Primer Congreso Constituyente de Venezuela
El golpe de Estado del 19 de abril de 1810 a la Capitanía General de Venezuela en Caracas desencadenó en un proceso que condujo a la declaración de la independencia absoluta de España el 5 de julio de 1811.
El Primer Congreso Nacional de Venezuela se instaló el 2 de marzo de 1811, siendo el Congreso más antiguo de América Latina y el segundo de toda América. Sustituyó en el poder a la Junta Suprema de Caracas. El contexto geopolítico occidental en que se da es tanto complejo como contradictorio. La Capitanía General de Venezuela, constituida como tal en 1777 era gobernada por la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, institución que gobernó tras la renuncia forzada del Capitán General Vicente Emparan el 19 de abril de 1810 hasta el 2 de marzo de 1811, cuando se instala el primer congreso constituyente.
La situación en España era vergonzosa: los Borbón prácticamente entregaron el poder a Bonaparte y fue el pueblo el que defendió el gentilicio español, como lo pinta Francisco de Goya en el célebre lienzo Los fusilamientos del 2 de mayo de 1808, fecha que da comienzo a la guerra de la Independencia española. El 20 de abril de este año, Fernando VII cruza la frontera española y llega a Bayona. Acá Napoleón lo apresa por seis años. Una prisión disimulada, en un palacio de cuyas inmediaciones no podía salir y con la promesa, siempre postergada, de recibir grandes cantidades de dinero.
Para el año 1811, Estados Unidos representaba un ejemplo. Francisco de Miranda tuvo dos actuaciones destacadas que ayudaron a los Estados Unidos en su Guerra de Independencia frente a Inglaterra. Como capitán de Infantería bajo las órdenes del gobernador español de Cuba, su amigo y mentor, el Gral. Juan Manuel Cagigal, participó en el sitio y toma de Pensacola, obligando a los ingleses a capitular. España recuperó la soberanía sobre la Florida en 1781. Igual triunfo obtuvo cuando los ingleses capitularon en Nueva Providencia, Islas Bahamas en 1782. En Kingston, Miranda había realizado una misión secreta donde recaudó información sobre el ejército inglés.
El Congreso Constituyente fue convocando en la casa del Conde de San Javier en la actual esquina caraqueña del Conde, donde funciona en la actualidad la Biblioteca Simón Rodríguez, para decidir la mejor clase de gobierno para Venezuela mientras durara el cautiverio del Rey Fernando VII en manos de Napoleón Bonaparte. Asistieron 38 diputados de las provincias de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita y Mérida, posteriormente se incorporaron representantes de Trujillo y Barcelona. Optaron por declarar la Independencia absoluta de la Corona de España el día 5 de julio de 1811 y tomando el nombre de Confederación Americana de Venezuela. Muchos insistieron en firmarlo el 4 de julio para hacerlo coincidir con la “supuesta” independencia de Estados Unidos. Este Congreso se mantuvo en sesiones hasta el 6 de abril de 1812, fecha en que se disolvió debido a la caída de la Primera República de Venezuela.
¿Fernando VII o el código de Washington?
Ese primer Congreso Constituyente se caracterizó por dos facciones en pugna: los partidarios de la independencia de Venezuela (como Francisco de Miranda, Simón Bolívar y Juan Germán Roscio) y los fieles a Fernando VII de España que seguían reconociendo al Consejo de Regencia. Entre ambos bandos había un buen número de indecisos. Así mismo, había un gran número de diputados que veían con recelo a Francisco de Miranda, por ser hijo de canarios y no mantuano, por considerarlo «afrancesado» y hasta espía de los ingleses.
El 3 de julio de 1811, el clima era tenso. El principal grupo de presión hacia el Congreso fue la Sociedad Patriótica, creada por el Secretario de la Junta Suprema de Caracas, Juan Germán Roscio Nieves, en agosto de 1810, e integrada por Miranda y muchos jóvenes, entre los que estaba Simón Bolívar. Éste y Miranda salieron a la calle a realizar actos de agitación y movilización con el pueblo. Después de toda una tarde de discusiones y cuando la noche plenaba el recinto, el coronel Simón Bolívar toma la palabra: “¿Trescientos años de calma no bastan?”.
Luego de este discurso, la Sociedad Patriótica se pronunció por presionar al Congreso para que declarara la independencia de Venezuela. Inmediatamente se nombró la comisión propuesta por Bolívar la cual se reunió el día siguiente.
El 5 de julio de 1811, reunidos en la Capilla de Santa Rosa de Lima de Caracas, en la esquina de Monjas, y después de una larga jornada de discusiones, los diputados declararon la independencia de Venezuela del Reino de España con un solo voto en contra. Acordaron llamar a la nueva República como Confederación Americana de Venezuela y nombraron una comisión para decidir sobre la bandera y la redacción de una Constitución. Juan Germán Roscio redactó el Acta y la misma fue firmada ese día y los días siguientes, luego se transcribió al Libro de Actas del Congreso.
Inventamos o erramos
Inventamos o erramos, es la conclusión de un estudio comparado que hace Simón Rodríguez a la relación que tiene Estados Unidos con Inglaterra respecto a la de Suramérica con España. Consideramos a Estados Unidos, dice, “como el país clásico de la libertad”, y creemos que hasta “podemos adoptar sus instituciones, sólo porque son liberales”. Rodríguez sabe la forma gangrenal en que crece ese país. Conoció la sociedad esclavista porque vivió allí entre 1798 y 1800 y vivió en la Inglaterra de la Revolución Industrial: “Cada una conserva su carácter; pero el dominante es el inglés”.
En cambio, “los hijos de los españoles, se parecen muy poco a sus padres: la lengua, los tribunales y los templos engañan al viajero; no es España; aunque se hable español, aunque las leyes y la creencia religiosa sean las mismas que trajo la conquista. La única analogía que hay, entre las dos Américas, es la noble idea, que ambas tienen, de la utilidad de la esclavitud. Los angloamericanos han dejado, en su nuevo edificio, un trozo del viejo, sin duda para contrastar, sin duda para presentar la rareza de un hombre mostrando con una mano, a los reyes el gorro de la libertad, y con la otra, levantando un garrote sobre un negro que tienen arrodillado a sus pies”.
Sobre la diferencia entre ambas relaciones, Rodríguez, en un ejercicio cultural de excelsa filigrana, expone: “los angloamericanos tienen a sus esclavos a distancia -los suramericanos se rozan con ellos, y con ellas… se casan”. Previo al final, Robinson se hace (o nos hace) una pregunta para cuestionar la forma en que culturalmente se aborda el momento histórico: ¿Dónde iremos a buscar modelos? Su respuesta es contundente: “La América Española es original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos”.