La Campaña de Carabobo es en estos momentos de celebración del bicentenario un impulsor pedagógico ideal para desplegar una revolución curricular con la cual se active la educación popular de Simón Rodríguez, se despliegue por toda la patria su dupla saber y trabajo, se desmitifiquen los contenidos de los programas de estudios, se eleve el nivel de conciencia y se subvierta la cultura lumpen por la cultura popular, verdadera esencia bolivariana.
Muchas lecciones están clavadas en la psique colectiva, desmitificarlas es tarea urgente, y, aunque pareciera paradójico, los tiempos de pandemia resultan idóneos porque se puede incentivar más la lectura programada de fuentes esenciales con un buen acompañamiento de material audiovisual, literario, teatral, musical y artístico.
Abya Yala
Del año 13 mil antes de Cristo, data el acontecimiento de una flecha clavada en la pelvis de un mastodonte gigante en Taima Taima, cerca de Coro. Entre ese año y hoy, hay 15 mil 21 años, de los cuales 14 mil 492 fueron vividos con una lógica distinta a la impuesta con la invasión europea. Los programas de estudios ignoran o menosprecian este período llamándolo prehistoria y pasan por alto los aportes americanos, africanos y asiáticos a la cultura que allí se gestaron.
El pueblo Piaroa cuenta que el Autana es el árbol de la vida porque en ese tepuy del estado Amazonas comenzó todo: las primeras plantas y aves, los primeros animales, seres humanos, ríos, peces y flores.
Para tener una idea, sólo en la Abya Yala, los pueblos originarios cultivaron el ocumo, la piña, la parchita, la guanábana, la lechosa (papaya), el zapote, el coco y el anacardo o nuez de la india, la vainilla, desde tiempos inmemoriales, el aguacate en el año -10000, el maíz en el -8000, el maní en el -7400, los frijoles en el -7000, la papa y la coca en el -6000, el tabaco en el -5000, la cotufa en el -3600, el cacao en el -2500, la yuca en el -2000, el tomate en el año -700 y el riñón (chirimoya) en el 200. La whipala, símbolo aimara, ha ondeado desde que los pueblos de la cultura nazca y tiwanacota, anteriores al incario, la diseñaron en textiles relacionándola con la Chacana o cruz andina que data del año -2000.
Grandes obras de arquitectura fueron realizadas en este continente: Tikal y Lakam Ha, capital del reino de B’aakal, dos de los mayores yacimientos arqueológicos y centros urbanos de la civilización maya, datan de los siglos –IV y –III, respectivamente; la Gran Pirámide de La Danta fue construida en el año -300, la Pirámide del Sol de Teotihuacán se erigió entre los años 50 y 200; las líneas de Nazca datan del período entre los años 100 y 600; la ciudad maya Chichén Itzá fue fundada en el siglo VI; el Templo de las Inscripciones en el 683; la Pirámide del Adivino en el siglo VII; la Pirámide de Kukulkán en el siglo XII; la ciudad inca de Machu Picchu en el siglo XV.
El descubrimiento de América: la mayor mentira de la historia
En el año 1421, el tripulante chino Zheng He, llegó al mar Caribe, como lo refiere el escritor inglés Gavin Menzies en su libro “1421: el año en que China descubrió América”. El navegante chino se llevó del Caribe una flor que es emblema de toda América, el hibiscus (Cayena en Venezuela, Mar Pacífico, en Cuba y Honduras, y Roselia o Rosa China en Argentina), poseedora de mágicas recetas medicinales y alimenticias, al punto que la ciudad Chengdu se le conoce como la Ciudad de Hibisco. (Cristóbal Colón llegó a Bahamas el 12 de octubre de 1492, en viaje que hizo desde las Islas Canarias de donde zarparon la Pinta, la Niña y la Santa María, el 5 de septiembre, guiados por el mapa de Zheng He que indicaba la ruta por el Mar de los Sargazos).
En su libro Encubrimiento y usurpación de América, el ecuatoriano Luis Ninamango Jurado nos dice que “la Corona portuguesa ya se había establecido en América antes que Colón. Portugal se liberó de los moros casi dos siglos y medio antes que España, y su proceso de Reconquista de la Península ibérica se extendió a África y a América, «rescatando» todo lo que pudieron de los antiguos dominios árabes (mapas, rutas comerciales, minas, etc.)”.
Resistencia e insurgencia
Si de esta primera etapa hay un olvido adrede en los programas de estudio, sobre el período que comienza el 12 de octubre de 1492 y culmina con la derrota del último virreinato español en Suramérica en la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, nos dice Iraida Vargas-Arenas que la historiografía oligárquica nos contó en los programas de estudio “reconstrucciones idílicas que hacían caso omiso de los problemas, contradicciones y correlaciones de fuerzas que se daban para esos momentos en el mundo real de la sociedad venezolana”, haciendo énfasis en “un carácter francamente antipopular, racista y patriarcal pues estuvieron orientadas a crear la idea de que la gesta independentista fue la obra tan solo de un grupo de hombres, blancos y aristócratas que constituían una vanguardia, sin ninguna participación popular o de los varios grupos étnicos o de la femenina”.
La Batalla de Carabobo
El 24 de junio de 1821 se dan cita en el campo de Carabobo dos ejércitos: uno del pueblo en armas y otro de enemigos de la independencia. El primero comandado por el presidente de Colombia, el Libertador Simón Bolívar, el otro por el español Miguel de la Torre en nombre del rey Fernando VII de la casa real Borbón. Además de catorce mujeres, esclavizados africanos, indígenas, zambos y pardos, Bolívar contaba con la legión británica y con tres combatientes de la Patria Grande: el cubano José Rafael de las Heras, el brasileño José Inacio Abreu e Lima, y el chileno Ramón Allende Garcés.
El antillano se incorpora a la causa independentista después de huir de la Cuba española a Estados Unidos y desde allí viajó a Venezuela, en 1818, cuando comenzó su actividad como teniente coronel del Ejército republicano comandando el batallón Tiradores de la Guardia. Muere en la batalla de Juana de Ávila en Maracaibo el 24 de abril de 1822, en una arriesgada acción contra las fuerzas al mando del coronel español Juan de Ballesteros.
El general pernambucano fue redactor del periódico del Ejército Libertador, Correo del Orinoco y participó en las campañas y batallas decisivas de la lucha por la liberación de Colombia. En 1830 organizó el periódico La Torre de Babel para defender las ideas bolivarianas y al desintegrarse Colombia acompañó a Bolívar a su refugio en Santa Marta.
El escritor alicantino Mario Amorós escribió la biografía de Salvador Allende en la que explica cómo el compañero presidente siempre se enorgulleció de sus antecesores, de origen vasco, que habían llegado a Chile en el siglo XVII, la contribución de su familia a la independencia suramericana, ya que su bisabuelo Ramón Allende Garcés combatió en las batallas de Boyacá y Carabobo bajo el mando de Simón Bolívar, quien lo consideraba “la mejor lanza” de su Ejército.
Nos dice Yrali López Guevara que “después de la cruenta batalla, entre un mar de cadáveres las encontraron a ellas, sus senos delatores salieron erguidos del uniforme bañado en sangre del Ejército Libertador. Eran ellas, las que no temían ni a fusiles ni a bayonetas ni al fuego de artillería, las que al salir de sus casas abrazaron a sus hijos y se encomendaron a sus dioses esperando regresar vivas”.
Simón Bolívar desde Valencia, Colombia, escribe al día siguiente el parte de batalla al soberano Congreso: “Ayer se ha confirmado con una espléndida victoria el nacimiento político de la República de Colombia”.
La Batalla de Carabobo no ha concluido
Lamentablemente, el 17 de diciembre de 1830 el Libertador no pudo bajar tranquilo al sepulcro, porque no cesaron los partidos ni se consolidó la unión. El 10 de noviembre de 1831 se da el desmembramiento definitivo de Colombia, donde los departamentos del Sur (Ecuador, Azuay y Guayas), formaron la República del Ecuador; los del Centro (Cauca, Cundinamarca, Boyacá, Magdalena y Panamá), la de Nueva Granada, y los del Este (Zulia, Caracas, Orinoco y Apure), la de Venezuela.
Comprendamos que la Batalla de Carabobo no se restringe sólo a aspectos castrenses ni debe verse con gríngolas territorialistas. Bolívar concibe no sólo un proyecto geopolítico de independencia y soberanía continental totalmente contrario a las ansias expansionistas de Jefferson, Adams y Monroe. Bolívar concibe no sólo un modelo político comunal alterno al Estado Liberal Burgués. Bolívar forja una cosmovisión totalmente opuesta al patriarcado, opuesta al colonialismo, al machismo, al racismo y al desarrollismo ecocida.
La Batalla de Carabobo no ha concluido. Si ayer el pueblo en armas derrotó al rey Fernando VII, hoy nos toca resistir ante las agresiones del mayor imperio de la historia; vomitar su lógica perversa; insurgir con nuestros poderes creadores para producir alimentos, ciencia y dignidad; y asumir la máxima bolivariana: «la unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino”. Pero para lograr esto es imperativo que oigamos a Chávez cuando nos dice: “borremos las fórmulas extrañas a nosotros mismos y busquemos los códigos de nuestro pensamiento más antiguo”, en pocas palabras, hay que hacer una revolución curricular.