Por Alí Ramón Rojas Olaya
El 15 de junio de 1813, Simón Bolívar escribe en el cuartel General de Trujillo el “Decreto de Guerra a Muerte”, destinado a separar nítidamente los dos bandos contendientes: americanos y españoles. El mismo comienza así: “Venezolanos: un ejército de hermanos, enviado por el soberano Congreso de la Nueva Granada ha venido a libertaros y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las provincias de Mérida y Trujillo”.
207 años después, podemos escribir: “colombianos: un ejército de asesinos, enviado por Estados Unidos y no avalado por el soberano congreso de Colombia, ha llegado para oprimir a Venezuela y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber fracasado la Operación Gedeón”.
¡Gringos y Uribistas, contad con la muerte!
La agresión de los gobiernos neogranadinos a Venezuela es de vieja data. El recibimiento de los 800 castrenses estadounidenses para el entrenamiento militar tiene la finalidad de invadir la patria de Bolívar. No olvidemos las palabras de Luis Vargas Tejada, secretario de Francisco de Paula Santander, quien en 1828, dijo: “Si a Bolívar la letra con que empieza y aquella con que acaba le quitamos, oliva de la paz símbolo hallamos. Esto quiere decir que la cabeza al tirano y los pies cortar debemos, si es que una paz durable apetecemos”.
Eugene Hermann Plumacher fue el cónsul de Estados Unidos en Maracaibo entre 1878 y 1910. En junio de 1901, planificó con el general venezolano Carlos Rangel Garbiras (el Cliver Alcalá Cordones de entonces) y algunos colombianos santanderistas, una invasión colombiana a Venezuela por el estado Táchira. El 26 de julio de 1901, el presidente neogranadino conservador José Manuel Marroquín Ricaurte, da la orden a un regimiento conformado por cinco mil soldados santanderistas cuya misión era “saquear nuestros pueblos, mancillar nuestra honra y enriquecerse con el fruto de nuestro trabajo”. Ante esta agresión, el presidente bolivariano Cipriano Castro proclamó: «El sagrado territorio de la Patria ha sido invadido por un ejército de colombianos. Compatriotas, pido y reclamo en nombre de Venezuela, el concurso decidido de todos sus hijos”. La batalla de San Cristóbal se desarrolló entre el 28 y 29 de julio, y a pesar de la inferioridad numérica de nuestro ejército (300 soldados) la victoria fue de los Restauradores de Cipriano Castro y entre sus consecuencias se cuentan la expulsión de los conservadores colombianos de la patria (hoy uribistas), el exilio de Garbiras en Colombia y el fortalecimiento del gobierno venezolano. El 20 de agosto de 1901, Eugene Hermann Plumacher levantó un plano y lo envió a su gobierno con las notas explicativas de cómo fueron las acciones.
Cuenta Gilberto Carrero que su bisabuelo barloventeño defendió los colores bolivarianos en esta batalla, de la que le contó que: “Al principio fue dura, pero en el calor del combate el pueblo venezolano se creció dando demostración de garra, no hacía falta levantar la moral, la tropa avanzaba sola y el enemigo al ver el valor y la destreza combativa aún con su número decidió retroceder, el liderazgo individual y la táctica combativa, y estrategias los dejó pasmados”.
¡Ingleses, contad con la muerte!
El 26 de mayo de 2020, la vicepresidente de Venezuela, Delcy Rodríguez, denunció el plan orquestado por el dirigente contrarrevolucionario Juan Guaidó, para despojar a Venezuela de sus bienes a través de la creación de una oficina creada para la supuesta reconstrucción de Venezuela. “El oro que Guaidó le está entregando al gobierno inglés forma parte de ese entramado. No han dado un solo paso que no tenga el significado de despojar a Venezuela de todos sus activos, ya vimos lo que hicieron con Citgo, ¿qué no han hecho? El saqueo de Venezuela”. Asimismo, anunció que recientemente el canciller Jorge Arreaza citó al encargado de negocios del Reino Unido en Venezuela para que aclarara la creación de esta oficina. Delcy Rodríguez informó que Venezuela, a través del Banco Central de Venezuela, demandó al Banco de Inglaterra por apropiarse esta nación del oro venezolano valorado en mil millones de dólares.
Es importante recordarle los ingleses quién fue Domingo Sifontes, cantaurense de nacimiento (1834) y tumeremense desde niño. ¿Por qué? Porque este héroe venezolano escribió una de las páginas más gloriosas de la historia patria en 1894. Se hizo militar y estudió la realidad limítrofe que vivía el estado Bolívar. Analizó a profundidad al enemigo. Sabía que los ingleses mantenían relaciones con las provincias venezolanas desde el siglo XVI. Sabía que la región guayanesa en época de la colonia, por haber sido relativamente abandonada por España, era un aperitivo apetecido por los ingleses que no dudaron en explorar la costa atlántica venezolana, teniendo como objetivo principal el Delta del Orinoco. Sifontes había leído sobre la importancia que tenía nuestro delta para el corsario inglés Walter Raleigh, por ser un medio de comunicación codiciable que da acceso y entrada al continente. Sabía que para los británicos el océano Atlántico y el mar Caribe eran parte de una estrategia de colonización fundamentada en su poderío naval con el que formaban un gran imperio ultramarino que consolidaban rompiendo el monopolio español de circulación en los canales de navegación regional para beneficiarse con la distribución y venta de los más variados productos.
El 2 de marzo de ese año, 1894, ante la invasión de un grupo de ingleses que venían de la Guayana Británica con la intención de apoderarse de parte de este territorio, el general Domingo Sifontes fundó una población que llamó El Dorado entre los ríos Cuyuní y Yuruani. Allí estableció un puesto militar desde donde comandó a sus valerosos militares que liberaron sus energías creadoras en medio de la perplejidad, el desasosiego y el caos. Sifontes hizo de la teoría acción revolucionaria para defender la soberanía nacional. Combatieron en tierra a los invasores británicos y al cabo de varias horas estos huyeron despavoridos. Sifontes se convertía en una amenaza para Inglaterra. Domingo Sifontes, murió el 9 de enero de 1912 en El Callao. En su honor el municipio cuya capital es Tumeremo lleva su nombre.
En el Decreto de Guerra a Muerte, Bolívar hoy le dice a los enemigos de la patria: “todo venezolano contrarrevolucionario que no conspire a favor de la tiranía estadounidense en contra de la justa causa bolivariana por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas”. “Esta amnistía se extiende hasta a los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que ninguna razón, causa o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis para evitar nuestra animadversión.
Gringos, uribistas y pitiyanquis, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos revolucionarios, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”. El oro que está en Venezuela nunca será de Inglaterra ni de Estados Unidos ni de Colombia. Si siguen jodiendo, acá les espera el pueblo bolivariano miliciano y militar a las órdenes de Cipriano Castro y Domingo Sifontes.