Con una excelente campaña, un candidato capaz y genuino como Andrés Arauz y un debate electoral ganado cinco a uno por la progresista “Unión por la Esperanza”. ¿Cómo es posible que la izquierda haya perdido en Ecuador? Las causas son complejas y arraigadas en lo cultural. El repliegue de millones de ecuatorianos que votaron nulo o se abstuvieron habla claro y fuerte de una comunicación política que perciben ajena.
Si no se quiere que el fracaso sea mayor, cabe cuestionar la visión de aldea moderna que se ha inoculado sobre el Ecuador, es decir, la visión de mundo de una nación primermundista cuya moneda es el dólar americano, el fetiche dólar, endiosado en un Ecuador que tanto desde la izquierda como desde la derecha se mira en buena medida con ojos modernos-burgueses-americano-europeos. Quizá el pueblo reclame una visión de las nacionalidades indígenas y afro-ecuatorianas que valore sus aportes; más allá de lo simbólico para entenderlos como sujetos protagónicos del futuro a construir.
También cabría revisar la quimera del Ecuador como “una pequeña Suiza”, una la isla de prosperidad ecuatoriana aunque surja en medio de un continente latinoamericano arrasado. Son realidades coloniales que de seguro nos llevan a zonas de dolor. Pero es imprescindible confrontar la amenaza colonial de nuestra propia mirada distorsionada. Es lo que un teórico de las ciencias cognitivas llama “biconceptualismo”. Esto es una conciencia pendular que integra paradigmas políticos progresistas y conservadores claramente contrapuestos, un elector que hoy apuesta a la izquierda y mañana a la derecha. Probablemente desde la izquierda el desafío sea meditar sobre lo descolonial, y luego abordar estrategias efectivas de comunicación política al servicio de las mayorías populares, campesinas e indígenas; y desde allí armar los proyectos políticos. Advertía José Martí que “los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es salud; pero con una sola mente y un solo corazón”, invitándonos a mirar a Nuestra América sin ingenuidades y en perspectiva de los peligros que las naciones poderosas representan para nuestras repúblicas; pedía así: “Lo que quede de aldea en América ha de despertar”.
La teoría de la comunicación progresista, según explica George Lakoff (un lingüista liberal estadounidense) asegura que la argumentación es esencial para la formación política progresista como proceso permanente de educación. Explica que el cerebro humano procesa la política desde lo que define como “marcos profundos”, es decir, esquemas conceptuales pilares sin los cuales la argumentación política tradicional, los eslogan, las consignas o “marcos superficiales” no logran un anclaje en la conciencia de la persona.
Los resultados electorales del Ecuador no son ajenos a las fortunas que la derecha proimperialista mundial ha invertido en afinar estrategias para manipular conciencias, burlar los sistemas electorales, y lograr que “ciudadanos modernos” (y no los pueblos) terminen votando contra sus intereses. Por un estrecho margen 52% Guillermo Lasso versus 48 % Andrés Arauz la derecha neoliberal financiera se alzó con el triunfo. Las causas simples de su discurso no deben hacer que los tomemos por incompetentes. Son por artífices de la falsa conciencia, del chantaje, el fraude, la difamación y la mentira. “Más que por la fuerza, nos dominan por el engaño” sentenciaba Bolívar.
Bolivarianismo desdibujado
Ecuador suele ser progresista en la visión de derechos sociales y conservador en política exterior, en buena medida porque la historia de la lucha por la independencia hermanada con Venezuela y otros pueblos de la región ha sido enmarcada como poco relevante para los derechos del pueblo ecuatoriano. La Unión es así mas un asunto de articulación local de comunidades indígenas que la juntura de patrias soberanas de la región que se hacen poderosas en la lucha internacional hermanada.
La claridad respecto del rol estratégico de Bolívar como el rector del proceso de independencia de Ecuador ha sido borrado en su dimensión internacionalista y antiimperialista. Y hay más culto por Antonio José de Sucre que por el propio Bolívar. Es imprescindible corregir tal debilidad si queremos que Ecuador juegue un rol importante en favor de la unión regional. Sin Bolívar el cóndor andino no podrá volar alto. Para decirlo en términos de teoría cognitiva, Bolívar es el marco profundo que hay que posicionar políticamente para que los marcos superficiales de la UNASUR, de la CELAC, del ALBA puedan anclar en las conciencias de los ecuatorianos.
La descolonialidad es así un camino largo hacia la verdadera conciencia latinoamericana, hacia la plena humanidad de todos. El modo de lograr pan, paz, tierra-techo y dignidad para el Ecuador, nuestra región y todo el mundo Sur. Es el único modo de llegar como colectivo a buen puerto.
La tarea es estudiar a Simón Bolívar, José Martí, Manuela Sáenz, José Carlos Mariátegui, Tránsito Amauaña, Simón Rodríguez, Guayasamín, Jaime Galarza, entre tantos otros.
Con Lasso en la presidencia, el neoliberalismo proseguirá expoliando a los trabajadores, precarizándolos en medio de la pandemia aún más. Ahora bien en perspectiva histórica lo que se perdió con el fracaso de la izquierda fue la inserción geopolítica emancipada del país andino y el fortalecimiento de la Unidad regional. La izquierda ecuatoriana debe confrontar y debatir igualmente que la geo economía del dólar acusa un franco declive y que siendo las Islas Galápagos el territorio del hemisferio suramericano más cercano al hemisferio euroasiático, donde habita el 80 % de los consumidores del planeta, entraña inmensos riesgos mantener una alineación geopolítica subordinada a EEUU. Triste, trágico además que el bicentenario de la batalla de Pichincha, a celebrarse el venidero 22 de mayo de 2022 encuentre al Ecuador con un gobierno derechista y peligrosamente antiintegracionista.
Por Carol Delgado