La promulgación del Código para la honestidad, ética y disciplina revolucionaria de la militancia del PSUV es un avance significativo para la revolución bolivariana y para los pueblos del mundo que observan la experiencia venezolana.
En el artículo 3 párrafo 5, el Código se propone un objetivo de enorme alcance y trascendencia: “Promover el desarrollo de la mujer y el hombre nuevo como garantía para el avance hacia el socialismo bolivariano”.
En buen romance, se está planteando la construcción de una personalidad de nuevo tipo, de manera consciente y con una técnica específica orientada a tal fin. La personalidad, donde los rasgos cognitivos como conciencia social y ecológica, visión desalienada de la sociedad y su relación con la personalidad; van acompañados de la adquisición de una alfabetización emocional, un conjunto de habilidades emocionales que tienen su eje en lo que el Che Guevara denominaba “capacidad emocional”, es decir, la posibilidad empática de sentir el dolor de cualquier explotado en cualquier lugar del mundo y transformarlo en motivo para la lucha.
Los grandes conceptos, como hombre nuevo y mujer nueva, permanecen en el campo de las abstracciones y las ensoñaciones, hasta que cobran vida cuando pueden ser procesados en directrices, tareas cotidianas y estructuras que apunten a su construcción. El pueblo organizado es su demiurgo.
Para tan noble fin, el Código de Ética nos brinda interesantes datos. En el Art. 3 Parr. 2 afirma que su finalidad es “Afianzar la conducta del militante en correspondencia con los valores y principios bolivarianos, socialistas, revolucionarios y chavistas”. Estos valores deben ser estudiados, digeridos, internalizados por una gran masa popular. Es decir, una revolución requiere una ideología, una teoría y un debate claro con las teorías y los desvalores que el imperialismo intenta sembrar en su campaña confusional. Por eso el Parr. 4 agrega otra finalidad: “Combatir las desviaciones y deformaciones”. La democracia revolucionaria debe cuidarse de confundirse con el democratismo burgués posmoderno que intenta pervertir a las organizaciones populares con su relativismo rabioso. Pero a la vez y dialécticamente el Art. 7, Parr. 1 plantea como característica de los y las militantes revolucionarios el “ser garantes de la renovación de la revolución”. Toda revolución es un sistema vivo, como tal, un sistema abierto. En cuanto una orgánica se cierra, va muriendo. El Art. 7 Parr. 2 plantea que los militantes deben “mantenerse conectados con la realidad y los sujetos sociales que hacen vida en su entorno, entendiendo que éstos pueden impactar, de manera positiva o negativa, el proceso revolucionario”. Un partido que pierde el pulso de la calle es pasto de la contrarrevolución. En ese sentido el Parr. 4 de dicho artículo llama a “impulsar a los nuevos liderazgos políticos”, un tema que no es fácil en las revoluciones que suelen ver envejecer a las dirigencias una vez en el poder. Así como con las orgánicas, pasa con las teorías, sin nuevos aportes, se van fosilizando. Por eso, el Parr. 1 llama a “adaptarse y renovarse al ritmo del desarrollo social y la modernización, sin perder (los) principios e ideología”. Construir las nuevas reflexiones teóricas al ritmo de la vida, sin perder los fundamentos metodológicos y axiológicos del pensamiento revolucionario bolivariano.
La tarea de superación del ego es colectiva y se desarrolla a través del partido revolucionario conformado por seres humanos de carne y hueso que se dan un Código de Ética y órganos supervisores disciplinarios que sostienen los principios de la revolución.
Por: Sergio Guilli