Por José Gregorio Linares
Cuando en 1954 Estados Unidos asestó un golpe de Estado contra el gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala, el Che Guevara andaba por allí. Era parte del recorrido que hacía por Suramérica para conocer mejor su realidad y contribuir a transformarla. Cuando vio lo que ocurría en la nación centroamericana se alistó en las filas de la resistencia para defender las conquistas de la revolución. En efecto Arbenz, quien gobernó Guatemala entre 1951 y 1954, dirigió una revolución agrarista mediante la cual se proponía hacer justicia y activar la economía de su país. En esa nación el 2% de la población era propietaria del 72% de la tierra cultivable; pero de esta porción solo se cultivaba el 12%. Para colmo de males, gran parte de la tierra estaba en manos de compañías extranjeras (sobre todo de la estadounidense United Fruit Company) que aportaban muy poco a la economía nacional y sobreexplotaban al pueblo guatemalteco obligándolo a trabajar en condiciones infrahumanas.
Entonces, Arbenz se propuso expropiar y redistribuir entre los campesinos pobres las tierras ociosas de los grandes latifundistas nacionales y extranjeros, sobre todo de la United Fruit Company, a la cual se le indemnizaría. Arbenz firmó expropiaciones de medio millón de hectáreas ociosas, lo que significó que 500 mil campesinos se verían beneficiados; además éstos recibirían créditos para la compra de maquinarias e insumos agrícolas.
Esto bastó para que desde EE.UU Arbenz fuera acusado de comunista y de trabajar para la URSS. Entonces, desde la Casa Blanca el presidente Eisenhower a través de la CIA desarrolló un plan para derrocarlo, la Operación Washtub, que consistió en plantar armas soviéticas falsas de procedencia checoeslovaca que demostrarían los hipotéticos nexos de Guatemala con Moscú. Las supuestas armas fueron halladas en un submarino que iba pasando por las costas de la Nicaragua de Anastasio Somoza, que se prestó para clavar el puñal en el corazón de la revolución guatemalteca. ¡Toda una película!
De inmediato el Teniente Coronel guatemalteco Carlos Castillo Armas invadió su propio país con el apoyo de la aviación norteamericana. El gobierno de Guatemala y su pueblo no estaban preparados para enfrentar la invasión. La noche del 27 de junio de 1954, Arbenz fue obligado a renunciar a la presidencia y a exiliarse. En el discurso de despedida expresó: “Ellos usaron el pretexto del anticomunismo. La verdad es muy diferente. La verdad se encuentra en los intereses comerciales de la United Fruit Company y otros monopolios que han invertido dinero en Latinoamérica y temen que el ejemplo de Guatemala podría ser seguido por otros países latinoamericanos. Yo fui elegido por la mayoría de la población de Guatemala, pero he tenido que lidiar con condiciones difíciles. La verdad es que la soberanía de un pueblo no puede ser defendida sin los materiales económicos necesarios”.
El nuevo régimen de facto presidido por Castillos Armas suprimió las medidas agraristas de Arbenz e hizo retrotraer a los campesinos a “la condición de servidumbre y esclavitud” según reconoció la Federación Americana del Trabajo. Además, inauguró un prolongado periodo de terror que dejó un saldo de alrededor de 200 mil asesinatos y miles de desaparecidos políticos. Años después un agente dela CIA confesaba, con desprecio hacia el lacayo, que: “Castillo Armas fue un mal presidente, toleró la corrupción en todo su gobierno; fue más servil hacia la United Fruit que servicial hacia su propio pueblo”.
Para la época del Golpe de Estado contra Arbenz, el joven médico Ernesto Guevara se encontraba en Guatemala. Se solidariza con la lucha del pueblo guatemalteco. Escribe a su tía: “tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit, convenciéndome una vez más de lo terrible que son estos pulpos. He jurado no descansar hasta ver aniquilados estos pulpos capitalistas. En Guatemala me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un revolucionario auténtico”. Y a su madre le manifestó: “Arbenz es un tipo de agallas. El espíritu del pueblo es muy bueno. Ya estoy apuntado para hacer servicio de socorro médico de urgencia y me apunté en las Brigadas Juveniles para recibir instrucción militar e ir a lo que sea”. Pero una vez derrocado Arbenz, la represión arrecia. Es declarado “comunista peligroso” por la policía del régimen. Entonces el Che decide refugiarse en la embajada argentina, y allí obtuvo un salvoconducto que le permitió llegar a México, donde conoció a Fidel y se alistó en el movimiento 26 de julio que tiempo después liberaría a Cuba de la dictadura de Batista y del imperio yanqui.
Ahora cuando conmemoramos al Che, es oportuno recordar este episodio de la larga lucha del pueblo latinoamericano por la justicia y contra la injerencia extranjera. Nos enseña que los enemigos podrán interrumpir una Revolución, pero no acabar con el espíritu que anima a los seres humanos a seguir luchando por un ideal superior. Nos enseña que más temprano que tarde los pueblos triunfan y los imperios se debilitan. Nos ratifica que, como decía el Che: “Un revolucionario es ciudadano de su deber”.