Entrevista con Sergio Arria Bohórquez
En una sala llena de monitores, cables y teclados, las imágenes fluyen continuamente. Estamos en Caracas, en las instalaciones del Ministerio de Cultura, donde el canal www.culturavenezuela.com muestra, las 24 horas, la vivacidad artística del país, y mantiene el archivo de todo el trabajo. Sergio Arria Bohórquez, antropólogo audiovisual de escuela francesa, explica el potencial del proyecto que actualmente anima como viceministro de Cultura para lo audiovisual; a partir de los lineamientos del ministro Ernesto Villegas. Se trata de una plataforma autónoma, basada en software libre, que distribuye de forma gratuita los contenidos publicados por los artistas.
Sergio —de larga experiencia tanto en comunicación institucional, como en creación de medios alternativos y en formación— también fue coordinador de producción durante dos años del programa “Aló Presidente”, de Hugo Chávez. Ahora es coordinador general de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad.
—El conflicto en Ucrania y el bloqueo de las plataformas rusas han puesto en primer plano el debate sobre la asimetría existente entre el poder de los grandes conglomerados mediáticos liderados por Estados Unidos y los que se le oponen. Una reflexión que también ha pasado por los últimos foros internacionales realizados en Caracas, como Cambio de Época y Contra el Fascismo. ¿Qué política se está siguiendo al respecto?
—Asumir la asimetría existente en este nivel de desarrollo tecnológico, y ante el creciente protagonismo de las redes sociales, es fundamental para organizar una contraofensiva. Ese es el gran tema; tan importante que nuestro Presidente Nicolás Maduro, primer Jefe de Estado de la región en plantearlo, y con quien coincidimos totalmente, lo analizó como parte de un cambio de época, marcado por la opresión del capitalismo en versión digital, con su conjunto de plataformas tecnológicas para el desarrollo del comercio electrónico. Un sistema que, si bien ha servido para aligerar el funcionamiento; también ha concentrado más poder en las mafias financieras y ha facilitado los mecanismos de imposición de medidas coercitivas unilaterales desencadenadas contra Venezuela desde hace más de 8 años. Otro elemento es la pandemia, que ha transformado la vida y la forma de ver el mundo, incluso individualmente, sembrando incertidumbre en sectores importantes de las generaciones más jóvenes. Otro elemento más viene dado por el advenimiento de las redes sociales, y por lo que Ramonet llama la quinta revolución de la comunicación. Diversos pensadores, como el semiólogo Fernando Buen Abad, han estudiado los fenómenos de la dependencia tecnológica, la asimetría, la desnutrición cultural que generan las redes sociales; desarrollando estimulantes reflexiones. Las redes sociales son una potente herramienta del enemigo para moldear conciencias, para imponer visiones y proyectos de vida, para tratar de desmovilizar la capacidad de acción haciéndonos pensar que no puede haber otro mundo posible; sino como una idea romántica y anacrónica inútil. Nos corresponde a nosotros nutrir la semiosfera con otros contenidos; contrastando los modelos dominantes que también minan nuestra imaginación y traen contradicciones dentro de nosotros; pero sin simplificar el mensaje que, de lo contrario, se torna repulsivo. En esto, la cultura —que sigue siendo política, pero de un modo más complejo— es un excelente campo de batalla. No es un camino fácil, considerando que solo hemos estado construyendo un sistema de comunicación pública por pocos años. Haber resistido durante casi 24 años todo tipo de ataques, incluida la guerra cognitiva contra los cerebros y las conciencias de nuestro pueblo, nos ha hecho desarrollar una claridad envidiable que nos ha permitido mantener la paz; la claridad de los pueblos que también hemos visto en Cuba, Nicaragua, Bolivia.
—¿Cuál es el nivel de desarrollo tecnológico del que dispone Venezuela para estar a la altura de este conflicto asimétrico?
—Después del triunfo de la revolución Bolivariana en 1998, pasamos por tres momentos: el primero que podemos datar es del post golpe de 2002 a 2012, hasta la última elección ganada por el comandante. Un segundo período, que va desde su fallecimiento en 2013, hasta este año 2022; y ahora la nueva etapa que se abre de aquí a 2030. Cada uno de estos momentos se caracteriza por un grado diferente de desarrollo tecnológico en materia de comunicación, pues las plataformas han ido evolucionando y han dado lugar a determinadas formas de expresión, haciendo más accesible la producción, difusión y uso de contenidos. Todos estos momentos, sin embargo, vistos más de cerca, han estado acompañados de una persistente conciencia de la necesidad de fortalecernos en esta materia desarrollando medios públicos; tanto a nivel estatal como comunitario. En 2003, por ejemplo, se creó Vive TV, un canal para registrar los procesos de organización en los territorios; en 2005 Telesur; entre 2007 y 2009 se recuperó una frecuencia muy importante del espectro radioeléctrico; al no renovarle la concesión a un canal privado que había participado en el golpe de Estado de 2002 y nace el canal de televisión abierta TVES; se recupera la empresa nacional de telecomunicaciones CANTV; se lanzan satélites al espacio; sin mencionar la proliferación de infocentros para llevar Internet a las comunidades. También en esa época participamos en el desarrollo de la regionalización de Vive TV, para generar contenidos desde cualquier parte del territorio. Hoy hay sedes de Vive en siete ciudades estratégicas del país; ya formadas para la batalla comunicacional. Chávez tuvo claro desde el principio la importancia de la batalla de ideas; de la producción de sentido en la disputa entre dos modelos antagónicos: el capitalista y el socialista. Para nosotros se trata ahora de adecuar la estructura estratégica a la nueva etapa, renovando el compromiso, hoy que las correlaciones de poder comunicacional entre los sectores público y privado, a nivel nacional, son relativamente equilibradas; considerando que existen medios de comunicación del Estado y medios comunitarios de radio y televisión que permiten espacios de diálogo y debate permanentes. Una situación que se repite también en otros países de la región que viven procesos revolucionarios.
—¿Qué quiere decir?
—Uno de los factores más relevantes es cómo el imperialismo trata de destruir el multilateralismo, atacando a los BRICS y socavando todas las estructuras multilaterales que sirven de contrapeso al imperialismo en América Latina: atacando a UNASUR, CELAC, ALBA, PETROCARIBE… e incluso a la ONU; impotente ante la invasión de territorios o guerras; o ante medidas coercitivas ilegales como las impuestas a Venezuela desde el primer decreto de Obama. Al ingresar al sitio web del Departamento del Tesoro de EE. UU., es posible darse cuenta de la cantidad de «sanciones» —unas 500— que nos han impedido utilizar nuestros recursos financieros en el exterior, para comprar alimentos y medicamentos; lo que ha permitido el robo de activos a través de la farsa del «presidente interino» que creó una condición jurídica ficticia, útil sólo para este fin. En este contexto, en el nuevo escenario creado desde 2012 se desarrolla la batalla comunicacional. La expansión de las redes sociales produce una «democratización» sólo aparente, ya que todo funciona según la lógica del capitalismo, y sirve para reforzar el concepto de autorreferencialidad de las personas: con el «selfie» me miro en todas las posiciones; pero no miro la realidad externa con la que tengo que interactuar y que transformar junto con mi comunidad. Como venezolanos y venezolanas somos portadores de un proyecto constitucional aprobado por el pueblo que nos obliga a construir un Estado democrático participativo y protagónico, pluricultural y multiétnico. Este es el mandato popular. En cambio, el mensaje dominante que quiere imponerse también a través de las redes sociales es el de construir un limbo temporal en el que sólo importe el narcisismo del presente, el culto a la banalidad sobre el que moldear a las generaciones más jóvenes, que consumen contenidos de forma constante y de manera directa. Pero también hay ejemplos en el campo electoral y político, como muestran algunos escándalos como el de Facebook y Cambridge Analytica, la empresa privada británica que utilizaba los datos recopilados para influir en procesos electorales y colocar presidentes. Por tanto, las redes sociales sirven para moldear conciencias. Y en eso estamos midiendo nuestras estrategias, en el Ministerio de Cultura y con la REDH, estamos repensando herramientas y contenidos.
—¿Cuáles son los principales obstáculos y problemas, aún considerando que el bloqueo ha dificultado el acceso de los sectores populares a la última generación de teléfonos móviles?
—Asumir la asimetría existente implica una evaluación multinivel, partiendo de la conciencia de que debemos utilizar esta herramienta digital para producir y difundir contenidos —políticos, culturales, sociales— que sirvan a la emancipación de nuestros pueblos. También hay que considerar las diferentes velocidades que existen, por muchas razones, en las diferentes instituciones, y a pesar de las indicaciones del presidente. Y luego hay que reconocer que las plataformas gestionadas por las grandes multinacionales producen un bombardeo continuo con el que no podemos competir en igualdad de condiciones. Por lo tanto, debemos entender quiénes somos, dónde estamos y en qué punto estamos, tomar conciencia del potencial inherente a las herramientas y entender qué articulaciones específicas podemos poner en marcha: porque si bien es cierto que tenemos objetivos tácticos para el país por lograr, es igualmente cierto que existen objetivos estratégicos, válidos para toda la humanidad para conectar la agenda local. Por eso es importante establecer cuáles son las propias coordenadas en el mundo, territoriales, históricas, o de género. Es necesario ubicar y reajustar el proyecto de vida para pensar efectivamente en la producción de contenidos. Por ejemplo, a nivel personal, antes de conocer al Comandante Chávez y cambiar mi proyecto de vida, yo quería ser cineasta. Ahora bien, creo que, como parte que somos de un proyecto revolucionario, tenemos una gran responsabilidad histórica, de registrar, de dejar huellas precisas para los que vendrán después. Por eso, además de dejar la mayor cantidad de testimonios posible, debemos preocuparnos por la pertinencia de los contenidos que registramos, en sintonía con los proyectos populares de país y con el proceso de emancipación, de su veracidad. No podemos actuar como el enemigo, debemos convencer y reconvencer, renovando uno de los grandes mensajes que nos llega de nuestro día a día político, tan intenso y rápido que parece quemar años en un instante: la unidad. Por tanto, los contenidos deben ser accesibles y universales, y debemos encontrar la manera de dar a conocer nuestras plataformas, porque en esto hay una primera debilidad. La segunda se refiere a la saturación de contenidos, agravada por la pandemia que ha incrementado el número de usuarios de las plataformas digitales, y esto ha transformado el mapa mundial. Nuestra atención se centra en la soberanía tecnológica, la necesidad de controlar nuestros servidores, proteger los centros de datos y desarrollar tecnología satelital independiente. Pero, sobre todo, necesitamos la plena conciencia de que la batalla de las ideas está en el centro de la disputa mundial entre el capitalismo y el socialismo. Y a eso se dedica la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH). Nació en Caracas en 2004, en un encuentro realizado en el teatro Teresa Carreño. El Comandante Chávez convocó a más de 500 intelectuales y artistas de todos los países para reflexionar sobre las contramedidas a tomar frente a las pretensiones neocoloniales del imperialismo. En aquel entonces, la REDH era una novedad, ahora que hay muchas otras, aspira a consolidarse en una red de redes, con especificidad propia y manteniendo su funcionamiento horizontal.