el contrario seguir observando la irrupción de nuevos actores con ideas de desarrollo y solución a los grandes problemas del mundo, construyendo y no destruyendo naciones con sus inaceptables maneras neocoloniales.