Por José Gregorio Linares
En 1818 el Libertador escribió dos cartas que el gobierno de EE.UU y sus alabarderos criollos no quisieran que se divulgaran entre los venezolanos. En ellas está la matriz del pensamiento antiimperialista de Bolívar, la esencia de la política bolivariana de defensa y soberanía nacional, la simiente de nuestras convicciones independentistas. En estas epístolas hay una lección de dignidad y coraje. Fueron escritas por el Libertador cuando la causa patriota vivía momentos críticos. La nación estaba “cubierta de luto tras ocho años de combates, de sacrificios y de ruinas”, expresa Bolívar. Todo era ruinas: “la fatalidad, anexa a Venezuela, la ha hecho sucumbir dos veces, y su tercer período se disputa con un encarnizamiento de que únicamente nuestra historia suministra ejemplo”. (12 de junio de 1818). Pues bien, en esas circunstancias los independentistas buscaban desesperadamente el apoyo de otras naciones. Pero solo llegaban algunos mensajes de solidaridad y refuerzos.
Sí, permanecía vivo el recuerdo de Alejandro Petión de Haití, de Juan Bautista Bideau de Santa Lucía; y en aguas del Orinoco el almirante Luis Brion, de nacionalidad curazoleña, se batía contra los realistas. Por esa época llega también la solicitud del oficial español Mariano Renovales de incorporarse a la lucha por la independencia de Venezuela. Bolívar le responde “Ud. nos hace un verdadero servicio ofreciéndonos su activa cooperación al restablecimiento de la independencia de América”. (20 de mayo de 1818).
Sin embargo, nada de esto era suficiente. Se necesitaba el apoyo de una poderosa nación para equilibrar las fuerzas en el desigual combate contra España. Bolívar busca el respaldo de Gran Bretaña, pero esta gran potencia, a quien el Libertador llamaba la “Señora del Universo”, no apoyó la lucha por la independencia, a pesar de que éste ya le había lanzado el señuelo de que aliarse con nosotros le traería ventajas económicas: “Es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio”, le insinúa. (Carta de Jamaica, 1815). De modo que estábamos solos. Rodeados de indiferencia y recelo.
En esos momentos llegó la noticia de que procedente de Norteamérica arribaba a nuestro país un buque de guerra de bandera estadounidense donde venía Juan Bautista Irvine, el emisario del gobierno de EE.UU que “traía despachos muy importantes de su Gobierno para el de Venezuela”. En las adversas circunstancias en que nos encontrábamos su visita causó una gran expectativa. Bolívar emocionado cree que viene a comunicarle la noticia de que EE.UU va a declararle la guerra a España y a respaldar nuestras luchas. Escribe: “Amenazado por una fuerte expedición, necesitábamos más que nunca los auxilios exteriores para prepararnos a resistirla en el interior y en nuestras costas. La protección que nos ofrece el Norte nos redime de uno de estos cuidados y nos da medios para que atendamos al otro. Yo no dudo que la escuadra norteamericana se empleará en arrojar a los españoles lejos de nuestros mares, y que sus tesoros, sus armas, municiones y aun sus tropas se nos franquearán para extinguirlos en el Continente. La libertad e independencia de la América hallan al fin un protector.” (2 de Julio de 1818).
Pero pronto se percata de que sus ilusiones carecían de fundamento. El comisionado en realidad viene a exigir a nombre de su gobierno la devolución de dos goletas (la Tigre y la Libertad) que fueron capturadas cuando en ellas ciudadanos estadounidenses traficaban armas y víveres en favor de los realistas. Para cumplir su nefasta misión Irvine intenta amilanar a Bolívar. Le envía varias comunicaciones donde emplea un lenguaje «en extremo chocante e injurioso». Además, prevaliéndose de la difícil situación que atraviesa la causa patriota, amenaza al Libertador con tomar represalias si no hace lo que él demanda. El Libertador le contesta con las cartas de la dignidad. Cartas que deberíamos publicar y divulgar para que todos los venezolanos conozcamos cómo se responde ante la impertinencia y el acoso de una potencia. Cartas que expresan lo que significa defender la patria ante un poderoso enemigo.
En una de ellas Bolívar dice: “No permitiré que se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”. (7 de octubre de 1818). En la otra el Libertador afirma: “El valor y la habilidad, señor Agente, suplen con ventaja al número. ¡Infelices los hombres si estas virtudes morales no equilibrasen y aun superasen las físicas! El amo del reino más poblado sería bien pronto señor de toda la tierra. Por fortuna se ha visto con frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos”. (12 de octubre de 1818)
En el 2018 se cumplen doscientos años de que estas cartas fueron escritas. ¡Que nadie se quede sin leerlas y sin conmemorar! Proponemos que este año aniversario las mismas se conviertan en pancartas que ondeen en cada Plaza Bolívar del país; en murales que cubran muros y paredes en toda Venezuela ; en monólogos, canciones y obras de teatro interpretadas en centros de enseñanza y espacios de trabajo y lucha ; en encartados que circulen con cada periódico y revista; en tuits que vuelen y promuevan la resistencia antimperial; en manifiestos que inspiren patriotismo en los consejos comunales y comunas; en arma ética dentro de la fuerza armada; en verbo que entonemos en desfiles, fiestas y marchas. ¡Bolívar Vive!