Francisco de Miranda (Caracas, 1750 – Prisión de La Carraca, 1816)
Francisco de Miranda, tradicionalmente ha sido llamado el Precursor de las Independencias de América Latina; pero un examen de sus ideas fundamentales nos muestra que fue también uno de los primeros Libertadores. Desde sus inicios, el proyecto político de Miranda se planteó acompañado de una búsqueda real de la identidad de nuestra América y, consecuencialmente, una definición del ser americano. Búsqueda que comienza a cristalizar en el forjamiento del nombre ‘Colombia’ para designar a la América del Sur liberada; que nacería al ser expulsadas de su territorio las tropas y el gobierno colonial español.
De la conciencia de América como entidad existente de suyo, esto es, como ontológicamente distinta de España; se desprenden de inmediato dos nociones fundamentales sobre las que girará el pensamiento y la acción de Miranda. La primera, la de su derecho intrínseco a la libertad; la segunda, la de su unidad continental. Ambas formarán parte indisoluble del proyecto emancipador de Miranda y tanto se ocupará de fundamentar teóricamente el derecho a la libertad de todas las colonias que conforman la América meridional, como de justificar y argumentar a favor de la integración de todas sus partes en una única nación: Colombia; unión sin la cual no sería posible conquistar “una sólida y libre independencia”.
Independencia e integración son, pues, para Miranda ideas indisolubles y constituyen la clave para que la América Meridional llegue a convertirse en un bloque de poder que contribuya a equilibrar el mundo. A la justificación de ambas dedicará largas horas de estudio, discutirá con los políticos más conspicuos del momento, escribirá innumerables cartas, artículos de prensa, proclamas y hasta editará un periódico: El Colombiano. Se apoyará en Las Casas y en Emer Vattel para refutar los pretendidos derechos de conquista y colonización de España sobre América y será también uno de los primeros americanos en desarrollar un discurso decididamente anticolonialista, al asumir como causal de insurrección no un hecho circunstancial, como por ejemplo la libertad de comercio, sino una razón esencial: América ha sido constituida como oprimida. La prueba manifiesta de esta condición la encontramos en la negación de todo derecho posible a sus habitantes, incluido el del conocimiento.
Desde esta concepción, Miranda no podía ver las luchas de independencia como una empresa de unos pocos, sino como una lucha colectiva: “un movimiento insurreccional parcial podría dañar a la Masa entera”, y por las mismas razones se muestra convencido de que la única manera de consolidar la independencia en el continente sería fortaleciendo esa unión a través también de un único proyecto colectivo. Es decir, una vez conquistada la independencia, sería posible construir sobre la existente base cultural unitaria un solo Estado. La integración se constituye así en un proyecto político.
Estos principios los desarrolla en varios documentos, entre los cuales cabe citar la Proclama a los Habitantes del Continente Colombiano (alias Hispanoamérica) (1801), y los proyectos constitucionales de 1801 y de 1808, en los cuales explicita la estructura político-jurídica sobre la cual se ha de apuntalar, regular y preservar dicha unidad continental.
En Miranda se anticipa la conciencia de ser otro que la totalidad imperante. Primero, como simple expresión de la dicotomía entre americanos y peninsulares, esto es, como conciencia de la diferencia, tal como comienza a manifestarse en los criollos de fines del siglo XVIII; luego, al tratar de precisar las características esenciales del ser americano, esto es, como búsqueda y afirmación de la propia identidad, y, finalmente, formulando un proyecto histórico autónomo, en el que la emancipación aparece como un punto de quiebre hacia destinos de dignidad y libertad.
Por: Carmen Bohórquez Morán