La oposición es difícil de entender en cualquier tema, pero en este de las elecciones bate todos los récords de contradicción.
Fase 1: Queremos elecciones
Hace un año, la oposición «venezolana» (bueno, nacieron aquí…) clamaba por elecciones. Usted le preguntaba a cualquiera de los muchos «líderes» (perdonen el exceso de comillas) ¿qué debe hacerse para salir del atolladero político?, y todos respondían, con aquellas caras de grandes demócratas, ¡Elecciones!
Toda la estrategia diplomático-mediática apuntaba en ese sentido. El secretario general de la MUD (perdón, de la OEA), Luis Almagro, incluso amenazó con expulsar a Venezuela del organismo hemisférico si el gobierno no accedía a adelantar las elecciones presidenciales.
Entre las motivaciones de las primeras protestas violentas, a finales de marzo, destacaba la exigencia de realizar los comicios regionales, que ya estaban atrasados, y de anticipar las presidenciales aproximadamente en año y medio. Las pancartas de la «sociedad civil» (más comillas, pero es que se portaron muy incivilmente) decían ¡Elecciones ya! (no me crean a mí, revisen sus propios facebook).
El deseo de medirse electoralmente nacía de la convicción de que seguía vigente la correlación de fuerzas que produjo la victoria opositora de diciembre de 2015. Otro pequeño error de cálculo de los ilustrados e inteligentes dirigentes y sus asesores.
Fase 2: No vamos a permitir elecciones
Explotó la violencia en abril y bañó de sangre al país. El ala pirómana tomó el control de la oposición ante la mirada cómplice y alcahueta del ala moderada-taimada. En una jugada política que hasta ahora ha sido la mejor en su carrera política, el presidente Nicolás Maduro convocó a elegir una Asamblea Nacional Constituyente. La oposición, que tanto había clamado por elecciones, rechazó el reto a medirse en las urnas.
La locura de la violencia se acentuó en mayo, junio y julio e hizo creer a los muchos líderes del antichavismo (pirómanos y moderado-taimados) que ya no necesitarían votos para tomar el poder, sino que lo tomarían a la fuerza.
Fue tal su convencimiento de que esta vez arrebatarían, que llegaron al extremo de boicotear un proceso electoral y sabotearlo mediante la violencia contra los votantes y el material electoral. Envalentonados por el aplauso de sus aliados extranjeros y de una prensa internacional puesta a su servicio, juraron que impedirían la elección de la ANC.
El pueblo chavista, con el apoyo de una buena cantidad de opositores hartos de guarimba, le dieron una lección que todavía les está doliendo.
Fase 3: Vamos a ganar por paliza
Luego de haber hasta disparado contra electores y de haber asegurado que la elección de la ANC fue ilegítima, la oposición (salvo los más pirómanos, que fueron fieles a su culto a la violencia) accedió a participar en unas elecciones regionales convocadas por la misma ANC. Raro, pero lo explicaron alegando que era realpolitik.
Al parecer, tal actitud no les pareció lo suficientemente incoherente, de manera que, luego de ganar las elecciones de un estado tan importante como Zulia, el partido Primero Justicia decidió no juramentarse ante la ANC de sus tormentos.
La militancia de los partidos de la MUD, cada vez más confundida, andaba por ahí con cara de ¿y a estos tipos qué les pasa?
Fase 4: Las elecciones son dictadura
Aunque ganaron también las gobernaciones de Táchira, Mérida, Anzoátegui y Nueva Esparta, la oposición toda (o casi toda) resolvió que el sistema electoral es tramposo. Así que perdieron por forfeit las elecciones municipales y solo retuvieron el poder en algunos de los municipios más supermegarrecontraultraescuálidos (¡vaya, hemos inventado una palabra!, podríamos proponerla ante la Academia Española a ver si corre la misma suerte de MG… ¡Quién quita!).
Ahora, en pleno comienzo de 2018, la ANC (¡qué pesadilla para la oposición) ha decidido que las elecciones presidenciales serán durante el primer cuatrimestre y la oposición completa (o casi) ha puesto el grito en el cielo. Con su secretario general a la cabeza (Almagro es el Chúo Torrealba de estos tiempos), la contrarrevolución impone su tesis de que adelantar las elecciones es un gesto dictatorial. Y pensar que hace menos de un año lo pedían a lecos.