Texto e ilustración Lorena Almarza
Apunte bien que va a matar a un hombre
Tras once meses de lucha, el 8 de octubre de 1967, el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia bajo el mando del Che, fue sorprendido en la Quebrada del Churo. El Che es herido, finalmente capturado y llevado detenido a la Escuela de La Higuera donde pasó la noche. Al día siguiente, el 9, el dictador Barrientos, siguiendo las órdenes de la CIA, instruyó su ejecución. Será el sargento Mario Terán a quien le corresponda ajusticiar al guerrillero heroico. De aquel día Terán contó a la revista francesa Paris-Match: “Al verme me dijo: `Usted ha venido a matarme´ (…) Entonces me preguntó: ´¿Qué han dicho los otros?´. Le respondí que no han dicho nada y él contesto: ´¡Eran unos valientes!´ (…). En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente (…) ´¡Póngase sereno – me dijo- y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!” Luego vinieron las descargas contra su humanidad.
A los pocos días, y desde la Plaza de la Revolución en La Habana, el Comandante Fidel, señaló: “(…) Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che! Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡Queremos que sean como el Che!”.
Treinta años después del asesinato, en 1997 sus restos fueron trasladados a Cuba y desde entonces descansan en el Memorial Ernesto Guevara de la ciudad de Santa Clara. En junio de 2013 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) mediante el Programa Memoria del Mundo, reconoció al Che por su contribución al pensamiento revolucionario, latinoamericano y mundial, y destacó su significado como símbolo de liberación e internacionalismo.
Ernesto y los libros
Los libros ocuparon siempre un lugar importante en su casa y en su vida, pues su padre, poseía una biblioteca muy nutrida que reunía importantes obras de autores clásicos, libros de filosofía, psicología, arte, literatura, historia, así como obras de Marx, Engels y Lenin, entre otros.
Cuentan que ya a los nueve años, conocía en detalle la evolución militar de la guerra civil española, y esto se debió a que era frecuente recibir en su casa a Manuel de Falla, importante compositor español, quien estaba exilado en Argentina desde 1939 tras la dictadura de Francisco Franco, quien además era vecino de la familia Guevara de la Serna.
Entre sus autores favoritos de adolescente se pueden mencionar las novelas de aventuras de Emilio Salgari, Julio Verne y Alejandro Dumas, pero también libros de matemáticas, ciencias naturales, historia y geografía. Su fiel amigo y compañero de viaje Alberto Granado, relató que cuando conoció a Ernesto, este tenía 14 años, y él 20, y que a esa edad, “demostraba una profundidad en los análisis de la literatura”. Para entonces, era un entusiasta lector de Federico García Lorca, Pablo Neruda y Domingo Faustino Sarmiento. También corría en el imaginario del joven, las novelas de aventuras y otros libros de marcado compromiso social de Jack London, escritor californiano socialista, a quien también leían Lenin y Trosky.
Uno de sus cercanos colaboradores en la Sierra Maestra, Congo y Bolivia, Harry Villegas Tamayo, alias “Pombo”, contó, luego de exclamar: “no solo de pan vive el hombre chico, que el Che “llevaba libros en su mochila y repartía algunos otros en las mochilas de los guerrilleros; y que además, en las cuevas donde ocultaban el armamento, las vituallas y medicinas, también se guardaban libros”.
De visita por Venezuela
Los viajeros llegaron a Venezuela procedentes de Bogotá, justo un mes después del cumpleaños veinticuatro de Ernesto, así lo contó Granado: “Fuimos en ómnibus desde Bogotá hasta la frontera. Atravesamos el Puente Internacional que une Cúcuta con la ciudad de San Cristóbal en Venezuela. Salimos como a las siete de la mañana de Cúcuta, rumbo a la frontera venezolana (…) afortunadamente ese 14 de julio entramos a Venezuela por un camino bastante lindo, bordeando el cordón montañoso hacia San Cristóbal (…) lo que más me llamó la atención fue el Río Torbes, que tiene aguas de un intenso color rojo, que resalta con el verde de sus riberas”.
De San Cristóbal hasta Caracas tomaron un autobús destartalado el 16 de julio a las 11 de la noche, cuyo viaje duró 24 horas y que durante el trayecto paró varias veces porque los cauchos se espichaban. Justo en el año 2007, en el marco de la conmemoración de los 40 años de su muerte y los 55 años del mencionado viaje, se develó una estela en honor al Che con motivo de su visita en la ruta del Águila.
A Caracas llegaron el día 17 por Plaza España, espacio que según Carlos Edsel, profesor de historia desaparecería para dar lugar a las actuales avenidas Urdaneta y Fuerzas Armadas. Al llegar contactaron a Margarita Calvento, trabajadora social argentina que era tía de un amigo de Ernesto, quien los refirió a la pensión de la Juventud Católica de Venezuela para que se quedaran allí y no en una maloliente y descuidada pensión debido a la fuerte crisis de asma del futuro guerrillero heroico.
Allí conocieron a un joven estudiante de abogacía que pertenecía a COPEI, “derechista completo, pero muy culto, diría Granado”, con quien entablaron buena relación y quien les pagó la entrada para ir al juego de fútbol entre el Real Madrid de España y los Millonarios, que era un equipo formado por jugadores argentinos. Resulta que ese joven estudiante de abogacía era Gonzalo García Bustillo, quien sería embajador de Caldera en Cuba cuando Chávez fue a la Habana en 1994.
El día 19, los viajeros visitaron a Jacinto Convit, quien ya era jefe de la lucha contra la lepra en Venezuela. Granado se quedó con el Dr. Convit a trabajar en el hospital de Cabo Blanco en la Guaira cerca de Maiquetía, mientras que Ernesto que debía ir a Buenos Aires, partió a Miami, en un vuelo de carga que comercializaba caballos de carrera en la ruta Buenos Aires-Caracas, Caracas-Miami, Miami-Maracaibo-Buenos Aires. Sin embargo por un desperfecto en el avión, debió permanecer un mes entero en Miami. Tiempo de espera que estuvo de pies y cabeza metido en la biblioteca.
Regresó a Argentina y ya en julio de 1953 se graduó de médico. Un mes después inició su segundo viaje con su amigo Carlos “Calica” Ferrer, el cual sería decisivo en la develación del espíritu guerrillero y combativo.
El encuentro entre Fidel y el Che
En 1955 conoció a Raúl Castro, quien fue uno de los primeros que salió de Cuba, posteriormente conoció a Fidel, quien refirió de su encuentro con el Che en Biografía a dos Voces: “Él tiene la simpatía de la gente. Era de esas personas a quien todos le toman afecto inmediatamente, por su naturalidad, por su sencillez, por su compañerismo, por su originalidad, y por sus virtudes (…) Nuestro encuentro se hizo una noche en julio de 1955, en México, en la calle Emparan, si mal no recuerdo, en casa de una amiga cubana, María Antonia González (…)”.
El Che se unió a la causa de liberación nacional bajo el liderazgo de Fidel como médico de la tropa, sin embargo, se entrenó militarmente y luego se hizo Comandante. Fidel refirió: “El Che se ha convertido en un modelo de hombre no solo para nuestro pueblo, sino para cualquier pueblo de América Latina”.