Quienes hoy asumen un rol preponderante en el nuevo orden mundial que emerge; son quienes ya cuestionan abiertamente el injusto establishment global que se heredó luego de la Segunda Guerra Mundial; agudizado durante la primera década de este siglo con la unipolaridad norteamericana
Corriendo el riesgo de ser reiterativos, aunque consideramos que es necesario, debemos recordar lo que decía Henry Kissinger, el gurú de la política exterior norteamericana por décadas: evitemos que la Unión Soviética y China se unan.
Kissinger trabajó mucho para lograrlo. Trabajó mucho para evitar que se unieran. Claro, el contexto era otro. El liderazgo soviético era otro, el chino también. Pero, sobre todo, el nivel de desarrollo en la República Popular de China no se equiparaba al de los soviéticos y, prudentes como son, prefirieron mantenerse replegados.
Luego, con las transformaciones políticas, económicas, culturales y militares; transcurridas en las décadas venideras, China empezó a cobrar fuerza.
Paralelamente, con la disolución de la Unión Soviética, Rusia debió sufrir penurias y amenazas de desmembramiento en tiempos de Boris Yeltsin. Afortunadamente para ellos surgió la figura de Vladimir Putin y otros dirigentes patriotas, que se abocaron a reconstruir la grandeza de la madre Rusia.
Confluyeron las transformaciones en China y Rusia. La parte occidental de Europa pasó a ser un coto de Estados Unidos, quien le imponía políticas económicas y seguridad, que los embarcaba en aventuras militares en Medio Oriente. Washington colonizó al Viejo Continente, y no nos referimos sólo a las decenas de bases militares que lo convierten en un continente ocupado, sino que colocó en puestos claves en los entes burocráticos de la Unión Europea a fichas que responden a sus intereses.
El caso más patético es el de la “baronesa” Úrsula von der Leyen, cuyos nexos familiares están vinculados a laboratorios norteamericanos de guerra bacteriológica, muchos de ellos ubicados en Ucrania.
La burocracia de la Unión Europea se subordina a los designios de la Casa Blanca sin importarles que perjudiquen a sus conciudadanos.
Allí están las sanciones a Rusia, que pagan los europeos de a pie. Allí están esas desavenencias con China, que pagan sus industriales y campesinos.
Esas tensiones, inclusive militares con Rusia, los expone. Los dejan muy mal parados. De hecho, ya se demostró, ya lo dicen inclusive militares europeos, como se ha reflejado anteriormente desde este espacio, que militarmente no se equiparan a Rusia. Que, en un hipotético enfrentamiento directo, Europa Occidental sería derrotada. El ejemplo más claro es Alemania, cuyo equipamiento es deficiente.
Es lógico, durante décadas Washington, a través de sus políticas injerencistas, logró convertirlos en eunucos. En naciones dependientes de ellos.
Por eso la OTAN es liderada al antojo del Pentágono. Los europeos sólo son usados, en ocasiones, para levantar la mano en el Consejo de Seguridad de la ONU y convalidar los estropicios de Estados Unidos.
No olvidemos que en la invasión a Irak, Bush se saltó esos convencionalismos e invadió esa nación, con toda la secuela de muertos y destrucción de la cual aún no se recupera el gobierno de Bagdad.
En ese lapso, Rusia y China crecieron. Ya hacían sentir su voz y fuerza. No olvidemos su oposición a la invasión de Siria, y cómo Rusia ha sido fundamental en la defensa de la integridad en Siria.
Importante recordar, también, que el conflicto en suelo sirio sirvió para que Rusia probara sus armas y estrategias, que hoy aplica eficazmente en Ucrania.
Cuando el Occidente Colectivo, entiéndase Estados Unidos y su apéndice europeo, notan que Rusia y China crecen, se monta el escenario de Crimea.
Era indudable la victoria rusa, pero debía ser un pretexto para debilitar económicamente a Moscú.
Para ese entonces, ya los BRICS habían empezado a trabajar, ya China y Rusia firmaban el acuerdo Fuerza Siberiana, por más de 400 mil millones de dólares, que aseguraba el vínculo energético entre ambos gigantes.
China, poseedora de una cultura milenaria, iba trabajando acuerdos comerciales, pequeños en ese momento, con muchos países en todos los continentes, iba cimentando su presencia global.
En ese trabajo de alianzas y organizaciones surgió la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). La misma fue fundada en 2001 y actualmente incluye a China, la India, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán, acabando de sumar a Bielorrusia, que antes participaba como país observador.
Países como Afganistán y Mongolia mantienen el estatus de observadores. Y otros: Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Emiratos Árabes Unidos, Nepal, Sri Lanka y Turquía son socios de diálogo.
Como vemos, allí están muchas de las economías emergentes que hacen contrapeso a las potencias tradicionales de occidente. Están las que muestran que el centro de gravitación se muda a Eurasia. Varios son también miembros de los BRICS.
Pero, sobre todo, quienes hoy asumen un rol preponderante en el nuevo orden mundial que emerge; son quienes ya cuestionan abiertamente el injusto establishment global que se heredó luego de la Segunda Guerra Mundial; agudizado durante la primera década de este siglo con la unipolaridad norteamericana.
La diferencia, la ventaja de la OCS, de los países que la integran, es que el mundo ve con más confianza sus posturas. Siempre más justas, siempre buscando el bien común entre las naciones, nunca buscando atropellar a otros países o inmiscuirse en sus asuntos internos.
La OCS se dio cuenta que debe tomar posición ante lo que requiere el mundo en estos momentos, y de cara al futuro.
Por eso, en su última declaración conjunta, enfatizaron: «los principios de respeto recíproco de la soberanía, independencia e integridad territorial de los Estados, igualdad, beneficio mutuo, no injerencia en los asuntos internos, no uso de la fuerza o de la amenaza del mismo son la base de un desarrollo sostenible de las relaciones internacionales«.
Durante la 24ª Reunión del Consejo de Jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghai, efectuada en Astaná, capital de Kazajistán, entre el 3 y 4 de julio, reafirmaron su compromiso con la resolución pacífica de las diferencias internacionales por medio de consultas y diálogo.
Esa es una declaración de principios fundamental, contrastante con el Occidente Colectivo que se empeña en prolongar la guerra de la OTAN en Ucrania y evita afrontar seriamente el tema de Palestina.
Preocupó a Washington el énfasis que pusieron en ir activando un mecanismo de seguridad igual e indivisible en Eurasia. Una versión euroasiática del fenecido Pacto de Varsovia, que sirvió como contrapeso a la OTAN.
Eso sí tendrá repercusiones geopolíticas para el futuro. Es decir que, en lo sucesivo, antes de intentar agredir a un país miembro de la OCS, el Occidente Colectivo deberá pensar porque encontraría una respuesta colectiva de países poderosos económica y militarmente.
Por ejemplo, ¿qué pasaría en caso de otra invasión a Afganistán, que tiene estatus de observador? Lo de Afganistán es clave porque si la OTAN, Estados Unidos en la práctica, invade nuevamente ese país. Eso pondría en riesgo la seguridad de Rusia, Irán, Paquistán, directamente.
Porque, claro, bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo, que es uno de los favoritos del Occidente Colectivo para invadir países que no se alinean con ellos, podrían intentar otra aventura en ese país. Aunque hace poco Estados Unidos debió sacar sus tropas de manera poco elegante.
«La aplicación unilateral de sanciones es incompatible con los principios del derecho internacional y tiene un impacto negativo en terceros países y las relaciones económicas internacionales», declaración conjunta OCS (Astaná, Julio 2024)
La OCS ya toma cartas en el asunto. De hecho, en el comunicado citado anteriormente, manifestaron: «los países miembros están preparados para tomar medidas integrales de eliminación de las condiciones favorables para el terrorismo y el extremismo, en particular, seguirán luchando decididamente contra la financiación del terrorismo, la actividad de reclutamiento y el movimiento transfronterizo de terroristas, la radicalización de las juventudes y el uso de nuevas tecnologías de información y comunicación con fines terroristas«.
Ellos asumen esta bandera afectando la narrativa hegemónica en declive, porque además hacen hincapié en el financiamiento. ¿Quién financia a los más notorios grupos terroristas en Medio Oriente, por ejemplo? ¿Acaso no se ha demostrado la participación de Washington en el entrenamiento y financiamiento de muchos de esos grupos?
Ahora, la OCS advierte que no aceptan las manipulaciones o el manejo leguleyo y mal intencionado que hacen Washington y sus acólitos en su «lucha contra el terrorismo«.
Por eso en el documento afirman: «el terrorismo no tiene justificación, no importan sus formas ni manifestaciones, el trato connivente a los terroristas y su encubrimiento deben censurarse decididamente por toda la comunidad internacional«.
Hay otro tema que resulta vital, que afecta a países como Venezuela, Cuba, Rusia, a la misma China, es el tema de las medidas coercitivas unilaterales, medidas irregulares en materia económica.
Así, el documento final suscrito por los miembros de la OCS indica que se oponen a las medidas proteccionistas, sanciones unilaterales y restricciones comerciales, que socavan el sistema de comercio multilateral e impiden el desarrollo global sostenible… “La aplicación unilateral de sanciones es incompatible con los principios del derecho internacional y tiene un impacto negativo en terceros países y las relaciones económicas internacionales«.
El evento fue seguido por toda la comunidad internacional que ve cómo se va produciendo un cambio de época favorable para el Sur Global.
No faltaron voces tratando de restar importancia o trascendencia. Pero es en vano.
Es más, pocas horas después vieron sobresaltados como el primer ministro húngaro, Víktor Orbán, llegaba a Moscú para reunirse con Vladímir Putin.
La reunión provocó rabietas en varios países de la Unión Europea, sobre todo los más complacientes con Washington.
La visita se efectuó a solo cinco días de que el húngaro asumiera la presidencia rotatoria de seis meses en el Consejo de la Unión Europea.
Claro, los más sumisos se erizaron, pero hay otros que les pareció positiva la visita. Es que resulta ilógico que se pretenda lograr la paz en Ucrania y no se sienten a conversar con Rusia. ¿O es que no quieren la paz?
La verdad es que la Unión Europea se descompone cada vez más. La resquebrajan los burócratas de Bruselas que andan más pendientes de hacerle el mandado a la Casa Blanca, que en atender los intereses de sus ciudadanos.
La OCS, los BRICS, crecen. Van a querer dividirlos, crear rencillas entre ellos, evitar que terminen de consolidarse como lo alternativo al G7, a la OTAN, a esta ONU, al Fondo Monetario Internacional.
Suponemos que los líderes de esos países saben de ello. A propósito, Narendra Modi, primer ministro de India, programó su visita oficial a Rusia los días 8 y 9 de julio.
Es fundamental para el nuevo orden mundial emergente que China e India logren manejar adecuadamente sus discrepancias históricas. Allí es fundamental el rol mediador de Putin.