La elección presidencial demostró tres formas de reaccionar ante la derrota, típicas de la oposición, y nos hizo recordar una: la de Chávez.
Decir «ganamos nosotros» (el truco de contar los no-votos)
Una manera de reaccionar ante la derrota es la de los líderes (bueno, hay que llamarlos de alguna manera) de la ex-MUD que habían convocado a sus seguidores a abstenerse.
Al presentarse el resultado, es una estratagema bastante simple decir que todos los no-votos para Maduro son producto de la excelsa capacidad de convocatoria de dichos dirigentes.
Claro, que los mismos seguidores se preguntan algo muy sencillo: ¿Si se tenía ese caudal electoral, no era mejor presentar una candidatura unitaria en lugar de echarle la partida pa tras al que se postuló?
Excelso exponente de esta manera de perder es el veterano perdedor Julio Borges, quien le envió un mensaje al ganador pidiéndole que se rinda, que renuncie porque solo lo apoyan seis millones de piches votos.
Decir «Esto nunca ocurrió» (Falcón se encaprila)
La actitud de Henri Falcón la noche de la elección me hizo recordar las cosas de mi hijo Carlos Rafael cuando tenía como ocho años. Repitiendo algo que había visto en TV, cuando ocurría algo que no le convenía (por ejemplo, sacar una mala nota), acostumbraba a decir: «Papá, eso que dices nunca ocurrió».
Falcón, quien está lejos de tener ocho años, decidió que las elecciones en las que recibió una tunda nunca ocurrieron.
Ignoro si hizo esto aconsejado por algún asesor de esos que se las saben todas, y que le dijo algo como: «No puedes salir y gritar ‘¡Fraude!’, como un Ramos Allup cualquiera, ni llamar a descargar la furia, como el arrechito Capriles, tienes que negar que haya habido elecciones». Bueno, tal vez a él le pareció genial la cosa y lo hizo, pero creo que a la gente en general le resultó ridículo.
Desde fuera del país, un colega acostumbrado a cubrir elecciones reñidas, me preguntó cómo es que alguien que pierde por cinco millones y pico de votos puede exigir que repitan las elecciones. Ante semejante misterio, le recomendé consultar al Profesor Lupa.
Decir «No lo reconocemos» (Chúpense esa Lima)
Aparte de los abstencionistas locales y del participante que quiere borrar las elecciones perdidas, hay otros grandes derrotados: los perritos en la alfombra de Lima.
La pandilla de presidentes injerencistas amaneció repitiendo su cantaleta de que Venezuela no cumple los estándares internacionales, con una desvergüenza de récord olímpico, pues algunos de ellos fueron electos en procesos que no soportarían ni siquiera la primera de las tantas auditorías que en Venezuela se le hacen al sistema electoral.
Para estos oscuros personajes de la historia de Nuestra América, los seis millones de electores que manifestaron su voluntad a favor de Nicolás Maduro no son pueblo, no lo reconocen como tal, y el 48% de participación electoral es insuficiente para Venezuela, aunque en sus propios países, en los comicios que ellos mismos han ganado, se hayan registrado porcentajes incluso menores.
Decir: asumo la responsabilidad (así lo hacía el comandante Chávez)
Todas esas formas necias, infantiles o hipócritas de encarar la derrota tienen su contrapartida en el ejemplo de un hombre que, no por casualidad, ha sido el gran líder venezolano de la historia reciente, el comandante Hugo Chávez.
Bien se sabe que él se bautizó políticamente con una derrota militar. El 5 de febrero de 1992, ante la evidencia de que las tropas leales al presidente Carlos Andrés Pérez habían logrado vencer la insurrección revolucionaria, optó por asumir la responsabilidad y pedir a sus compañeros que depusieran las armas. Ese solo gesto lo catapultó al lugar que ocupó y ocupa en el país político.
Pero Chávez no se quedó durmiendo en los laureles de su valiente admisión de aquella derrota. En el campo electoral hizo lo mismo. En 2004, cuando el Consejo Nacional Electoral declaró que se habían cumplido los requisitos para llamar al referendo revocatorio, Chávez aceptó el reto e invitó al pueblo que lo seguía a reeditar la mítica batalla de Santa Inés.
En 2007, tras la derrota en el referendo de la reforma constitucional, por un margen casi milimétrico, reconoció la victoria de los adversarios. No cantó el fraude sin presentar pruebas ni negó la validez del proceso.
Ya en 2015, los herederos de Chávez tuvieron que demostrar también la gallardía que se necesita en el trance de la derrota, luego de conocerse el resultado de las elecciones de la Asamblea Nacional, la peor debacle sufrida por el chavismo en 20 años.
Definitivamente estas visiones tan diferentes de la derrota demuestran que estamos no solo ante dos ideologías políticas muy distintas, sino también ante dos modos de estar en el mundo. ¡Qué bueno estar del lado revolucionario!