Por Alí Ramón Rojas Olaya
“Nadie es, si se prohíbe que otros sean” dijo en alguna ocasión Paulo Freire. En el senado brasileño acaba de ser introducida una petición avalada por veinte mil firmas para solicitar que el título honorífico que le fuera concedido al pedagogo como Padre de la Educación de Brasil le sea retirado. Quienes firman apoyan la educación privada y temen que un posible triunfo electoral de Lula abogue por una educación gratuita.
Paulo Freire es junto a Pelé uno de los símbolos referenciales de Brasil. Le dio continuidad a la educación popular que fundara Simón Rodríguez en Bolivia en 1825. Este alfabetizador, nacido en Recife, estado de Pernambuco, el 19 de septiembre de 1921 y fallecido en São Paulo el 2 de mayo de 1997, escribió una vasta obra entre 1959, año en que se divulga La educación y la realidad brasileña y 2000, año en que se publica post-mortem su última obra Pedagogía de la indignación: cartas pedagógicas en un mundo revuelto. Entre ambos títulos destacan: La educación como práctica de la libertad (1967), Pedagogía del oprimido (1970), Cartas a Guinea-Bissau (1977), Hacia una pedagogía de la investigación (1985), Aprendiendo de la historia misma (1987), El hablar con los educadores (1990), La alfabetización: Lectura del mundo y lectura de la palabra (1990), Pedagogía de la esperanza: un reencuentro con la Pedagogía del oprimido (1992), Cartas a Cristina (1994) y Pedagogía de la autonomía (1996).
En su libro La educación como práctica de libertad, Freire quiere que el oprimido adquiera una conciencia crítica: parte de una propuesta dialógica y antiautoritaria. Para él las personas han nacido para comunicarse entre ellas. Esto es posible mediante la pedagogía para la libertad que proyectó Simón Rodríguez en 1825. Para ello, se necesita una sociedad con condiciones favorables, sociales, políticas y económicas. Se precisa una filosofía de la educación que piense como el oprimido y no para el oprimido. A través de la alfabetización se concienciará a las personas, para llegar a la democracia que rompa con los esquemas de la sociedad hermética. La pedagogía de Freire, al igual que la de Róbinson, es la pedagogía de la conciencia.
En Pedagogía del oprimido, éste tiene que liberarse psicológicamente para no convertirse en opresor porque ellos tienden a “identificarse con su contrario”. Como ejemplo concreto, Freire menciona el caso de los oprimidos que quieren la reforma agraria, “no para liberarse, sino para poseer tierras y, con éstas, transformarse en propietarios o, en forma más precisa, en patrones de nuevos empleados”. Ambos, los opresores y los oprimidos, temen a la libertad, pero por razones diferentes. “En los oprimidos el miedo a la libertad es el miedo de asumirla. En los opresores el miedo de perder la “libertad” de oprimir”. Debe plantearse una educación que habilite al ser humano para la discusión valiente de su problemática, de su inserción en esta problemática, que le advierta de los peligros de su tiempo para que, consciente de ellos, gane la fuerza y el valor para luchar. Educación que lo coloque en diálogo constante con el otro, que lo predisponga a constantes revisiones, a análisis críticos de sus descubrimientos, a una cierta rebeldía, en el sentido más humano de la expresión; que lo identifique, en fin, con métodos y procesos científicos.
Paulo Freire gesta su legado pedagógico en el ideario de Rodríguez. Para el visionario caraqueño el ser histórico y político, se instaura en la interacción de sujetos dentro de las relaciones de poder diferentes: la libre cooperación, la solidaridad y el bien común o fin colectivo del que se es individualmente beneficiario. El carácter humanístico y sociocrítico se manifiesta cuando expresa “piensa en todos para que todos piensen en ti”. Su propuesta pedagógica tiene un fin último: “hacer menos penosa la vida”, solo posible si se logran los siguientes objetivos específicos: “dar de comer al hambriento, dar de vestir al desnudo, para dar posada al peregrino, para dar remedio al enfermo y para distraer de sus penas al triste”.
Los firmantes piden cambiar la educación bancaria por una educación de súbditos. Sobre estos se posa una inmensa mano, la de Simón Rodríguez, quien en defensa de su discípulo brasileño, les recuerda que las lecciones que se imparten en la educación privada son “verdaderas viruelas naturales” porque quienes las reciben “mueren o quedan estropeados mentalmente”. Con esta propuesta neoliberal, concluye Róbinson: “se mantiene así la sociedad, creyendo que todo ha de ir como ha ido, hasta que llega el día de experimentar los efectos de la ignorancia”. Bem-vindo Freire, Fora Temer!