Por: Beatriz Rondón
Cuando arrancó la campaña presidencial desde el 4 de julio, quienes apoyamos al gobierno, asi como la oposición, hicimos movilizaciones en diversos puntos del país y campañas en las redes sociales.
Las comunidades nuestras se organizaron: el 1x10x7 fue la clave para la victoria que obtuvo El Gallo Pinto Nicolás Maduro.
Fue una campaña atípica, sin duda. El presidente, a su vez candidato presidencial, nunca dejó de ser un blanco ansiado de atentados en pleno recorrido por el país.
Del lado más oscuro de la campaña, una señora inhabilitada políticamente, ataviada de amuletos esotéricos y otros identificados con la religión católica, asume el asta de un pendon del candidato «legal», un octogenario sin mucho ánimo y con bastante desinterés por el país, desconocido pero pisapasito, cuyo pasado está teñido de sombras y acciones encubiertas por una extraña y belicista diplomacia en Argelia y El Salvador.
El señor se llama Edmundo González Urrutia.
Todo transcurría con la inquietante normalidad que se vive de paso por un bosque desconocido, como el de Caperucita al acecho del lobo. Por eso estábamos alertas debido al golpe de estado que se gestaba en la organización y acciones de grupos violentos que conocimos por su propia creadora con el nombre de «Comanditos».
El diminutivo nos espabiló desde un principio, y a mí personalmente, me espantó, porque imaginé un comando dirigido por una Cucarachota sentada en un sillón aterciopelado y unos cuantos cucarachitos dispuestos a poblar de espanto, por migajas dolarizadas, la alteración de la paz que hemos logrado en Venezuela.
Veintiun días de terror psicológico inyectado por la jefa de los comanditos a sus seguidores y votantes de su candidato, donde se manipuló emociones y sentimientos de todos y todas los que decidieron seguir a La Mosca de Maria Machado, quien se mostró en toda la campaña con la bandera de siete estrellas, cantidad de colgajos en el cuello y gestos de mecánica armonía, acompañados de sonrisas, para crear confusion y maquillar su vocación fascistoide, hasta el punto de vender la imagen de que no es capaz de promover daños al pueblo ni a su patria.
El pueblo consciente de los problemas económicos, políticos y sociales por los que pasamos los venezolanos, tiene clara su estrategia de echar a pelear pueblo contra pueblo, usar a nuestros adolescentes y jovenes como carne de cañón para causar desastres, caos y muertes, y así generar un impacto internacional que atraiga la tan anhelada invasión militar.
Lo cierto es que llegó el día de ir a votar y asistimos temprano a cumplirle a la Patria. La mayoría de los centros se instalaron sin mayor novedad y la gente votó tranquila y con seguridad. En menos de un minuto ejercimos nuestro derecho a votar.
En espera de los resultados que se dieron después de las 10 pm, el Consejo Nacional Electoral anunció el ganador de una contienda que se dió una vez más por la vida y por la paz.
Así, Nicolás Maduro es ratificado como presidente para el período 2025-2030.
Amaneció. La calma y el silencio preludiaron el desenlace de un plan que se había preestablecido. El plan 2.0.
El ataque se ejecutó desde los espacios cibernéticos con campañas a través de Bots por las redes sociales con canciones y vídeos alusivos a una «Venezuela libre» con la llave en la mano, como decía la canción de Franco de Vita.
La estocada que le daría la victoria forzada al señor González, fue el jaqueo del CNE desde un país ubicado en el viejo continente, Europa.
Desde Macedonia del Norte nos enteramos hoy que se lanzó el misil. Esto en primera fase para luego activar los comanditos con ataque a líderes comunitarios, incitar al odio dentro de las familias, entre amigos y vecinos, todos por ser o parecer chavistas, destrozar espacios públicos, quemar y matar a cualquiera que diera la impresión de votar por Maduro.
Estos días siguen transcurriendo. El golpe de estado está en marcha, pero hoy, 30 de julio, se está desmontando con la unión cívico-militar-policial.
Esta guerra fascista intenta dañar las entrañas de la psiquis, los símbolos relacionados con Chávez, derrumbando imágenes del doctor José Gregorio Hernández y del indio Coromoto, de espacios públicos emblemáticos como el Museo de los Llanos de Barinas, los módulos policiales y de salud y la Estación de Transbarca del estado Lara.
La gente se pregunta qué mal le harían estos iconos culturales a estos «cucarachos».
Juntos y juntas no le daremos tregua al fascista. El Pueblo venezolano decidió por la paz. No podrán ni desde Macedonia del Norte ni desde ningún otro planeta y sus extraterrestres.
Somos la patria. Somos los de Bolivar y Chávez. Somos los gallos pintos y así nos decimos en el pueblo y sus calles.