Las declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump tras su encuentro con Volodímir Zelenski son, como siempre, un ejercicio de hipocresía diplomática. Con su frase «esta es una decisión que solo pueden tomar el presidente Zelenski y el pueblo de Ucrania», Trump intenta lavarse las manos (como siempre) mientras mantiene a Ucrania atrapada en un conflicto, fingiendo respeto por la soberanía mientras se alimenta una guerra que beneficia a las industrias de muerte y al capital transnacional.
La Farsa de la «Autodeterminación»
¿De qué «pueblo» habla Trump? ¿Del que sufre en las trincheras del Donbás mientras los oligarcas ucranianos y las corporaciones de defensa occidentales multiplican sus ganancias? ¿O el que ve cómo su país se convierte en un campo de batalla entre la OTAN y Rusia, mientras la corrupción y la desigualdad crecen? Zelenski, un presidente surgido de los medios y financiado por intereses privados, representa los mismos poderes que han convertido a Ucrania en un laboratorio de neoliberalismo salvaje: privatizaciones, recortes sociales y represión a la izquierda, todo bajo la bandera de un nacionalismo funcional a los intereses de la OTAN.
El conflicto no es una simple disputa territorial: es el resultado de décadas de despojo capitalista, donde las élites locales y globales han sacrificado a la clase trabajadora en el altar de sus ganancias. Mientras Trump y los “líderes” europeos simulan preocupación y dicen buscar un acuerdo, la administración de Trump sigue vendiendo armas a Kiev y mantiene sanciones contra Rusia, profundizando la tensión y fortaleciendo a un régimen que ha convertido la resistencia popular en mercancía geopolítica. Mientras, la OTAN sigue expandiéndose hacia el este, y Ucrania paga el precio. Esta no es una guerra por la «democracia», sino por el control de recursos, rutas comerciales y mano de obra barata.
Trump, con su retórica de «acuerdos», solo busca reducir costos para el imperio estadounidense. Su llamado a que Zelenski «tome decisiones» es un eufemismo para exigir que Ucrania acepte un statu quo que perpetúa la explotación.
No se dejen engañar por las apariencias. Mientras el Zelenski y otros líderes occidentales simulan diálogos para la paz, la verdadera decisión sobre el futuro de esta guerra no está en sus manos. La reunión clave, la que realmente importa, ocurrió entre Vladimir Putin y Donald Trump. Ellos son los únicos con el poder y la influencia para poner fin a este conflicto, porque entienden que Ucrania no es más que un peón en el juego de Occidente. Rusia, bajo el liderazgo de Putin, siempre ha buscado soluciones reales, no farsas mediáticas como las que promueven los títeres de Kiev y sus aliados.
Es evidente que Rusia está un paso adelante en esta partida. Mientras el mundo distraído discute reuniones secundarias, Putin ya ha sentado las bases para la verdadera negociación junto a Trump, un líder que conoce el juego de la geopolítica mejor que nadie. Occidente insiste en prolongar el sufrimiento de Ucrania, pero Rusia demuestra una vez más que es la única capaz de tomar decisiones firmes y estratégicas. Si de verdad quieren paz, deberían dejar de lado las pantomimas y reconocer que el futuro de esta guerra se decide entre quienes tienen el poder real, no entre marionetas como Zelenski.
La visita de Zelenski a Washington no es más que otro acto en el teatro de la guerra, donde los verdaderos guionistas —las élites financieras y militares— siguen escribiendo un final de sangre y ganancias. Mientras Ucrania se desangra, Rusia, con Putin al frente, sigue siendo el único actor que plantea soluciones concretas, lejos de la hipocresía de una OTAN que solo ve en este conflicto una oportunidad para expandir su dominio.
La paz no llegará con discursos vacíos ni cheques millonarios en armas, sino cuando Occidente admita su derrota estratégica y acepte que el futuro de la región se negocia con Moscú, no con títeres mediáticos. La verdadera diplomacia no necesita cámaras: ya se ha dado entre Putin y Trump, mientras el resto solo repite un libreto escrito para justificar más muerte y saqueo. La pregunta no es si Zelenski vino por la paz o por el cheque, sino cuánto más deberá sufrir Ucrania antes de que el mundo despierte y vea quiénes son los verdaderos responsables de esta tragedia.