Si el gobierno de Estados Unidos tuviera que devolver cada guerra que comenzó con una mentira, el Pentágono sería una oficina de atención al consumidor con reclamos por masacres; desde 1898 hasta 2025, el prontuario del Tío Sam está plagado de conflictos detonados con titulares falsos, montajes de bandera falsa y reportajes con olor a pólvora patrocinada por Wall Street, y lo más peligroso: los grandes medios no solo fueron cómplices, sino guionistas.
Pero la guerra también se libra en las tuberías. Yemen, ese país olvidado por el algoritmo, ha vuelto al mapa global gracias a los hutíes, quienes han lanzado ataques con drones y misiles contra intereses israelíes y estadounidenses en el Mar Rojo. Estos golpes quirúrgicos al comercio marítimo están elevando el riesgo geopolítico y, por ende, los precios del petróleo. Pero el verdadero terremoto viene con Irán… Trump, incluso en la Casa Blanca, ha seguido amenazando con “aniquilar” al país persa. Ya en 2020 ordenó el asesinato del general Soleimani, desatando una tensión regional que no ha bajado. Hoy, entre los bloqueos en el estrecho de Ormuz, las represalias hutíes, el frente sirio encendido y los tambores de guerra resonando en Tel Aviv, el mercado energético global tiembla. Cada declaración belicista de Trump o de Netanyahu hace que la economía energética del mundo se desestabilice; la energía, como siempre, es rehén del guion bélico occidental. Y Venezuela, que nada en crudo, debe estar atenta: lo que en el Norte es caos, aquí puede ser oportunidad.
Ahora todo este modo de intervención comenzó con la invasión a Cuba en 1898, ¿la excusa? la voladura del acorazado USS Maine en el puerto de La Habana. La prensa amarillista de William Randolph Hearst, ese Rupert Murdoch con sombrero de copa, armó el guión: “¡Recuerden el Maine!” gritaban los periódicos mientras la opinión pública se inflaba de furia patriótica. El informe oficial de 1976 del almirante Hyman Rickover concluyó que no había pruebas de una explosión externa, o sea: se volaron su propio barco para quedarse con Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Marketing de guerra de altísima factura.
Historial del marketing de la muerte
- Primera Guerra Mundial (1917): El famoso telegrama Zimmermann (donde Alemania supuestamente incitaba a México a invadir EE.UU.) fue convenientemente interceptado y filtrado. Muchos historiadores aún dudan de su autenticidad. Pero el New York Times lo imprimió como palabra santa y el Congreso dio luz verde a la masacre.
- Segunda Guerra Mundial (1941): Pearl Harbor fue un ataque real, pero las advertencias de inteligencia también fueron reales… e ignoradas. Roosevelt con enormes presiones de la maquinaria bélica necesitaba una excusa para entrar al conflicto. La sorpresa no fue tanta, pero sirvió para el gran relato.
- Guerra de Vietnam (1964): El infame Incidente del Golfo de Tonkín. El USS Maddox supuestamente fue atacado por lanchas norvietnamitas. Luego, documentos desclasificados revelaron que nunca hubo tal ataque. Pero con eso se justificó una guerra de 20 años y más de 3 millones de muertos.
- Invasión a Panamá (1989): La excusa fue capturar a Noriega por narcotráfico, su agente de la DEA, pero el operativo “Causa Justa” dejó más de 3.000 civiles muertos en El Chorrillo. CNN lo llamó “una operación quirúrgica” y luego apagó las cámaras cuando comenzaron los bombardeos.
- Guerra del Golfo (1990): Una adolescente kuwaití (entrenada por una agencia de relaciones públicas en Washington) testificó que los soldados iraquíes sacaban bebés de incubadoras. Falso. Inventado en un estudio. Hollywoodiano. Y con eso el padre Bush encendió la mecha de la guerra.
- Afganistán (2001): Bin Laden fue el malo perfecto, pero 15 de los 19 secuestradores eran sauditas. El informe del 11-S está censurado aún hoy. Pero la “guerra contra el terror” arrasó pueblos enteros y privatizó el conflicto a favor de empresas como Blackwater, nadie cuenta que la asociación Bush-Laden tenía años de trabajo juntos y un día antes del ataque terrorista, en una reunión, se disolvió convenientemente.
- Irak (2003): Las “armas de destrucción masiva” fueron el falso más caro de la historia: más de un millón de muertos, un país destruido, y ningún arma encontrada. Colin Powell aún debe estar arrepintiéndose de esa presentación con tubos de ensayo en la ONU.
- Libia (2011): Gadafi iba a “matar a su pueblo”. Mentira patrocinada por Al Jazeera y CNN, fabricaron un montaje en una plaza. Hoy Libia es un mercado de esclavos, la entrada de miles de imigrantes Africanos a Europa y una franquicia de Al Qaeda. Misión cumplida.
- Siria (2011 en adelante): Comenzaron las famosas “Primaveras árabes”, bastante publicitadas y promovidas en Occidente, luego cada ataque químico en Duma, Guta o Alepo fue imputado a Al Assad sin pruebas concluyentes, ¿Resultado? Una guerra prolongada para fragmentar el país y saquear recursos, mientras se armaba a los rebeldes “moderados” que resultaron ser yihadistas que hoy gobiernan con la bendición occidental el país.
- Ucrania (2022): EE.UU. Lleva años provocando a Rusia con la expansión de la OTAN. El golpe de Estado de 2014 fue bendecido por Victoria Nuland y John McCain. Pero los medios lo vendieron como “una revolución democrática”, el desastre de una conlficto entre la OTAN y la Federación Rusa ha llevado al mundo al borde de un conflicto catastrófico.
- Gaza (hasta 2025): Las imágenes desgarradoras de niños muertos son reales. Lo falso es la narrativa de “derecho a defenderse” de un régimen colonial. Pero si lo dice los medios y redes dominantes toca aplaudir.
Pero la alerta gira peligrosamente hacia el sur, mientras Estados Unidos acumula derrotas estratégicas en Eurasia, su maquinaria de guerra mira a América Latina… otra vez. Y qué mejor carnada que el Esequibo, esa joya escondida bajo selvas vírgenes, lacayos útiles y energías codiciadas.
ExxonMobil, que es más poderosa que varios países juntos, está perforando aguas en disputa entre Venezuela y Guyana, sin resolución ni acuerdo. ¿Qué pasaría si mañana aparece un dron “desconocido” lanzando un proyectil contra una plataforma? ¿Qué titular saldría en los portales globales si un buque de la Armada venezolana responde a una incursión en el mar por delimitar?.
No se necesita mucha imaginación. El libreto está escrito desde hace 120 años: provocar, mentir, inflamar, invadir.
Y esta vez, el objetivo no es solo petróleo que ya es bastante: es la obseción de Marco Rubio y su rencor por quebrar un país rebelde, insumiso, que ha dicho NO a la hegemonía gringa, que apuesta por la multipolaridad, que ha sobrevivido a intentos de invasión, terrorismo, sanciones, sabotajes y bloqueos.
Venezuela debe encender las alertas
El patrón es claro: cada vez que un país osa a disentir, tiene recursos naturales y un proyecto soberano, se convierte en “amenaza para la seguridad nacional” de Estados Unidos. Y casualmente, siempre hay un medio dispuesto a amplificar esa narrativa, una ONG para llorar en cámara, una agencia de inteligencia para falsificar datos y una empresa petrolera con casco blanco para “explorar”.
Hoy, ExxonMobil —con bandera guyanesa y alma imperial— es el instrumento de provocación perfecto. Una chispa en el Esequibo, y los tanques ideológicos de (GAMA) Google, Apple, Meta y Amazon, más los viejos de CNN, BBC y El País se activarían como si el Caribe estuviera bajo ataque del “régimen chavista”.
La historia enseña algo simple: cuando Estados Unidos necesita una guerra, la fabrica. Venezuela debe estar preparada. No solo militarmente, sino mediáticamente, económicamente, popularmente, diplomáticamente y moralmente. Porque la próxima “fake” de guerra podría estar escribiéndose en este mismo instante… y esta vez, el objetivo no está en Medio Oriente, ni en Asia, ni en Europa. Está justo aquí, en nuestra casa