Por: Federico Ruiz Tirado
El título expresa una confusión que ha venido rodeándonos, inducida por distintos voceros mediáticos que se arrogan a veces el derecho a hablar en nombre de todos, de representarnos; o mejor dicho, de sustituir nuestra presencia activa, participativa, protagónica; en las decisiones que deslinda la República Bolivariana de Venezuela, del casi extinto Estado puntofijista cipayo, modélico para la burguesía parasitaria y su exquisita cultura confiscatoria de Reverón; clásica guzmancista, sinfónica; de Billo’s y La Estancia, de la otrora Gente del Petróleo y la Fundación Bigott; de carrozas carnestolendas, caviar, y wiski con Pepsi Cola.
La adjetivación se hace indispensable en esta Babelia tecno intelectual creada por la postmografía sociológica de las últimas décadas del siglo pasado; las categorías impuestas por academias bélicas, son sicóticamente repetidas por los memes opinantes de WhatsApp, Facebook; y cualquier artilugio de psicoguerra aplicada a la inteligencia humana por la invasora inteligencia del Pentágono; es decir, hacia estas coordenadas geoestratégicas. Quienes determinan tal difusión memética son los globalizadores imperiales.
Cualquier improvisación de los discursadores criollos, obedece a la inconsciencia esquizoide de sus emisores. No sé cansan, aunque cambien la cachimba editorial, sobre todo esos ajados (por sempiternos escuálidos odiadores de Chávez) venidos a «conciliadores» sutiles con Nicolás en El Universal, algunos caraqueñizados por su pasado cuartarepublicanos en AD y el MIR de Moleiro y otros de la Mérida; que han hecho gala y desfile en la cohorte del Cardenal Porras; sí, el mismo que ruega a dios por más sanciones a cambio de ver a Nicolás Maduro y a Diosdado en una celda yankee.
La falsa autoridad democrática
De este lado tenemos a quienes se erigen como autoridad; las y los relativamente funcionarios empeñados en razonar y sostener su figuración pública; aunados a los cabecillas de la desbandada ultra derecha maltrecha. Tiempo perdido, porque de cierto lado opuesto tenemos al señor Florido, al ilustrado Andrés Caleca, al inefable Capriles, al filósofo Manuel Rosales, quienes son metabólicamente ineptos para el raciocinio; carecen de las premisas elementales para la construcción de un primitivo pensamiento silogístico que vaya más allá del diálogo entre sordos. Y en eso andan; en el más perfecto, infértil, fastidioso, y escandalosamente peligroso diálogo de sordos, estimulado por los habilidosos laboratorios de guerra sucia norteamericanos.
Insistir en legitimar a algunos zombies, como representantes de una mayoría popular enfrentada al presidente Maduro, es una estupidez; es la respuesta de los derrotados por la máxima goebbeliana de la mentira repetida cien veces; esa mentira idiotamente avalada por los autoproclamados líderes de una nada. Ya la paz fue sellada por el pueblo venezolano el 30 de julio de 2017, y la verdadera autoridad democrática se demostró ese día a punta de votos.
Ya el pueblo venezolano conquistó la paz junto a Chávez, y luego con Maduro, junto a mujeres y hombres inmolados durante las guarimbas MUDaicas; ya el pueblo decretó el diálogo con La Constituyente en Asamblea, para eso fue y es plenipotenciario Jorge Rodríguez; el único foro para todo diálogo con cualquier interlocutor, es la Asamblea Nacional: para eso están subordinados a ella todos los poderes públicos y todos los funcionarios por altos que sean sus cargos.
¿O es que el sarcófago opositor tiene supra poderes otorgados por quién, y por qué? ¿O acaso hay quienes ejercen poderes distintos para la toma de decisiones? Si es así, vamos a reordenar, de una vez por todas, esta embriaguez de poderes alocados, dispersos e indefinidos.
Refundar La República —justo en tiempos de decadencia civilizatoria Vaticana, y Norteamericana—, no es soplar para sacarle ruido a las botellas, como acostumbra la diplomacia de cocteles y peletería.
Porque resulta que el imperio sí sopla el ruido de misiles, de ametralladoras, de ejércitos mercenarios y bombas de racimo. Documentales hay bastantes sobre Hiroshima y Nagasaki, transmisiones en tiempo real abundan desde Siria, Libia, Irak, en esta era después de Chávez y sus advertencias respecto a las universales agonías del capitalismo, y a las patadas de ahogado que nos puede atinar si nos dejamos seducir con filigranas de oropel, con ofertas fondomonetaristas, con diálogos, acuerdos, negociaciones, entendimientos comunes e insípidos.
Los pactos entre caballeros templarios que los firme el Conquistador de piras humanas en Altamira, Leopoldo López o sus socios.
Nuestros verdaderos amigos no nos están invitando a pactar porque no nos consideran un peligro, reconocen y respetan nuestra democracia participativa. Nuestros verdaderos amigos saben que no enfrentamos crisis derivada del «Estado fallido», que la crisis les estalló hace rato a los liberalistas neocoloniales como Macri, Temer, Peña Nieto, Duque, Bolsonaro, Kuczynski, porque desconocen la vergüenza histórica.
Nuestros verdaderos amigos saben que la oposición no tiene forma ni contenido, que su cascarón vacío no tiene, nunca ha tenido, espacio ni tiempo social o político, que sigue siendo la MUD con añadidos de siglas; y se limita a un puñado de sujetos que de vez en cuando se huelen el ombligo unos a otros desde un auditorio sordo, ciego, mudo, y para rematar: acéfalo.
Es indispensable la reflexión minuto a minuto, sobre lo que decimos y lo que hacemos; para ensayar la síntesis, para acercarnos sin prisa pero sin pausa, a eso que llaman teoría, o sea; combinar armoniosamente lo pensado, lo dicho, y lo hecho. Conciliar la coherencia con lo cotidiano es la única cura en salud para no arribar definitivamente a la esquizofrenia política.
Que nada ni nadie pretenda desplazar a la Asamblea Nacional como el único espacio político, social, comunal, decisivo, por las facultades plenipotenciaras dotadas por el bravo pueblo, para blindar la República Bolivariana de Venezuela, contra todos los enemigos de la soberanía, la democracia participativa, el antiimperialismo, el socialismo, y el profundo chavismo enraizado en los corazones bolivarianos de los pueblos del mundo.
Unidad, lucha, batalla y victoria: cualquier otro camino es de los verdes.
Punto.