Por: Roberto Betancourt A.
Consistentemente, la ciencia se ha presentado como un idioma universal que une a la humanidad, aunque, en la práctica, existe un sistema de exclusión deliberado que restringe el acceso a conocimientos, tecnologías, financiamientos y redes de cooperación a ciertos países por razones geopolíticas. Este fenómeno de «neosegregación del conocimiento» o «apartheid científico» se le ha aplicado a Venezuela con intensidad creciente.
Este hecho, experimentado en países como Irán o Cuba, evidencia una forma de discriminación epistémica: un orden mundial en el que no todos los pueblos tienen derecho a investigar, innovar o acceder a tecnologías avanzadas en igualdad de condiciones. En el caso venezolano, las medidas coercitivas unilaterales han impedido —de forma sistemática— el acceso a software científico, servicios en la nube, revistas académicas, licencias tecnológicas, equipos de laboratorio y plataformas de pago para la publicación en revistas indexadas. Lo que para otros países es rutina, para Venezuela se convierte en un obstáculo o en una trinchera.
Estas limitaciones van más allá del ámbito comercial y afectan a la posibilidad de publicar investigaciones en medios internacionales, asistir a congresos, intercambiar ideas y cooperar con universidades y centros de investigación, así como de someterse a la revisión de pares fuera de nuestras fronteras. En resumen, se impide el avance de la ciencia como derecho humano y como motor de desarrollo.
La experiencia iraní es un ejemplo de ello: a pesar de las miles de sanciones, ha logrado situarse en campos como la nanotecnología, la medicina nuclear y la ingeniería avanzada. En 2001, Irán firmó nueve artículos sobre nanociencia; 20 años después, había publicado 12.500 investigaciones, situándose en el cuarto lugar del mundo gracias a la creación de repositorios propios, sistemas de indexación nacionales y redes alternativas de colaboración.
Venezuela está abriendo nuevas puertas. El Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología ha promovido una política de Ciencia Abierta que incluye el desarrollo de infraestructura digital propia, la reingeniería del tejido científico y tecnológico, el fortalecimiento de repositorios nacionales, el estímulo a revistas científicas propias y estrechar lazos con otros países del Sur Global. Con este fin, se han creado instituciones como la Universidad Nacional de las Ciencias Dr. Humberto Fernández-Morán y se ha transformado la Gran Misión Ciencia, Tecnología e Innovación como plataforma estratégica para la emancipación científica.
Lejos de romantizar la adversidad, afirmamos que el conocimiento también es un terreno en disputa. Si la ciencia puede usarse como arma de exclusión, también puede convertirse en herramienta de liberación.
En estos meses de fervor patrio, frente al bloqueo del acceso a los conocimientos universales en constante crecimiento, ratifico que construir ciencia desde el Sur deja de ser un mero acto de creación para convertirse en un acto de soberanía.