Por: Alberto Aranguibel
Tal como se definió desde siempre en los más diversos campos del saber y del conocimiento, se supone que la historia es una sucesión de eventos del pasado que, por su propia naturaleza de acontecimientos correspondientes a otros tiempos, no pueden ser modificados antojadizamente por nadie de la noche a la mañana, salvo aquellos en los que las investigaciones científicas arrojen revelaciones que obliguen a modificar lo que se creía de ellos.
Pero hasta tanto no existan tales revelaciones que, con base en datos ciertos perfectamente verificables desde el punto de vista científico, contradigan o pongan en entredicho al menos lo que desde siempre se ha tenido como cierto, cambiar o alterar de alguna manera lo sabido es por lo menos irresponsable.
De ahí que no puede dársele a la mediática de ese nuevo mundo que ha inventado ahora el imperio norteamericano, al que ampulosamente denominan “occidente”, ningún otro calificativo que irresponsable en su demencial intento de borrar de la noche a la mañana la imponente presencia de la cultura rusa en la historia contemporánea.
Pero, mucho más que esa irresponsabilidad, si es que cabe, es la demencial pretensión de esa mediática occidental de intentar borrar, también de la noche a la mañana, la siniestra historia de horror que significó para el mundo el nazismo y su dogma del exterminio humano; en virtud de la más brutal y sanguinaria discriminación racial que haya existido jamás, y que significó para Europa la muerte de millones de hombres, mujeres y niños inocentes a los que el fascismo les arrancó la vida sin razón.
Es la irresponsabilidad de un poderoso consorcio de medios televisivos como Arts & Entertainment, que desde que se inició el conflicto en Ucrania a principios de este año ha borrado por completo de la programación de su canal History Channel, los documentales referidos al nazismo con los que hasta hace poco saturó hasta lo indecible a su audiencia.
Pretenden no sólo eliminar del imaginario colectivo a la cultura rusa, sino hacer olvidar el oprobio y la crueldad del fascismo. Lo que en definitiva significa lavarle la cara a Hitler; para que el convertir a los nazis de Ucranía en héroes resulte más sencillo y más creíble.