Se define como “un luchador por los derechos humanos y un cura de los pobres”, el jesuíta venezolano Numa Molina. Lo hemos encontrado en Caracas en la víspera de las elecciones, entre micrófonos, cables y computadoras del grupo Conaicop, el Consejo Nacional e Internacional de la Comunicación Popular.
¿Qué cosa significa ser un cura de los pobres en Venezuela?
– Significa ser mal visto por la iglesia institucional, pero ser muy amado por la gente del pueblo, que apuesta por el proceso bolivariano.
¿Por qué la jerarquía eclesiástica se pronunció en contra de las pasadas elecciones presidenciales del 20 de mayo?
-Desde el inicio se han dejado manipular por la derecha y han terminado por ser casi sus voceros, seguramente en acuerdo con la línea de la derecha. Así hemos constatado una cosa muy extraña: en la mañana, Trump habla contra Venezuela. En la tarde habla la derecha en el mismo tono. En la noche se pronuncia la Conferencia Episcopal. Y los tres textos resultan alineados. Los obispos deberían ser cuidadosos, por el contrario no lo son, se exponen: significa que están a favor de aquella línea, la línea que esta oprimiendo a los pueblos, la línea de aquellos que nos están dejando sin medicinas y provocan una crisis económica muy terrible. Las jerarquías eclesiásticas están a favor de la guerra económica que está haciendo tanto daño al pueblo. Piensa que en estas últimas semanas nos han bloqueado 7 millones de dólares que servían para pagar medicinas a los 15.000 pacientes con diálisis. Medicinas fundamentales, sin las que un paciente en aquellas condiciones, muere. Quien permite esto es responsable de genocidio. En el derecho internacional esto se llama crimen de lesa humanidad. ¿Cómo puedo yo como cristiano, como Conferencia Espiscopal declarar con tanta ligereza contra el gobierno y no darme cuenta de que me estoy yendo en contra de los más pobres?
Caritas y y otras Ong hablan de crisis humanitaria y dicen que es el gobierno quien viola los derechos humanos por qué rechaza la ayuda…
– Yo hubiera preferido que más que hablar de crisis humanitaria, actúen para evitarla, porque lo que importa son las obras. “Bienaventurados aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”, ha dicho Jesús. No son bienaventurados aquellos que la escuchan y la repiten como papagayos sin vivirla. Visto que hablan tanto de ayuda humanitaria y que culpan al gobierno de no querer recibir las medicinas, quiero revelar por primera vez un hecho. He asistido a una reunión reservada entre el precedente presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, Monseñor Padrón, Nicolás Maduro y sus más cercanos colaboradores. El Presidente venezolano no ha rechazado ninguna de las propuestas de Padrón. Al contrario, ha puesto a disposición un camión de la Guardia Nacional con relativa escolta militar para recibir las medicinas desde la llegada hasta la su destino final. Luego de dos o tres días, he pedido, al entonces ministro encargado, Elías Jaua, si habían llegado los contenedores de medicinas prometidas por Caritas y él me ha respondido que había llegado solo una pequeña caja que podía entrar en la cajuela de un auto. Era solo un show, un montaje. Frente a tanta falsedad he decido revelar éste episodio. Maduro no ha cerrado ninguna puerta a Caritas. Solo ha pedido que no fuera usada la expresión de ayuda humanitaria porque concretamente significa injerencia por parte de los Estados Unidos, sinónimo de invasión.
Las jerarquías eclesiásticas se comportan como un partido político. Hacen campaña. Sacando a los fieles chavistas de las iglesias, bendiciendo al fascismo en la plaza, gritando desde el altar contra “la dictadura” durante una procesión como aquella de la Virgen de Coromoto. ¿Cómo lo explica?
Me afecta esta falta de respeto hacia la religiosidad popular. No se puede usar con fines políticos la imagen de un santo detrás del que han caminado generaciones de personas unidas en la fe. Es necesario respetar la espiritualidad popular, no manipularla con fines políticos malsanos, perversos. No quisiera que fuera usada una imagen religiosa por ninguna parte política, mucho menos por una ideología que no respeta al pobre, como aquella trabajadora que había venido a rezar en el día de su cumpleaños y ha dicho al párroco que no estaba de acuerdo con sus sermones políticos, y ha sido expulsada en mala manera por los colaboradores del párroco. ¿Por qué?, es una hija de Dios y la debo respetar, se trata de las más elementales de los derechos humanos.
A propósito de Venezuela, el Papa Bergoglio parece que a veces toma una posición diversa a aquella oficial del Vaticano. Como amigo personal del Pontífice, ¿cuál es su opinión?
Con Bergoglio he tenido algunas conversaciones particulares. Hace uno año, he celebrado con él una misa en Santa Marta. Y antes, en el 2013, he conversado una hora con él. Me ha impactado cuando, luego de habernos quedado en silencio divididos por una pequeña mesa de recepción mientras él celebraba la misa con la punta de los dedos, me ha dicho: “en América Latina está en juego el sueño de Bolívar, y el sueño de San Martín: La Patria Grande”. Así piensa Bergoglio, pero está asediado por la derecha vaticana y por aquella mundial. Desde aquí llega una montaña de noticias falsas. Un periodista que responde a la Conferencia Episcopal, Ramón Antonio Pérez, todos los días envía noticias negativas a los medios del Vaticano. Y tú sabes cuántas noticias de este género acribillan a Francisco todos los días y por esto yo lo admiro por no haber cedido a las presiones de la Secretaría de Estado. El mismo Secretario de Estado ha sido Nuncio en Venezuela, amigo de las más grandes familias oligárquicas venezolanas. Las encontraba, almorzaba con ellas. Este es el Secretario que tenemos. Entonces, gracias a Papa Francisco no por ser chavista o de derecha, sino por haber evitado pronunciar palabras negativas contra Venezuela. La única cosa que ha hecho ha sido aquella de promover el diálogo. Me ha enviado a promover el diálogo: “Ve a promover el diálogo, diles que dialoguen”, ha dicho.
Traducción Gabriela Pereira