En el foro internacional titulado «El lawfare contra Venezuela: a tres años del secuestro del diplomático Alex Saab», que concluyó en Caracas, entrevistamos a René González, quien estuvo presente en la mesa de clausura. René es uno de los cinco agentes cubanos que se habían infiltrado en el movimiento anticastrista de Miami, por lo que pasó 15 años en prisiones estadounidenses. De regreso a su país, hoy es presidente del Club de Aviación de Cuba, organismo —explica— que, desde 1930, se encarga del desarrollo de los deportes aéreos: desde el paracaidismo al parapente, pasando por el aeromodelismo.
—¿Hay puntos en común entre el caso de Alex Saab y el caso de los Cinco?
—Yo diría que sí. Así como nosotros fuimos una herramienta para enjuiciar a Cuba, Alex Saab es una herramienta para criminalizar no solo a su persona, sino también a un gobierno y una nación. Al acusarlo de lavado de dinero, acusan a Venezuela, acusan a todo un país. El juicio en su contra es aún más absurdo que el nuestro, aún más ridículo; porque, mientras en nuestro caso nos pudieron acusar de espías, manipulando el término, en el caso de Alex Saab no hay ni eso, y lo convierten en una cuestión de «seguridad nacional». Quieren que les diga a los fiscales lo que quieren oír, que respalde las acusaciones contra el gobierno. Si lo hiciera, podría salir. Sin embargo, como lo hicimos nosotros, mantiene una conducta admirable y por ello merece todo nuestro respeto y apoyo.
—Alex Saab es un empresario, y esto despierta cierta reticencia en los movimientos de izquierda, aunque no son pocas las figuras como la suya que han acompañado lealmente la historia de las revoluciones. ¿Qué piensa usted al respecto?
—Un hombre que trabajó para ayudar a Venezuela a liberarse de la política de estrangulamiento impuesta por el imperialismo, que defendió la vida de los venezolanos; merece respeto, sea rico o pobre. Ojalá un Rockefeller o un Bill Gates hubieran hecho esto. En el siglo XIX, Francisco Vicente Aguilera, el hombre más rico de Cuba, murió pobre, porque lo dio todo a la revolución. Si Alex Saab hubiera hecho algo incompartible por nosotros, Estados Unidos no lo habría secuestrado.
—Conoces bien el sistema penal estadounidense. ¿Qué esperanzas tiene Saab de volver a ser libre?
—Solo podemos decir que Estados Unidos acciona de acuerdo a sus intereses. Tenemos que presionar lo suficiente para que los daños sean mayores que los beneficios que obtienen de este proceso absurdo, entonces lo liberarán, como lo hicieron con nosotros. Los fiscales responden a su gobierno, eso de la independencia del poder judicial es un cuento de hadas que nadie cree. Espero que se pueda ejercer suficiente presión para liberarlo.
—¿Cómo ha cambiado la estrategia desestabilizadora contra Cuba desde los años en que usted se opuso a ella?
—El objetivo del imperialismo sigue siendo el mismo, solo adaptan la estrategia a las circunstancias. Los grupos terroristas que logramos infiltrar entonces, tenían su origen en la actividad de la CIA al inicio de la revolución. No olvidemos que la segunda base más importante de la CIA en el mundo se encuentra en Miami. En ese momento, muchos cubanos estaban entrenados en el terrorismo y durante años fueron un pilar del ataque a la revolución. Cuando los infiltramos en la década de 1990, muchos de ellos todavía estaban activos. Cuando cayó el campo socialista y comenzó para nosotros el período especial, su actividad, que había disminuido algo en los años 80, recuperó fuerza. Creo que los dos momentos —el de los 90 y el de hoy— tienen en común la reactivación del sentimiento de venganza contra Cuba, o de revancha, alimentado también por la situación económica del país. Entonces como ahora, el gobierno de los Estados Unidos sigue creando la situación económica que estamos sufriendo. La única diferencia lógica es que ahora existen las redes sociales, que se han convertido en un campo de batalla en la guerra de cuarta generación, y que tienen una influencia directa en ciertos sectores de la isla que viven en condiciones difíciles, y que reciben un bombardeo que antes no existía. Esto tiende a confundir a mucha gente, engañada por los que producen el desabastecimiento en Cuba, creo que es una diferencia sustancial, que le da más esperanza al imperialismo de crear en Cuba la violencia que antes tenía que importar de fuera.
—¿Como durante los disturbios del 11 de julio de 2021?
—Exacto. Hoy invierten más en esta variable que, a partir de la guerra de cuarta generación, pretende generar una situación de caos y violencia, que justifique una invasión al país. Las intenciones criminales son las mismas de siempre, pero con esta variante, que busca explotar un contexto de dificultades económicas creado por el propio imperialismo.
—¿Han habido otros intentos desestabilizadores después del 11 de julio?
—Tuve la impresión, solo una impresión, porque no tengo pruebas de eso, de que la violencia generada el 11 de julio hizo que mucha gente se encogiera. La sociedad cubana no está acostumbrada a ese nivel de violencia, no era concebible ver cócteles molotov tirados en un hospital, asaltos. Es obvio que mucha gente no fue violenta, pero sí expresó su descontento y, en ese contexto, la violencia se impuso fomentada por la propaganda; y creó la situación que describí anteriormente. Están los que recibieron dinero, los que fueron instigados, los que estaban ahí sin tener necesidades económicas, y ahora están reflexionando sobre el error que cometieron. La psicología de la multitud es complicada, especialmente por la guerra de cuarta generación, que actúa sobre un conjunto de factores para producir estallidos violentos. Desde entonces, solo ha habido algunas protestas aisladas, principalmente por la falta de electricidad, que dificulta todo en verano. El gobierno de Estados Unidos sigue usando esta vía para estrangular a Cuba, y debemos encontrar soluciones a los problemas que tenemos, que son graves, para que la gente esté mejor y no se deje arrastrar por estas trampas.
—Luego de los disturbios del 11 de julio, hubo debates y propuestas de diálogo con todos los sectores. ¿Hubo algún resultado?
—Ha habido algunas acciones inmediatas, intervenciones en los barrios más problemáticos, mucho diálogo con algunos sectores de la población, pero es un trabajo que debe continuar. Creo que falta mucho en la forma de comunicarse con la población. Me preocupa que nuestra comunicación esté dirigida principalmente a los que ya están convencidos, como si no hubiera necesidad de llegar a los que no lo están, a los que no ven las noticias y no les atrae la revolución, pero no necesariamente son mala gente. Necesitamos mejorar la comunicación social. A veces se nos reprocha hablar demasiado del bloqueo, porque hay que explicar mejor qué está pasando con el bloqueo y qué estamos haciendo para contrarrestarlo. No basta con denunciar, hay que incrementar el diálogo con quienes no entienden el origen de las dificultades económicas. Lógicamente, debemos intentar mejorar la situación concreta, que está en el origen de todo.
—¿Y cómo? ¿Cuáles son las líneas de política económica para este período de crisis?
—Se está haciendo un gran trabajo, considerando que desde hace seis años el país es presa de agresiones directas a la economía, que impiden por cualquier medio la llegada de ingresos, a lo que se ha sumado la pandemia que ha diezmado los últimos ingresos económicos, los relacionados con el turismo. La tarea que enfrenta el gobierno no es fácil. Creo, sin embargo, que se ha entendido que la excesiva centralización de la economía nos ha causado mucho daño, y que ahora necesitamos hacer trabajar a los nuevos actores, dándonos un marco regulatorio y estabilidad financiera, cosa que lamentablemente no tenemos. Todo esto debe transformarse, y debe funcionar como un sistema, bajo control estatal, lo que implica una profundización de la democracia socialista. Me parece importante la gestión obrera, la autonomía de los municipios, que deben generar riqueza y utilizarla con normas y presupuestos transparentes. Un sistema integrado que lleva tiempo construir.
—¿Y puede Cuba aprender algo del laboratorio bolivariano?
—Siempre se puede aprender, aunque Venezuela partiera de otra base…
—No hizo una revolución tradicional…
—Exacto. En Venezuela se está construyendo un proyecto socialista muy interesante en un estado burgués, con una democracia burguesa. Creo que hay mucho que aprender. Hay cosas del modelo venezolano que no le convienen a Cuba, porque hemos logrado expulsar del país a toda esa oligarquía que, sin embargo, los venezolanos también han sabido aprovechar, estableciendo alianzas con algunos sectores de esa clase, como Evo lo hizo en Bolivia. Por supuesto, el otro lado seguirá oponiéndose e impidiendo que el modelo se desarrolle, pero sigue siendo parte de la generación de riqueza del país. Además, Venezuela tiene recursos naturales que nosotros no tenemos, y también una extensión territorial diferente, pero siempre se puede aprender. Los venezolanos han superado grandes obstáculos. Estuve en Venezuela en 2014, durante las «guarimbas». Y tenemos en común la misma necesidad de oponernos a la agresión imperialista.
—¿Es cierto que hay un aumento inusual de la delincuencia en Cuba y del machismo?
—La propaganda imperialista exagera cualquier dato, y que con las redes sociales hay episodios que antes no se veían, pero es probable que haya habido un aumento. Necesitamos hacer un estudio y estar alerta, más allá de las manipulaciones que nos quieren pintar, como en El Salvador. Hay que admitir que los cambios económicos han producido diferencias sociales, que generan injusticia y resentimiento, componentes —entre otros— de la criminalidad. Desafortunadamente, los cambios sociales nos acercan un poco más al mundo al que les gustaría llevarnos, porque hay escasez de dinero y el peso no puede competir con el dólar, creando mercado negro de la moneda y más oportunidades para que algunos recurran al crimen. Lo curioso es que esas mismas personas que organizan campañas mediáticas contra Cuba quieren que volvamos a un mundo ciertamente peor y en el que el crimen es «normal». Pero aunque sepamos que Cuba no es el país que quieren retratar con su incoherencia, debemos prestar atención a los problemas que han surgido en algunas comunidades, en algunos sectores que han visto empeoradas sus condiciones de vida. El patriarcado sigue siendo la norma y Cuba no escapa a ello, a pesar de que ha avanzado mucho en materia de igualdad y derechos de las mujeres. Sin embargo, aunque se hayan mantenido la mayoría de los valores sembrados por el socialismo durante muchos años, donde ha habido un retroceso, una erosión de valores; es posible que en algunos sectores haya un retorno del machismo. En mi opinión, esto se debe al tipo de relación de producción que hemos tenido que asimilar a lo largo de los años, porque el trabajo, que es la fuente de todos los valores humanos, ha ido perdiendo valor.
—¿Y cómo?
—Todos los valores que ha creado la humanidad han sido fruto de la relación productiva establecida. Cuando era joven, en los años en los que pudimos acercarnos más al socialismo y las esperanzas parecían estar al alcance de la mano, trabajar en una empresa de propiedad social generaba relaciones de fraternidad, relaciones de igualdad y nuevos valores. A partir del período especial, cuando el trabajo dejó de ser el principal sostén porque teníamos que arreglarnos de otra manera, a medida que el trabajo como creador de valor material dio paso a otras formas de inventar y adaptar las cosas, los valores humanos fueron erosionados. Ha vuelto la prostitución, que mi generación nunca había conocido. En la medida en que la persona vuelva a ver el trabajo como un medio de sustento, recuperará la disciplina, el buen comportamiento, el cariño y formas de ver la vida solidariamente.
—¿Cómo se orienta la Cuba socialista en la perspectiva de un mundo multipolar?
—Cuba siempre ha apostado por la multipolaridad, frente a un mundo disfuncional, fruto de siglos de colonialismo y la segunda guerra mundial, que llevaron a los gobiernos de Estados Unidos y Europa a engañarse con la idea de que sus privilegios podían durar indefinidamente. Los cambios son fisiológicos, es hora de que se den cuenta. Cuba cree en un mundo de relaciones fraternas y de buena vecindad en la diversidad, en el que nadie le dice al otro lo que tiene que hacer.